Qué gusto da ganar una apuesta y que el premio sea una cena en el Bar Ricardo
Era una apuesta tonta, discutíamos sobre la fecha de apertura de un restaurante. Mi contricante estaba convencida de que tenía razón, yo también, así que nos jugamos una cena en el Ricardo. Ese santuario gourmet donde comerte unas bravas superlativas o ponerte tibio a marisco si consigues pillar mesa, que no es nada fácil. Porque da igual el día de la semana o la hora que sea, en este bar de Doctor Zamenhof siempre hay gente. Desde el desayuno a la cena. Eso que en los nuevos locales llaman cocina non-stop lo viene haciendo este bar desde siempre de manera natural, sin vanagloriarse ni anunciarlo en Instagram, porque ¿para qué sirve un bar si no es para dar de beber y comer a deshoras?
Gané y mi anfitriona que es elegante hasta en el perder me dio carta blanca. "Pide lo que quieras, pero prueba las alcachofas", me dijo. Entre la bocanada a mar de los percebes, la sepia con mahonesa y la ensaladilla rusa, comimos unas de las últimas alcachofas de la temporada con ese velo de foie y ese huevo que todo lo mejora. No sé si tendré oportunidad de repetir hasta el año que viene. La próxima invito yo y le diré que pida ella. Lo que quiera, y estas alcachofas.