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entrevista al autor de 'Reikiavik'

Pablo Sebastiá: "Barcelona es la ciudad española que más se está corrompiendo"

20/01/2019 - 

CASTELLÓN. La tecnología trasciende constantemente aquello que conocemos. Es un hecho, no va a parar nunca de evolucionar para ponerse por delante del razonamiento. Por ello, Pablo Sebastiá (Castellón de la Plana, 1973) ha querido adelantarse a su tiempo y tejer su propio escenario futurista. Una historia, titulada como Reikiavik (2018), donde el autor se atreve a sacar de los laboratorios los avances que azotarán a las sociedades en cuestión de décadas. Para ello, el escritor traza una novela no lineal con la que viaja constantemente entre el pasado y la actualidad para llegar hasta un futuro que no es más adelantador. Las malas intenciones y la lealtad tejen a partes iguales su trama que se sumerge en los bajos fondos de Barcelona, una ciudad que poco a poco "han dejado pudrirse". 

La mafia que controla el juego, el tráfico de drogas y la prostitución son el objetivo de un “liquidador” al que acompaña un gigantesco rottweiler. Sin embargo, el protagonista -quien nunca deja un cabo suelto- no cuenta con que en su camino se cruzan una joven, víctima de la trata de blancas y su bebé, con los que emprenderá una huida desesperada en una ciudad corrupta.

-Reikiavik es una historia de ciencia ficción, pero sin embargo, aludes a un futuro todavía más distópico que podría hacerse realidad.
-Realmente no es una novela de ciencia ficción. Hay quien lo llama thriller tecnológico y otros lo catalogan como novela de ciencia avanzada. Etiquetas hay un millón, pero lo que hago es situar la tecnología que estará al alcance de todo el mundo dentro de veinte o treinta años, en la actualidad. La que sí será distópica es la nueva novela que estoy escribiendo. Situada en la España de 2073, la titularé La tetera de Russell.

-Y de esos escenarios futuros que dibujas en la obra, ¿Cuál crees que ya se está gestando a toda velocidad?
Todos, dado que los avances tecnológicos que planteo se están investigando ahora para implantarse dentro de nada. Es como si mi yo del pasado hablara en 1998 de los smartphones, cuando en ese año realmente aparecieron el Nokia 5110, 6110 y 7280. Por entonces éramos incapaces de pensar que esos móviles se iban a convertir en lo que hoy en día son. Con ello, lo interesante de la novela es que una minoría elitista tiene acceso a los avances que se están planteando en los laboratorios, como si en 1998 unos pocos ya tuvieran teléfonos inteligentes. 

-¿Cuáles son esos avances que están por venir?
-El principal es el de la teleportación. En diferentes laboratorios de universidades de Estados Unidos, Sud África, las Islas Canarias o Australia hace tiempo que consiguieron que un átomo fuera teleportado de un sitio a otro dentro de un mismo espacio. Pero hace menos años, lo que se consiguió fue transportar un átomo a otro laboratorio. Y ya en la actualidad los avances han logrado que el punto de origen estuviera a 100 kilómetros del destino. Lo que es un gran avance, porque quien dice cien dice mil. 

Además, el siguiente reto en el que están trabajando los científicos es en lograr teleportar no solo un átomo, sino un grupo de ellos. Cuando eso se consiga estaremos a nada de teleportar materia inanimada, es decir, una revista, un bolígrafo o un vaso de cristal. A partir de entonces, el mundo cambiará radicalmente, porque si ahora mismo una fábrica de vasos hace un millón de recipientes, los mete en palés y en cajas, y de ahí un camión los recoge para llevarlos hasta un puerto donde un barco los trasladará, tras un mes de trayecto, a Sidney. Cuántos millones de empleos pueden desaparecer si todo este proceso se consigue hacer con una única máquina. El mundo se transformará radicalmente, no solo en la industria, también en la logística o en el campo de la economía.

De todos modos, lo que plantea la novela- y que en ella se da como cierta- es que la cantidad de energía que se necesitará para una teleportación será de tal dimensión que no hará rentable utilizarlo con vasos. La factura de Iberdrola cuando lo hagas será tan enorme que al final será más económico seguir con los barcos. La energía pues es otro de los caballos de batalla. Eso hará y está haciendo que la teleportación sea muy interesante pero no para transportar materiales sino objetos animados, ya que si la energía es tan cara requiere que el coste de su producto sea mayor. Por ejemplo, si estableces una máquina de teleportación de personas aquí y otra en la luna, eso es rentable. La gente irá así, en lugar de en cohetes. Eso pasará dentro de 50 años y en 100 habremos colonizado Marte. No porque estaremos enviando a gente en viajes de seis meses, solo cuando la órbita esté cerca, sino porque lo haremos cuando queramos. Ese es el aspecto que hay gente que define como ciencia ficción, pero realmente es más bien ciencia avanzada.

