VALÈNCIA. El presupuesto de 2022 de À Punt augura, inminentemente, un año complicado para el papel de la radiotelevisión pública en el audiovisual. El recorte de la aportación del Consell, que estaría por debajo del mínimo legal, y el cambio de criterio en el IVA auguran una bajada importante en la capacidad real de inversión del ente para su programación y producciones asociadas. En los últimos días, se ha publicado el peligro que corren series tan consolidadas como L’Alqueria Blanca (que iba a pasar de ser semanal a diaria), y otros contenidos que no sean estrictamente informativos. Cabe recordar que À Punt tiene externalizada prácticamente toda su parrilla.
Ante este escenario, y a la espera de que Compromís o Podem presenten enmiendas y ver en cuánto queda finalmente el presupuesto de 2022, desde la radiotelevisión pública valenciana ya están preparando un plan de choque y poniendo en stand-by todos los compromisos que estén firmados. La manera habitual de contratación de un programa es hacer una llamada a proyectos abierta, a la que se pueden presentar todos los proyectos posibles y se aprueban los que se crean oportunos. Una vez resuelta esta llamada a concurso, el ente negocia con los proyectos aprobados su presupuesto, su idea, o sus contenidos para acabar formalizando el contrato. Si el presupuesto previsto para esa llamada a concurso se cubre con menos programas del total de aprobados, pueden desechar el resto.
Pues bien, según ha podido saber este diario, À Punt cumplirá estrictamente todos sus compromisos formalizados mediante un contrato, pero pone en duda la capacidad de hacer posibles algunas de las llamadas a proyectos que actualmente están en proceso. Hasta que no se sepa la capacidad de inversión que tengan, no se podrá empezar a calcular prioridades y cancelar proyectos. El recorte se da por hecho, la pregunta es de qué manera afectará en la práctica a las productoras externas.
Bajo esta premisa, es fácil creer que la parrilla de À Punt durante 2022 seguirá necesitando redifusiones para poder completarse, tal vez uno de los mayores lastres del proyecto para los datos de audiencia.
Pero el papel de À Punt no solo se limitaba a encargar programación para su parrilla. El papel en el crecimiento del audiovisual valenciano a través de la compra de derechos de emisión o la producción asociada ha sido muy importante en los últimos años, un auténtico revulsivo a películas de ficción y documentales. Desde la radiotelevisión también confirman que esta sería una partida muy afectada por los recortes, y tiene el sentido en la falta de retorno práctico para la radiotelevisión. Al igual que las llamadas a proyecto, À Punt pone ahora mismo en el limbo todo proyecto a la espera de saber su capacidad real de inversión, y será entonces cuando decidirán el cuánto y el cómo.
El plan de choque para ajustarse al presupuesto y las nuevas condiciones del IVA debe decidir si opta por recortar partidas enteras, hacerlo de manera no-proporcional o bajar todas las partidas igualmente. Actualmente, desde la radiotelevisión ni confirman ni desmienten las informaciones que apuntan a la “paralización” de inversión de À Punt en largometrajes de ficción, tal y como se ha publicado en diversos medios.
Por otra parte, este año habrá también menos llamadas a proyectos, menos ideas nuevas. Ya que el los últimos años algunas de las más relevantes han sido provocadas por una segunda manera de financiar la televisión: a través de subvenciones directas y nominativas de diferentes consellerias, como Cultura o Turismo, para garantizar el servicio público en la pariilla. Los dos departamentos implicados han reducido esta aportación para el año que viene, por lo que (presumiblemente) À Punt renovará las temporadas de los proyectos que han visto la luz y cancelará otros, perdiendo la capacidad de pedir nuevas ideas.
La verdad es que la bajada de inversión de À Punt en el sector audiovisual es la punta de lanza en una relación con las productoras que siempre ha sido ciertamente conflictiva. Al comienzo de emisiones, el equipo de Empar Marco optó por diversificar la producción, apostando por una cartera muy amplia de productoras para cada programa. La capacidad real de estas de aguantar los envites financieros y los retrasos en algunos pagos hizo que se fuera reduciendo esta cartera de productoras, cambiando así el modelo a una asociación de productoras, una grande que incluso podía no ser valenciana y una pequeña o mediana valenciana.
Voces del sector audiovisual dicen han perdido, después de los años de gracia, esa confianza en el papel de la radiotelevisión pública, que resulta imprescindible para muchos proyectos junto a las ayudas del Institut Valencià de Cultura.