A estas horas ya habrán oído que si el acceso a la Alcaldía de Alicante por parte del Partido Popular es una tamayazo, una traición, un fracaso de la izquierda, etc... Pero la verdad es que al PP le ha caído un regalo del cielo: recuperar uno de sus bastiones, la ciudad de Alicante, por manchada que esté por el caso Brugal o por el juicio a ex alcalde Luis Díaz Alperi por supuesto fraude fiscal que arranca el próximo mes de mayo. La pérdida de la Alcaldía de Alicante por parte de las fuerzas progresistas -si se pueden denominar así- ha sido un cúmulo de despropósitos, una venganza (sí, una venganza) y una lección de manual de cómo no hacer un relevo de un alcalde al frente de la corporación sin tener los votos garantizados después de una dimisión, la de Gabriel Echávarri. Todo ha sido una encadenación de despropósitos o decisiones concienzudamente provocadas para que el desenlace fuera el que ha sido: el PSOE ha perdido la segunda ciudad más importante que gobernaba en España y la primera de la Comunitat ante la puerilidad de sus dirigentes que siempre lo vieron como algo salvable. Estas podrían ser las claves del despropósito de la izquierda.
El PSPV forzó la dimisión del alcalde de Alicante, Gabriel Echávarri, a finales de marzo, tras su doble procesamiento judicial, confiando en el voto de Ciudadanos y el argumento de la regeneración. Si Cs ha logrado cambiar alcaldes del PP imputados por otros nuevos, pues debe hacer lo mismo con los del PSOE. Ese fue el planteamiento de la cúpula del PSPV, y ese planteamiento se viene abajo cuando salta el caso de la supuesta financiación irregular de los socialistas y del Bloc. Con éste escándalo, los naranjas ya no pueden dar otro voto de confianza al PSPV. Y a ello, se suma la hábil posición del tránsfuga Fernando Sepulcre, -posiblemente auspiciada por el PP- de votarse a sí mismo, lo cual dejaba las opciones de relevo en Cs, ya mínimas tras el escándalo, y en Nerea Belmonte, ex concejala de Guanyar, humillada y repudiada por los grupos de izquierda tras ser apartada por dar contratos a miembros de su candidatura de Podemos.
Antes de llegar a este panorama, el plan a de Gabriel Echávarri era resistir y aguantar todo el mandato imputado, como se narra en el artículo de la Revista Plaza que desmenuza cómo fue su dimisión. La sorpresa viene cuando los casos judiciales se aceleran y en menos de 20 días, los juzgados le procesan tanto por el caso Comercio como por el despido de la cuñada del hoy alcalde, Luis Barcala.
Durante todo este tiempo de resistencia de Echávarri, la posible solución que ahora reclamaba Nerea Belmonte, recuperar sus derechos políticos y el sueldo, había quedado aparcada, pese a tener un informe del secretario de la corporación que sí permitía hacerlo. Nerea Belmonte siempre fue una solución, pero nunca se tuvo en cuenta: no se confiaba ella, pese a que sí que se negoció con ella para aprobar presupuestos. El PSOE de Alicante pudo solventar la cuestión de Belmonte, pero siempre abogó, primero, por defender la inocencia de Echávarri antes de que abordar esa cuestión primero -el temor era darle un sueldo a una tránsfuga-, o la de amarrar una hipotética investidura con Ciudadanos. Pero cuando se toma la decisión, hay un obstáculo: la Gürtel socialista. La opción Ciudadanos salta por los aires.
Tras la dimisión de Echávarri, tanto Sepulcre como Belmonte se deshacen en elogios con la alcaldesa en funciones Eva Montesinos, pero conforme avanzan las negociaciones, los representantes del PSOE se van dando cuenta de que el voto de Sepulcre es imposible y que la ex regidora de Podemos no acaba de satisfacerse con las propuestas que le ponen encima de la mesa: recuperar los derechos políticos y económicos. Incluso, ni si quiera con el acuerdo de 18 puntos suscrito por los tres partidos de izquierda le convencen, pese a que se habla de derechos económicos. El reiterado no de Belmonte abre los ojos a los dirigentes socialistas que se dan cuenta de que hay algo detrás: o su propósito por vengarse de aquellos que la mancillaron y la dejaron sin sueldo ni despacho, o que alguien le han convencido de que, o hay sueldo, o no hay voto. Y como no hay sueldo por escrito, pues no hay voto. Es miércoles por la noche. El PSOE ya casi lo da por perdido.
Durante todo este proceso, el PP ha puesto una serie de ingredientes que se han cocido por su cuenta y que, cosas de la vida, han desembocado en una solución esperada para ellos, sorprendente para el resto. El primer ingrediente, el caso de la supuesta financiación irregular del PSPV y Bloc; segundo, el posicionamiento de Fernando Sepulcre, y el tercero, el caso de las ambulancias para desgastar a la candidata socialista Eva Montesinos, cuando quizás tuvo otro objetivo: desviar la atención mientras alguien podría haber aconsejado a Belmonte de que era mejor votar en blanco si no había garantía de sueldo. Y al mismo tiempo, vengarse de su antiguo grupo municipal, Guanyar, que la expulsó del grupo y la dejó sin sueldo, circunstancia que fue aprovechada por el propio Echávarri para perpetuarse en la Alcaldía y bloquear cualquier intento de moción de censura.
Al final han confluido todos los elementos para que se diera la tormenta perfecta: Echávarri aferró al cargo todo el tiempo que pudo, pero los tiempos procesales se lo llevaron por delante, lo cual dejó, entre otras cosas, la solución del sueldo de Belmonte en el aire; el PSPV actuó tarde y confiando en Ciudadanos, que le dejó tirado tras saltar a la luz pública el caso de la supuesta financiación irregular; Guanyar no dio la garantía suficientes para que el suelo de su ex concejala se aprobara una vez superada la investidura de Montesinos; el PP movió al tránsfuga de la Diputación de Alicante de acuerdo con sus intereses, y finalmente, la propia Nerea Belmonte se ha vengado de los suyos, y de todos. ¿Venganza, regalo al PP o despropósito de la izquierda? Al final, todo ha confluido. Tormenta perfecta. El argumento exterior ha sido el del tamayazo de Belmonte -sin pruebas, que sepamos- y el de los reproches a Ciudadanos por haber permitido la vuelta al PP al Ayuntamiento de Alicante. El PP ha optado por el silencio, y le ha caído un regalo inesperado: el del despropósito de la izquierda por querer ajusticiarse primero entre ellos sin atender al manual básico de la política: anticiparse a los acontecimientos. Los acontecimientos le han puesto en solfa. La responsabilidad que pidió Ximo Puig no fue tal. La lección de la izquierda, por los aires. Para estudiar el caso en el futuro.