-¿Integramos la tecnología en nuestra vida primero con fines bélicos y despues humanos?
-Todos los avances tecnológicos han sido primero militares o económicos y después ya han pasado a ser sociales. ¿Cuántas mejoras en los coches vienen de la Fórmula 1? No siempre tiene porque ser bélico, pero sí competitivo. Fíjate, ¿Por qué hubo tantos avances en los años 60 y 70 con respecto a los viajes espaciales a la luna? Pues porqué había una competición entre los EEUU y la URSS. Cuando la disputa se acabó, terminaron las expediciones. La tecnología siempre se aplica para rivalizar en algo y ya luego se traslada al mercado de consumo. 

-Barcelona, Sicilia e Islandia. ¿Qué te evocaban estos lugares y porque forman parte de Reikiavik?
-La actualidad transcurre en Barcelona y el pasado reciente empieza en Islandia y pasa por Islandia, Alemania, Bélgica y Holanda. Todo es un viaje hacia España. 

-En la novela también aludes a la prostitución y a la trata de blancas. ¿No hay un futuro esperanzador para las mujeres?
-Es un retrato de la Barcelona actual. Solo hay que poner los telediarios para ver que Barcelona es la ciudad española que se está corrompiendo más rápidamente. Y no hablo de corrupción, hablo de cómo se corrompe una ciudad, como este se pudre por dentro. Necesitaba crear un ambiente claustrofóbico donde el mundo del lumpen lo dominará prácticamente todo y esta era la ciudad más adecuada.

"La lealtad está cada vez menos de moda, parece que no ya tenga ninguna relevancia serlo"

-El protagonista transita entre la maldad y la lealtad, casi a partes iguales. ¿No conlleva una cosa a la otra? 
-Cuando creé al protagonista no pensé en un personaje malvado, sino sin sentimientos. Sin embargo, que no sepa diferenciar entre el bien y el mal, no significa que sea malo, igual que no quiere decir que sea bueno. Ahora bien, sí tiene un valor que es la lealtad. Y este está cada vez menos de moda; parece que no ya tenga ninguna relevancia serlo.

-Has afirmado que la obra produce desconcierto, ¿Buscabas esta sensación en los lectores?
-El productor de series estadounidense, David Simon, cuando se reúne con su equipo de guionistas antes de empezar un nuevo proyecto escribe en la pared "Que se joda el espectador medio" y ya a partir de ahí crea una serie. Hay muchísima oferta pero pocas consiguen sorprenderte y mantenerte enganchado. Todo es muy mediocre, muy digerible y naif. El otro día haciendo zapping en la tele apareció El Mentalista y mi hijo de 9 años me pidió verla, así que pusimos dos episodios y le fascinó. Se supone que es una serie para adultos, ¿no? Pues atrapó a mi hijo. En Reikiavik he intentado que los lectores no puedan soltar la novela y que el final les sorprenda, pero no porque juegue con ellos y haga trampas, sino porque los llevo a un final que no se esperan pero que entiende que no podía haber otro.

-¿Eres pues de los que están a favor del planteamiento narrativo de Black Mirror: Bandersnatch?
-Black Mirror es una magnífica serie que cada capítulo te sorprende, te impacta y te hace reflexionar. Ya tenemos una. También True Detective fue estupenda en la primera temporada, pero en la dos fue un completo desastre. Igualmente, comprar una novela y que te sorprenda es muy difícil.

"La crisis generó unas heridas muy grandes que derivaron en cicatrices, pero el común de los mortales las da por asumidas"

-¿Y cómo reciben los lectores el futuro que planteas?
-La gente se preocupa un poco y siempre les aviso de que hemos cogido la tecnología del futuro y la hemos puesto en la actualidad. Es evidente que esto nos genera unos conflictos morales, pero ninguno de nosotros tendrá estos problemas, será cosa de nuestros hijos. Mis padres, quienes nacieron en los años 30, han necesitado toda una evolución vital para comprender la tecnología de hoy y aún así siguen sorprendidos con muchos avances. Dentro de un par de décadas lo daremos por asumido.

-Aun así se habrán sentido fácilmente identificados porque para entender el futuro no dejas atrás la crisis económica. ¿Ha dejado una huellas irreparables en la sociedad?
-La gente tiene una capacidad de olvidar enorme. La crisis generó unas heridas muy grandes que derivaron en unas cicatrices importantes, pero el común de los mortales ahora las da por asumidas. Por tanto, es fácil, volver a cometer los mismos errores una y otra vez. Todo se olvida demasiado muy rápido, o quizá, afortunadamente todo se olvida muy rápido.




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