VALÈNCIA. Muchas de las cosas fundamentales en mi vida proceden de Andy Warhol o tuvieron una fuerte conexión con él. Velvet Underground. El punk neoyorquino que va de Ramones a Talking Heads pasando por Blondie. El descubrimiento del cine underground y de personajes como Viva o Candy Darling. La atracción consciente por la pintura. La fascinación con Nueva York como templo de la vanguardia, encrucijada de elementos que provienen de una combinación de estilo, determinación y talento sin filtrar.
Warhol va del pop art a Basquiat, de Bowie a The Cars, de Mapplethorpe a Burroughs. Diría que también tenía algo –mucho- de Schopenhauer. A él el pesimismo le lucía menos debido al revestimiento de aparente frivolidad que tienen algunas de sus obras –y en esto incluyo también pensamientos y aforismos- más profundas. La mayoría de las veces, cuando no creaba sólo para hacer dinero y perpetuar su estrellato, Warhol hablaba de la soledad y la muerte, de la verdadera dimensión del tiempo, ese ente que, como dijo Leonora Carrington, da miedo porque no se entiende.
Más que un simple artista, Warhol era un catalizador de ideas; todo lo que abarcaba –cine, música, vídeo, artes plásticas- se convertía en algo fascinante para mí. Interview resultó ser uno de esos imanes. Fue la revista de cine que se inventaron en la Factory para tener pases e invitaciones a estrenos y festivales. Al principio se llama Inter/VIEW, jugando con el concepto de la entrevista y la imagen. Hablaban de lo que les apetecía y lo hacían de una manera poco ortodoxa. Cuando empecé el fanzine Estricnina en 1982, mi intención era crear mi propia revista para hablar de la música que me gustaba y que no aparecía habitualmente en las revistas españolas. Sacaba a grupos amigos de Valencia, a gente de Madrid que todavía no había sido canonizada y menos aún bautizada como movida. Hablaba de artistas que en España eran muy poco conocidos –Alan Vega, Lydia Lunch- y otros que lo eran más –David Byrne, Siouxsie, Echo & The Bunnymen-. Pero sobre todo, a la hora de hacer las entrevistas me guiaba por el espíritu de Interview. Largas conversaciones sin editar que, al igual que muchas de sus películas- ofrecían datos aparentemente intrascendentales. Charlas cómplices en las que contaba más hablar del trayecto en taxi previo al encuentro que analizar el último trabajo del entrevistado.
Yo intentaba seguir esa línea. Cuando repaso aquel material –y eso ocurre rara vez- me sonrojo al reencontrarme con aquellas conversaciones que publicaba tal cual, fieles a la transcripción original. En algunos casos son de una candidez que hasta a mí me produce ternura. Las primeras conversaciones con los miembros de Alaska y los Pegamoides, por ejemplo. Mis preguntas sobre los grupos que me gustaban a mí, para saber si coincidíamos. Con otros artistas como Derribos Arias o Gabinete Caligari, el juego era menos distendido. ¿Os gusta el punk?, le preguntaba a los Derribos. Yo tengo un disco de Damned en casa, contestaba el batería. Y yo volvía a Valencia, apretaba el play de la grabadora y transcribía todo aquello, sin perder detalle y luego lo volcaba en aquellas entrevistas de Estricnina convencido de que eran como las de Interview.
A veces, en aquellos primerísimos años ochenta, Interview llegaba a Valencia, al Quisco Moderno, que al igual que la revista, ya no existe. Como tampoco existe Glenn O’Brien, el que fuera su experto musical. Firmaba la columna Glenn O’Brien’s Beat, la sección que daba la pauta de lo que molaba aquel mes. Interview sacaba a grandes estrellas y hablaba de nuevos talentos. O’Brien habló, por ejemplo, de Bowie. Lo hizo en 1971, cuando aún era un desconocido en Estados Unidos. La revista mezclaba a famosos con artistas emergentes, algo similar a lo que un día ya lejano había ocurrido en la Factory. En Estricnina los famosos que salían lo eran para mí y sus fans. No había mucho sitio para los nombres consolidados, a excepción de Adam Ant o la propia Alaska, que gracias a Bailando se había convertido en un personaje popular. Interview que era fácil de conseguir en Madrid, era en el fondo una revista muy de Barcelona. Toda la gente moderna de Barcelona leía Interview; incluso llegó a salir una revista allí –no consigo recordar el nombre- que seguía su línea editorial y estética.
Las portadas de Interview en aquella época eran maravillosas. Estaban firmadas por Richard O’Brien, el artista que también diseñó el logo clásico de la revista. Todo aquello le daba unidad estética a la publicación. Los retratos de gente del cine y la música coloreados a conciencia, de manera tan pop, de manera tan chic. El tamaño de la revista era raro. No tenía el formato habitual era un tabloide rectangular pero todo daba igual porque Interview molaba mucho. Era la ventana que comunicaba con la cara más sofisticada de la modernidad neoyorquina. Pero también incentivaba el chismorreo, esos cotilleos que no llegaban a nuestras revistas del corazón. Hablaban de fiestas inalcanzables que se celebraban en locales que parecían inasequibles, pero que luego olían a tabaco y tenían la moqueta hecha un asco como cualquier otro. La revista también tenía una parte cargante. Mostraba sin rubor la simpatía por figuras tan nefastas como Nancy Reagan –fue portada- y ahí sí que no había juego irónico. El Warhol empresario no se cortaba un pelo con tal de lograr ingresos.
Interview ya no existe. Cerró hace unos días. Muchos de aquellos locales, marcas, firmas, fotógrafos, diseñadores y músicos no existen tampoco. El tiempo va borrando lo que un día se nos antojó indestructible y eterno. Por recurrente no es menos cierta la frase que dice que hay todo un mundo en constante estado de extinción. Para mí es otro paso más hacia el fin de una era. El fin de un mundo en el que músicos experimentales compartían espacio con estrella como Farrah Fawcett o Cher, donde Divine podía ocupar una portada y unos debutantes llamados B-52’s se convertían en el grupo del momento nada más aparecer en sus páginas. En esta era de astros insustanciales y celebridades vulgares, en esta época en la que el underground ya es un concepto obsoleto, echaré de menos Interview de la misma manera que echo de menos a Warhol, a Glenn O’Brien, a tantos nombres que durante mucho tiempo, y a pesar de pertenecer a un mundo que me quedaba lejano, fueron una escuela para mí.