A menos de un mes de la inauguración de la nueva televisión autonómica, El Matí de À Punt incumple el apartado del Libro de Estilo relativo al tratamiento de las pseudociencias
VALÈNCIA.-Le ha faltado tiempo a la nueva À Punt para olvidarse del Libro de Estilo que con tanto esmero y cariño realizó la comisión nombrada ex profeso por el Consejo Rector de la CVMC. Más de 200 enmiendas fueron aceptadas para que quedara niquelado. Pero, ya se sabe, el destino de un Libro de Estilo suele ser el de quedarse en el cajón. No se explica sino lo ocurrido el pasado lunes 2 de junio en el programa El Matí À Punt presentado por Clara Castelló, que tantas lecciones de buen periodismo dio en su etapa en los informativos de la extinta Canal 9.
Resulta que el citado lunes se celebraba el Día Internacional del OVNI, cuyos organizadores insisten en que tan loable iniciativa es «sobre todo, para crear conciencia sobre la existencia indudable de los OVNIS y con que los seres inteligentes del espacio exterior» (sic.). Hacía falta, sin duda. No extraña pues que en Lavinia Audiovisual, Mecomlys y Factoría Plural (las productoras) decidieran que había que sumarse a tan merecido homenaje a los hombrecillos verdes, tantas veces vilipendiados por una sociedad que no acepta a los que son diferentes.
Como la efeméride exigía darlo todo, decidieron invitar a un presunto experto, Pedro Amorós, el eterno presidente de la Sociedad Española de Investigaciones Paranormales (SEIP) cuyos miembros, pese a tan pomposo nombres, caben en un taxi. Amorós es un viejo conocido de los amantes de los fenómenos forteanos, y su currículum incluye haberse hecho pasar por colaborador de la serie Expediente X, inventarse un título universitario que nunca tuvo (cuando Cifuentes no tenía ni el COU), o haber falsificado teleplastias (manchas de humedad) en Bélmez de la Moraleda, Meca del misteriodismo. No creemos que nos vaya a denunciar por decirlo, ya perdió un juicio (más dos recursos, con pago de las costas) cuando la información se hizo pública.
Pero más allá de sus excentricidades, Amorós ni siquiera es experto en platillos volantes ya que casi toda su producción como investigador se circunscribe a las psicofonías. En otras palabras, es un espiritista que ha sustituido la ouija por la grabadora. Ese es el experto que acudió a El Matí A Punt [02:36:24 – 02:48:30]. No extraña pues que entre sus fuentes citara al ínclito Juan José, conocido entre otras casas por hacer circular una cinta secreta de la NASA sobre construcciones extraterrestres en el lado oculto de la Luna que encargó a una productora de Bilbao (la única capaz de asumir el desafío, sin duda). Por supuesto, con dinero público como dicta la tradición.
Ítem otro es su aportación a la causa. En antena, y ante la atenta mirada de Castelló, Amorós recordó —con su habitual estilo jacarandoso— el llamado Incidente Manises ocurrido el 11 de noviembre de 1979, en el que el vuelo JK-297 (de la compañía TAE) tuvo que hacer un aterrizaje de emergencia en el Aeropuerto de Manises cuando el piloto avistó una extraña luz roja. Como es habitual en él, se puede decir que su explicación de lo que ocurrió está basada en hechos reales y poco más. Luego, por si eso parecía poco, pasó a referir el caso de la Playa del Carabasí (Alicante) en el que dos testigos aseguraron que aterrizó un OVNI ante sus narices. Vamos, lo que uno esperaría de una televisión pública y de calidad. Al término de su intervención, Castelló agradeció al invitado su participación por ayudar a “arrojar luz” sobre la cuestión. Nada menos.
El problema está aquí, en el punto 4.16.3. del libro de estilo de la CVMC que explica cómo se debería abordar el tema de las pseudociencias:
- Els programes sobre misteris sense resoldre o similars tindran com a objectiu informar la ciutadania a partir de fets contrastats i no de creences. Encara que, per la seua lògica, hi hauran d’aparèixer testimonis i defensors d’aquests suposats fenòmens, el pes de la informació recaurà sobre divulgadors que adopten un punt de vista científic i rigorós. La CVMC sol·licitarà la col·laboració d’organitzacions de reconeguda trajectòria científica. D’altra banda, la presència de mèdiums, endevinadors, vidents, sensitius i d’altres estarà prohibida en els informatius i solament es permetrà, en alguns casos molt excepcionals, en el marc de debats sobre el tema.
No hace falta decir por dónde se pasaron este punto los responsables del programa. Pero en lugar de hacer sangre seamos didácticos:
— Si lo que querían en El Matí À Punt era hablar de platillos volantes, este punto no se lo impide, solo le exige rigor. Podrían por, poner algún ejemplo, haber invitado a alguien del Observatori Astronòmic de la Universitat de València o a Víctor Reglero, director del Laboratorio de Procesamiento de Imágenes de la UV, académico de la IAA (International Academy of Astronautics) y que ha colaborado para la NASA. Trabajan a menos de un kilómetro de la sede de À Punt en Burjassot, los podían haber llevado en brazos. Si el presupuesto les da para un taxi y querían algo más distendido (aunque no por ello menos riguroso) podrían haber llamado a Vicente Juan Ballester Olmos, valenciano y afincado en València, que fue quien convenció al Ejército del Aire para que desclasificara todos sus archivos sobre ovnis. Es, sin duda, el investigador (de los de verdad) más respetado dentro y fuera de España y sigue plenamente en activo.
— Si lo que querían era invitar como tener en plató a Amorós por cualquier motivo (aunque fuera para ganar una apuesta), el Libro de Estilo también lo permite. El único requisito es hacerlo en el marco de un debate y con expertos que puedan aportar un punto de cordura a la conversación.
No se trata de pedir cabezas, sino de recordarles a los responsables de À Punt que el Libro de Estilo está para cumplirlo, y que si empezamos a enviar a según que personajes a programas para "crear conciencia sobre la existencia indudable de los ovnis", acabaremos con una programación llena de antivacunas, bioneuroemocionólogos, gurús de las dietas milagro o al mismísmo doctor Frankenstein hablando de transplantes. Y esos sí son peligrosos. Se puede entretener sin insultar la inteligencia de los espectadores, y más cuando el programa está dirigido a personas mayores, más sensibles a caer en la garras de ciertos personajes. Para fomentar el pensamiento crítico, además, no hay edad.