Me pasé el otro día por el Richard en plena vorágine de Estrellas luciendo palmito en Gastrónoma; me pedí unas alcachofas a la plancha, pescaíto frito (de llorar), rebollones y chuleta de lo lomo alto, que me sopló José Manuel Alcaide que estaba de vicio. Era verdad.

La mesa de al lado era un runrún maravilloso que oscilaba entre las elecciones, este frío que no llega, Malú y Gran Hermano VIP: yo soy de Adara; al fondo una pareja (soy de los que hace oreja) no tenía su mejor día, pero ella sonrió a la altura de los chipirones —qué bonito debe ser hacer feliz a la gente. Ni una palabra de gastronomía, ni de Estrellas Michelin ni más temas que las tonterías del día a día. 

El pescado fresco de Pepín, la sonrisa de una familia entregada a la cocina y unas alcachofas sencillamente perfectas en su mejor momento: es una hortaliza de invierno y es ahora cuando comienza la recolección. Pagué (30€) y volví a mis cosas; qué soberbio bar es el Richard.