Seguro que les suena esta historia porque es la historia de siempre. La misma que se repite una y otra vez simplemente con cambiar los nombres de los protagonistas.
Pongámonos en situación. El Gobierno valenciano se halla reunido discutiendo el punto del orden del día referido al Patsecova,una propuesta enrevesada y densa con un nombre igualmente enrevesado y denso: Pla d’acció territorial sectorial del comerç de la Comunitat Valenciana.Probablemente no les suene de nada, no importa, no acapara titulares.
Sin extendernos demasiado: el plan no recibe la aprobación del Consell y queda paralizado. De nuevo. El estira y afloja en el ejecutivo lleva alargándose meses, pero es que el Patsecova llega además con retraso, debería haberse aprobado en la legislatura anterior.
¿Qué está ocurriendo? Han habido conversaciones y llamadas de teléfono. El plan no contenta a la asociación de las cadenas de supermercados (Asucova) y en concreto a Mercadona. Con la iglesia hemos topado. El punto de discordia es que el Patsecova limitaría el tamaño de las grandes superficies comerciales.
Llegados a este punto conviene aclarar algo. Las presiones de un lobby, el que sea, no pueden confundirse con el diálogo social. El Patsecova fue acordado con organizaciones patronales, asociaciones de comerciantes y las cámaras de comercio en reuniones que sumaban cientos de horas de conversaciones. El diálogo social es una negociación con todas las partes interesadas sentadas en una misma mesa defendiendo unos intereses legítimos. Lo otro se aleja ostensiblemente del diálogo social -de hecho, lo sabotea- y se acerca peligrosamente al tráfico de influencias.
Unas pinceladas de contexto. La crisis de la covid-19 está dejando muy tocado al pequeño comercio en la típica espiral keynesiana descendente: disminuye el consumo, aumenta el paro y la incertidumbre, se reduce la renta disponible de las familias y en consecuencia,se retrae más el consumo.
Pero el pequeño comercio sufre esta crisis superpuesta a otra, de larga duración y quizás terminal. Entre 2015 y 2019 cerraron en España una media de 22 tiendas al día. Para un negocio familiar es imposible competir, antes, con las grandes superficies y, ahora también, con las grandes plataformas digitales como Amazon.
Es un declive que la sociedad constata, que no desea, pero que se decanta día a día. La mayoría de la gente considera que hay que preservar el pequeño comercio aunque, por comodidad o precio, compre regularmente también en las grandes cadenas o por internet. El pequeño comercio da vida a nuestros pueblos y nuestros barrios, ayuda a mantener limpias las calles, cuida de sus vecinos, nos da sensación de confianza y seguridad.
Volvamos ahora a las llamadas y al bloqueo del Patsecova. Mercadona defiende sus intereses, lógico. El problema es de quien descuelga el teléfono. Uno de los mejores economistas clásicos, Adam Smith, fue el primero en advertirnos contra el poder de las grandes corporaciones y de su influencia en la esfera política: si se les dice lo que tienen que hacer, intentarán que se les diga lo que quieren oír. Cuando una corporación es lo suficientemente poderosa para obligar a las instituciones a regular o desregular en favor de sus intereses estamos ante un fenómeno de “captura del regulador”.
Como decía al comienzo esto seguro que les suena porque es lo de toda la vida, lo de todos los días. Es habitual ver lo mismo de un gobierno u otro, favorecer los intereses de los más fuertes generando un agravio comparativo con los más débiles que sólo se explica por un motivo: el dinero manda. Podemos hablar del rescate de grandes entidades financieras, el subsidio de aerolíneas o los estándares medioambientales de una petroquímica .Es la misma jugada en diferentes partidos.
No puede haber igualdad ante la ley si no hay igualdad para establecer las leyes. Esto no es un ejercicio de radicalidad naïf, es un principio que defendería cualquier liberal con la cabeza amueblada. Aceptar con normalidad que este tipo de cosas formen parte del juego, carcome el funcionamiento de las instituciones. Podemos permitirnos ser pesimistas en esto pero no cínicos. Oscar Wilde decía que un cínico es quien conoce el precio de todas las cosas pero el valor de ninguna.
Independientemente de quien gobierne, de su orientación ideológica y de sus preferencias en política económica, todos deberíamos ser igualmente duros en una cuestión tan primaria como ésta. Incluso cuando quien te llama lo hace en nombre del empresario más importante del país,o más bien, precisamente por eso, hay que descolgar el teléfono solo para decirle, de un modo exquisitamente educado y respetuoso, lo mismo que le diría cualquier funcionario público a cualquier ciudadano: coja turno y póngase a la cola.