ALICANTE. La última sentencia del caso CAM, la del caso de la dietas, ha vuelto a dejar en evidencia que la entidad financiera se gestionaba como un cortijo del bipartidismo, aunque la mayoría de los gestores bajo sospecha -y el consejo de administración, que también se sentó en el banquillo de los acusados en este caso- fueron propuestos por el PP. El caso es de sobra conocido: Modesto Crespo fue nombrado presidente de la CAM, pero no tenía sueldo y los grandes popes del consejo maniobraron para que el empresario ilicitano, considerado hombre de Camps, percibiera 300.000 euros de la sociedad Tinser Cartera.
Además del director general, Roberto López, y el propio Crespo, el tribunal condena a otros cuatro consejeros y, en cambio, exonera al resto. Tres afines al PP, Luis Esteban, Antonio Gil Terrón y José Forner, todos ellos, ubicados en sitios estratégicos, no solo en la CAM, si no en sus responsabilidades anteriores.
Pero destaca el caso del ex conseller socialista Martín Sevilla, quien desde su salida del Gobierno valenciano, en 1995, había encontrado en la CAM como una guarida para seguir en política desde una segunda fila. Primero con su entrada en la corporación financiera CAM-Bancaja, en 1999, ese invento de Zaplana para preparar la fusión entre ambas y crear la Supercaixa, y posteriormente, ya en 2002, en la planta noble de la sede de la caja alicantina, en la céntrica Óscar Esplá.
Martín Sevilla Jiménez (Mula, 1951) desembarcó en la CAM después de haberlo sido todo en el Ayuntamiento de Elche (concejal de Urbanismo y primer teniente alcalde); en las Cortes Valencianas (era diputado desde 1987) y en el Gobierno valenciano (primero como director general de Administración Local, entre 1985 y 1987, y después conseller de Trabajo y Asuntos Sociales (entre julio de 1991 y julio de 1993). Con la derrota de Joan Lerma, Martín Sevilla volvió a la Universidad de Alicante, donde ejercía de catedrático de Análisis Económico Aplicado. De su paso por la universidad sólo se le recuerda la impugnación de los resultados a decano de la Facultad de Económicas, cargo al que se presentó en mayo de 2009. Poco mas.
Su filiación al lermismo no le había pasado factura, pese a las primeras revueltas internas que había sufrido el partido, primero con Joan Romero y más tarde con Joan Ignasi Pla. Siempre estuvo ahí como cuota para el PSPV, perenne, aunque después nunca respondiera a sus intereses.
El ex conseller siempre tuvo un papel secundario en la CAM, alejado de los focos. No tuvo cargo relevante; era un miembro más del consejo de administración que no daba explicaciones a nadie. Sólo se le veía entrar y salir de los consejos, a los que nunca faltó. Ni siquiera a los que la cúpula de la entidad se inventó en las diferentes partes del mundo que visitó, como el Puente de San Carlos de Praga, la Plaza Roja de Moscú, el Obelisco de Buenos Aires, el Coliseo de Roma, la Plaza del Comercio de Lisboa, el Castillo de Edimburgo, México, el Caribe; el Taj Mahal en la India o la Gran Muralla en China. Y como era costumbre, en cada expedición, se celebraba una cena con los trajes típicos del país. Se celebraba una reunión del consejo, con temas ordinarios sobre la mesa, y después todos a viajar por los hitos turísticos del país.
Pero la crisis económica de 2008 también generó un antes y un después en la CAM, como se ha sabido con posterioridad. Y Martín Sevilla seguía como consejero, más por querencia de la cúpula del momento, que por exigencia del PSPV. Ya con Jorge Alarte como secretario general, los socialistas valencianos ya no se atrevieron a cambiar a sus dos consejeros propuestos por ellos por aquello de "con las cosas de comer no se juegan".
Ese año, Crespo tomó posesión del cargo como presidente y el PSPV mantuvo su cuota de dos consejeros, Martín Sevilla y el empresario Jesús Navarro, después de que el PP de Camps les dejara en mínimos en el proceso de renovación. Es más, hubo una rebelión de los consejeros propuestos por el zaplanismo para hacerse con la presidencia que desde la Generalitat Valenciana se abortó con rapidez. Y ahí, Martín Sevilla ya se ganó la simpatía de la cúpula, más que de su partido, con el que mantenía una enorme distancia, pese a conservar el carné. Con el tiempo vinieron operaciones complicadas para la caja, como vender sus sedes al fondo de pensiones de los trabajadores, algo que ni siquiera el PSPV cuestionó una vez los sindicatos bendecieron la operación.
Y ya en la última etapa de huida hacia adelante de la CAM, Martín Sevilla ya era una habitual de los corrillos en los que se debatían y analizaban las principales decisiones y operaciones de la entidad. En su comparecencia en las Cortes, en 2012, con motivo de la comisión de investigación de la CAM, lo admitió: sí que se reunía con “todos aquellos que podían aportar información”. Era una especie de senado en petit comité en el que se preparaban los consejos que después duraban un santiamén. Allí mismo, en las comisión de las Cortes, defendió el sistema de retribuciones que se le había aplicado a Modesto Crespo: “Tuvimos en cuenta al poner retribución en empresas participadas el mismo comportamiento que en otras entidades", vino a decir, siempre con la justificación de que el contexto en las otras cajas de ahorro eran el mismo. “La CAM no era lo peor de lo peor, como se ha visto”. La actuación del FROB, en la intervención de julio de 2011, y el posterior caso de Bankia fueron sus argumentaciones para defender las últimas decisiones de la entidad. Y ese fue su resumen del caso CAM que ahora se lo ha llevado por delante: un catedrático que no aplicó la economía que sabía en el consejo de administración y que además fue despegándose de su partido. Martín Sevilla mantiene todavía el carné del PSPV, pero hace lo mismo que cuando estaba en la CAM: perfil bajo.