ALICANTE. El pasado 30 de enero, un mes y medio después de que Carmen Martínez fuera asesinada en el concesionario Novocar de Alicante, y a falta de diez días para que yerno, Miguel López, fuera detenido por estos hechos, el Boletín Oficial del Registro Mercantil publicaba el nombramiento de la mercantil Marlo Capital S.L. (Mar-Lo, formada a partir de los apellidos de la víctima, Martínez López) como administradora única de la Compañía Española de Resinas S.L., la empresa originaria de la familia, al frente de la cual estaba aún Carmen Martínez el día de su asesinato.
Este podría considerarse el último movimiento empresarial, en realidad 'póstumo', de la matriarca de la familia Sala Martínez, en su enfrentamiento con sus tres hijas y a favor del hijo varón (y primogénito), Vicente Jesús Sala Martínez. Madre e hijo habían creado Marlo Capital tres meses antes del fatal desenlace, en septiembre de 2016, para convertirla en una empresa 'holding' que tomase el control del resto del grupo, dejando al resto de la familia al margen. La administradora única de Marlo era, evidentemente, la matriarca. Y su hijo el único apoderado. Un paso que fue la reacción al intento de las tres hijas de la víctima de tomar el control del grupo empresarial de los Sala Martínez a la vuelta del pasado verano.
El movimiento de Antonia, María del Mar y Fuensanta desató una auténtica 'guerra fría' en la familia, con dos bandos bien diferenciados. La matriarca siempre quiso que fuese su hijo varón quien tomase las riendas del imperio empresarial construido por Vicente Sala (fallecido en 2011, cuando ya había abandonado la presidencia de la Caja de Ahorros del Mediterráneo, tras luchar contra el cáncer), dejando de lado al resto de sus hijas. El trato entre los hermanos, aunque de puertas para afuera nunca se evidenció (tal era la discreción de una de las familias más acaudaladas y tradicionales de Alicante), no era tampoco fácil.
Por entonces, en septiembre de 2016, la muerte del patriarca había dejado el imperio empresarial (un denso entramado de sociedades dividido en dos brazos: uno, el industrial, dirigido desde Samar Internacional S.L.; el otro, el patrimonial, desde la Compañía Española de Resinas S.L.) en manos de un consejo de administración formado por cinco personas: su viuda y sus cuatro hijos. Con Vicente Sala junior como presidente de Samar Internacional y de la Compañía Española de Resinas (en realidad, una sociedad inmobiliaria). Y además, con un as en la manga de su viuda: una 'acción de oro' que le permitía vetar cualquier acuerdo del consejo.
Pese a todo, las tres hijas se aliaron para apartar al hermano mayor de la presidencia. Su mayoría de tres quintos en el consejo forzó la revocación de Vicente Sala Martínez como presidente de Samar, y situó en su puesto a María del Mar. Al mismo tiempo, lo revocaron también del consejo de la Compañía Española de Resinas, para aupar a Antonia. La hermana pequeña, Fuensanta, la mujer del ahora detenido como presunto autor de la muerte de su madre, se quedó al margen de los nombramientos.
En ese momento, Carmen Martínez y su hijo comenzaron a diseñar su regreso al frente del grupo, de forma que sus hermanas, aunque socias, quedasen definitivamente al margen. Primero, crearon Marlo Capital, una 'extensión' mercantil de la viuda. Luego, Carmen desautorizó la decisión del consejo de apartar a su hijo de las empresas, y por último, cambió el órgano de gobierno del entramado, de consejo de administración a administrador único. En un primer momento, la viuda situó a Vicente junior al frente de la rama industrial (Samar), y se reservó para sí la patrimonial (Compañía Española de Resinas). Cada uno era el apoderado del otro en sus respectivas sociedades.
Pero el siguiente paso era colocar a Marlo al frente del grupo, al convertir a esta sociedad unipersonal en la administradora única del resto del entramado. Y luego, se supone, transmitir esa sociedad exclusivamente a su hijo varón. La familia Sala, repartida en distintas viviendas de la misma finca aunque algunos de sus miembros apenas se dirigieran la palabra, se pasó el otoño entre visitas al Registro Mercantil y a la Notaría. Las hijas intentaban revertir la revocación de sus decisiones en el consejo. Madre e hijo preparaban el terreno para apartarlas definitivamente de la gestión del imperio empresarial.
Aparentemente al margen de todos estos movimientos quedaba Miguel López, casado con Fuensanta y a quien la familia había cedido la gestión del concesionario Novocar y de la agencia de alquiler de coches Solmar (adquirida por los Sala Martínez al entrar en concurso de acreedores en el verano de 2011, después de haber sido la principal empresa del sector en España años antes). Su esposa figura como apoderada en ambas sociedades.
El concesionario, recientemente renovado, juega un papel central en el trágico final de esta 'guerra fría'. Allí, en su aparcamiento, fue donde encontró la muerte la matriarca de los Sala Martínez el 9 de diciembre por la tarde. Y su administrador único, Miguel López, era detenido este jueves como presunto autor material del asesinato. Con licencia de armas y tirador olímpico, el móvil que se baraja para el crimen es, precisamente, el intento de Carmen Martínez de dejar a sus hijas (entre ellas, su esposa) al margen del imperio. Un imperio que el año pasado facturó más de 250 millones de euros (tiene filiales en todo el mundo) y arrojó unos beneficios de 8,1 millones para sus socios. O lo que es lo mismo, la familia Sala Martínez.