VALÈNCIA. El debate sobre un hipotético adelanto electoral ha resucitado en las últimas semanas en el entorno del presidente de la Generalitat, Ximo Puig. Así, tal y como informó Valencia Plaza, la cuestión comenzó a comentarse en los mentideros socialistas en febrero de este año: la situación entonces era radicalmente distinta a la actual. Mariano Rajoy era el inquilino de La Moncloa y la marca PSOE estaba en un momento delicado.
Un debate que fue barrido del escenario con la moción de censura encabezada por Pedro Sánchez, quien terminó con el secretario general del PSOE como presidente del Gobierno y con el PP abocado a la celebración de un congreso extraordinario del que salió vencedor Pablo Casado.
No obstante, aquella vieja idea ha vuelto a recobrar fuerza en este periodo preestival. Distintos activos socialistas consideran que varios de los factores positivos para sus intereses que confluían en pleno mandato de Rajoy se mantienen vigentes en la actualidad de cara a un adelanto electoral, incluso con mejores expectativas dada la recuperación de la marca PSOE, quien marcaba casi un 30% de intención de voto en el CIS publicado este jueves.
Ahora bien, el problema de anticipar la cita con las urnas sigue siendo el mismo que hace unos meses. ¿Cómo se justifica un cambio de calendario de semejante calibre sin que parezca una mera maniobra electoralista? En febrero, se estudiaba la posibilidad de generar un relato de tensión creciente con el Gobierno de España presidido por Rajoy, dada la congelación de la reforma del sistema de financiación o el rechazo a contemplar la deuda histórica.
Sin embargo, esas posiciones son ahora un bumerán para los socialistas puesto que el morador de La Moncloa es su compañero Sánchez y tampoco hay garantía alguna de que vaya a afrontar la ansiada remodelación del sistema de financiación que viene exigiendo desde hace años el Gobierno valenciano.
Con estos mimbres, el relato debería centrarse en el argumento de la reafirmación de la autoestima y el calendario propio de la Comunitat Valenciana tal y como poseen las autonomías históricas. Una idea fuerza que, pese a que es compartida por PSPV y Compromís, cuando se planteó el debate del anticipo meses atrás figuraba más bien como un aspecto colateral del hipotético discurso.
Al margen de esto, otro debate que se comenta en las filas socialistas es cuándo dar el paso si existiera el convencimiento de la medida. Una tesis apunta como momento más conveniente a finales de septiembre -tras el Debate de Política General- o a principios de octubre. Las ventajas de ese periodo se centran en que, a priori, la marca socialista todavía se mantendría en la cresta de la ola o al menos en un punto álgido.
Ahora bien, un adelanto en estas fechas arrancaría de raíz argumentos del discurso que Puig ha utilizado en los últimos meses respecto a su deseo de agotar la legislatura y demostrar así la estabilidad del Govern del Botànic. De esta manera, aunque evitaría el último examen de la aprobación del presupuestos para 2019 en Les Corts, el presidente de la Generalitat se vería expuesto a la incoherencia de su discurso en los últimos meses respecto a su deseo de terminar el mandato.
Otra opción que apuntan algunos es más original e intrépida. Afrontar el debate de los presupuestos autonómicos y sacarlos adelante -Podemos podría ser un hueso no tan duro de roer esta vez- para a renglón seguido convocar elecciones autonómicas. Teniendo en cuenta que las cuentas se votan en diciembre, dirigentes socialistas piensan que tal vez el presidente podría anunciar la convocatoria electoral en el discurso de fin de año.
Esta maniobra tendría la ventaja de 'vender' que ha existido estabilidad hasta el final -con cuatro presupuestos aprobados- y poner en relieve que la convocatoria se lleva a cabo para, aprovechando la buena salud del Gobierno valenciano, apostar por instaurar un calendario propio con unas elecciones en fecha distinta a la del resto de las autonomías con el objetivo de debatir sobre las cuestiones valencianas.
Los contras de esta opción es que los comicios se tendrían que celebrar en marzo, a apenas dos meses del resto de autonomías. Una circunstancia que la oposición criticaría a buen seguro señalando además el coste que supone unas elecciones diferenciadas: una cuestión esta que, para los socialistas, no resulta tan importante dado que sea a dos meses o a seis, siempre el calendario propio tendrá un coste añadido.
Sí preocupa más, no obstante, en las filas socialistas, que en ese momento quizá Pedro Sánchez y la marca en el ámbito nacional esté atravesando un momento menos dulce que el actual, dado que a esas alturas el presidente del Gobierno puede haberse topado ya con la dura realidad de no poder sacar adelante los Presupuestos Generales del Estado de 2019. De haber aprobado las cuentas con éxito, el repunte podría ser positivo para Puig y los suyos.
En lo que sí hay coincidencia en el PSPV -también se piensa en distintos sectores de Compromís-, es que un adelanto de las elecciones autonómicas -sea cual sea la fecha- complicaría la situación para PPCV, Ciudadanos y Podem. Así, las tres fuerzas poseen una dependencia importante de la situación de sus siglas en el marco estatal y, además, su electorado apunta a movilizarse en mayor medida cuando la visita a las urnas tiene carácter nacional.
Un adelanto de unas elecciones autonómicas conllevaría, probablemente, una participación menor en general que podría beneficiar a PSPV y Compromís, cuyo electorado sí estaría activo ante la llamada de volver a gobernar. La campaña se dirigiría a un duelo entre el presidente de la Generalitat, Ximo Puig, y la vicepresidenta del Consell, Mónica Oltra, con un alto grado de movilización de ambas fuerzas.
Con este escenario, PP y Ciudadanos deberían lograr una implicación alta de su electorado -más difícil sin las televisiones nacionales volcadas y con À Punt y las televisiones locales poniendo el foco diario en el proceso- mientras que Podemos debería luchar por mantener su espacio en la izquierda mientras PSPV y Compromís se están jugando la Presidencia de la Generalitat.