Venezuela ha pasado a ser un asunto interno de España por interés electoral. Con la irrupción de 'A la valenciana', que nadie se extrañe si nuestros problemas vuelven a la actualidad nacional en forma de torpedo
Creo que fue Francisco Fernández Ordóñez, siendo ministro de Asuntos Exteriores, el que dijo que "Cuba es un asunto interno de España", durante uno de esos debates sobre la isla en los que los ánimos en la capital del Reino se encienden mucho más que cuando se debate sobre, por ejemplo, el 'problema valenciano'. Cuba, efectivamente, continúa siendo, 118 años después de dejar de ser territorio español, un asunto interno para los españoles. O si se prefiere, "un asunto de familia", como dijo también siendo ministro García-Margallo.
La pasión con la que se discute sobre Cuba se ha extendido ahora al debate sobre una Venezuela tan ideologizada en el imaginario español como la isla caribeña. De manera que, en pocas semanas, hemos pasado de llenar titulares con el desiderátum de buena parte de la izquierda de un gobierno español "a la valenciana" a llenar páginas con la crisis política, económica y social de Venezuela.
Los vínculos de Pablo Iglesias y otros destacados podemitas con el Gobierno de Maduro –que algunos llaman "régimen" porque las palabras van cargadas de intención– y su afinidad con la política 'a la venezolana' que ha fracasado estrepitosamente han hecho que Albert Rivera se fuese a hacer campaña a Venezuela para meter el dedo en el ojo de la izquierda y que Mariano Rajoy colase en el Consejo de Seguridad Nacional –se supone que "nacional" de España– un análisis de los problemas del país sudamericano.
Sugiero que, puestos a hablar de países hermanos en situación crítica, incluyamos en la campaña electoral la Guinea Ecuatorial del dictador Obiang o el Sahara Occidental
"Dime cuánto hablas de la fábrica de Coca-Cola en Caracas y te diré cuánto callaste sobre la fábrica de Coca-Cola en Fuenlabrada", ironizaba en Twitter el diputado de Podemos en Madrid Hugo Martínez Abarca. Y viceversa, claro. Porque hay una derecha empeñada en hablar de Venezuela para que el dato de que un 28,6% de los españoles está en riesgo de pobreza o exclusión lo asimilemos con más facilidad y hay una izquierda incapaz de bajarse del burro, de la burrera ideológica que priva a algunos de la capacidad de crítica cuando su tótem se desmorona.
Sugiero que, puestos a hablar de países hermanos en situación crítica, incluyamos en la campaña electoral la Guinea Ecuatorial del dictador Obiang o el Sahara Occidental, sobre los que Mariano Rajoy tendrá poco que decir y quienes aspiren a arrebatarle la Presidencia del Gobierno deberán medir sus palabras, no sea que luego se las tengan que tragar miserablemente.
El español Juan Verde, asesor de la última campaña electoral de Barack Obama y ahora de Hillary Clinton, habló esta semana en la Cámara de Comercio de Valencia de innovación y también de su trabajo en las campañas del actual presidente y de la probable –y deseable, visto el contrincante– primera mujer presidenta de los Estados Unidos. Habló de "política aspiracional", una de las claves del éxito de Obama, que consiste en dirigirse a los votantes apelando a los sentimientos, como hacen Coca-cola o Nike. Según este experto canario, "la gente no recuerda lo que le dices, la gente recuerda cómo le hiciste sentir cuando se lo dijiste".
La otra clave de la victoria de Obama, según Verde, es el uso de las nuevas tecnologías, del big data. El equipo de campaña recogía, mediante reclamos o encuestas, datos de los usuarios a través de sus dispositivos móviles y les enviaba mensajes diferentes en función de su afinidad. A los más afines les animaba a convencer a los indecisos. A los más distantes les enviaba otro tipo de mensajes para que apreciasen la cara amable de Obama. Y un detalle sobre la financiación de la campaña en EEUU, de la que aún tenemos mucho que aprender en España: El candidato recaudó 17 millones de dólares en 48 horas sorteando mediante dispositivos móviles una cena con Obama y George Clooney en un estado donde el big data revelaba que el actor era el personaje más querido y admirado, no sólo por el público femenino.
En política aspiracional, Obama es un maestro y Pablo Iglesias parece un alumno aventajado. También el equipo de Compromís ha sabido conectar en las últimas citas electorales con un sentimiento valenciano hasta ahora muy disperso. Sin duda, es mérito suyo el haberse apropiado para la campaña de Compromís-Podemos-EU del lema "a la valenciana", que se había hecho un sitio en España como ejemplo de buen pactar y buen hacer.
Así que no nos sorprendamos si, a la venezolana, de aquí al 26J las rencillas en el seno del Acord del Botànic y los problemas de los valencianos vuelven a la actualidad nacional en forma de torpedo contra esa imagen idílica.