El restaurante de Carrer de Boix ofrece su último servicio este sábado
VALÈNCIA. A Josué Ribes no le hacen falta presentaciones: habla por él su trabajo, sobre todo en Boix Quatre, que ha sido un gran referente de la gastronomía de la ciudad. Mucha técnica, poco postureo; lo que significa comer sin florituras. El sábado será su último día de servicio y València perderá uno de los templos del producto.
Al cocinero, que es un hombre de carácter, le toca echar el freno, detenerse a pensar. "Prefiero cerrar antes de que el restaurante se aleje cada vez más del concepto que iba buscando", admite, y eso le dignifica. Han sido cuatro años de trabajo constante, desde que abriera allá por 2015, pero las cosas se han complicado en los últimos tiempos.
"Lo que yo buscaba era un restaurante sencillo, donde se comiera bien, y donde lo más importante fuera el trato personal. Cartita corta, muy de mercado, pero pendiente del detalle", cuenta, con cierta nostalgia en la voz. No ha podido ser, sobre todo por el equipo de sala, que no ha logrado consolidar desde que se marchara Cristina Lozano.
"Estoy solo, no encuentro a nadie que empuje conmigo. En cinco años he tenido cinco jefes de sala. No sabes lo que he invertido en vajilla y cristalería. Esto no se corresponde con la idea que yo tengo de cuidar al cliente, de hacerle sentir en casa", añade. De ahí que haya tomado una decisión honesta, pero también rápida. "Hace dos meses, fue la primera vez que pensé: no me creo lo que estoy haciendo. Y si dudas de eso, mejor cerrar", manifiesta.
¿Y ahora qué? Cabe suponer que no será la última aventura empresarial de Josué, pero de momento se imagina su futuro en escenarios más sencillos. "No estoy pensando en otro restaurante; estoy abierto a lo que pueda venir. Prefiero estar haciendo un menú de 10 euros que meterme en un follón con otros inversores", reconoce con sinceridad.
No se va con una mano delante y otra detrás: el talento le viene de serie y puede ponerlo en práctica en cualquier parte. "Lo que me queda es la cocina que hago, y me la llevo allá donde vaya, pero un restaurante no es solo la cocina", reconoce.
Aunque el local pertenece al hotel en el que se encuentra, y presumiblemente albergará un nuevo restaurante, Boix muere con Josué. "Me da mucha pena, pero la aventura se ha acabado", dice. Renuncia a la ilusión, al romanticismo de estos cuatro años. "También es cierto que, como no es la primera vez que cierro un negocio, no lo vivo con tanto drama. Es una etapa que se quema y ahora vendrá otra", afirma, pero la voz se escucha triste.
Josué, como le conoce todo el mundo, ya regentó su propio restaurante en València durante 8 años, que finalmente clausuró para emprender un largo viaje. A su vuelta, colaboró como asesor en los restaurantes de Ricard Camarena, especialmente en Central Bar. Al final fundó Boix Quatre, junto a Cristina Lozano en sala. Ahora toca redefinir el escenario.