VALÈNCIA. Valery Gergiev hizo, la noche del lunes uno de los conciertos más memorables de la temporada en el Palau de La Música con la Orquesta Sinfónica del Teatro Mariinski. Era el primero de su gira española con una sesentena de músicos de primer nivel. Y a pesar del nivel, hablar de gira europea es un rareza en el contexto en el que 2021 se está desarrollando. “España es el único lugar de Europa que mantiene los teatros abiertos. Es un milagro”, puntualizó ayer en una rueda de prensa en el Palau de la Música. Pues aún más: el de ayer fue el primer concierto de una orquesta extranjera en territorio español en el 2021.
Del concierto ayer, Joaquín Guzmán ha hecho una crónica en este mismo diario, con una elocuente conclusión: “Éxito absoluto, como no podía ser menos”. Se espera la mismo en los dos bolos en Madrid, el de Barcelona y el de Girona. El maestro Gergiev llevaba 10 meses sin dar una rueda de prensa, comentó. Tampoco quería hacer la de ayer, dijo también. Pero su molestia fue una oportunidad también para recoger algunas ideas sobre hacer música en tiempos pandémicos, sobre su propio oficio y el paso del tiempo, y muy a su pesar, la política rusa.
Su crónica personal del concierto de València ya anuncia algunas lecciones: “Ayer fue una estupenda. No creo que los directores tengan que explicar qué pensamos de cada concierto, porque se trata de que el público disfrute. Y bueno, que los directores también disfruten. Hubo una buena voluntad por parte de los músicos y una calurosa acogida por parte del público. La gente pudo disfrutar de un concierto en directo, y eso es muy importante. Antes, ir a un concierto era algo fácil; pero en estos tiempos, es algo difícil o imposible. Ahora cada concierto es especial. Por otra parte, los músicos llevábamos sin tocar muchos meses, y nosotros dedicamos muchos años de nuestra vida para poder dedicarnos a esto. En todo el mundo, estamos pasando momentos difíciles porque queremos y necesitamos trabajar de lo nuestro, así que el concierto fue tan disfrutable para el público como para nosotros”.
La formación que trae a España es la parte que puede tocar con distancia de seguridad, la inmensidad de la Mariinski se queda en 60 personas, aunque se ha adaptado el programa para explotar al máximo los recursos disponibles (y lo consigue de sobra). También se les ha hecho PCR a todos los músicos, limitan muchísimo sus movimientos en España y llevan mascarilla durante todo el concierto. Gergiev no la llevó puesta y es que un director tan expresivo como él necesita también el rostro para hacer su oficio.
La situación actual, en todo caso, no le da miedo. “No quiero sonar arrogante, porque decir que no tienes miedo en la situación no es muy cabal. Pero si estás en el escenario, el miedo no es un buen compañero para el artista. La Mariinski tiene que tener mucho cuidado, ya no solo con la salud de los músicos, sino también el del público, por eso ya no hacemos programas para público infantil o escolares. La palabra no es miedo, es precaución lo que tengo. Y la tristeza de perder a varios amigos durante la pandemia, como todo el mundo. El sufrimiento de las personas también se desprende”.
Fueron solo dos preguntas, pero fueron suficientes: “Llevo mucho tiempo sin dar una rueda de prensa. Me lo tuvieron que pedir y no lo tenía muy claro. Si hubiera sabido que me iban a preguntar sobre política, seguro que no habría aceptado, porque soy un hombre muy ocupado y tengo cosas mejores que hacer. Cualquier pregunta sobre música será bien recibida”.
Estas declaraciones las hizo tras responder la segunda pregunta sobre su conexión con el gobierno de Vladimir Putin. En las dos, de las respuestas no destaca tanto su simpatía con el presidente de Rusia como que es “músico y tiene 200 actuaciones al año”. La Mariinski, a su entender, no hace política, así que ni boicots, ni valoraciones políticas.
Sí tuvo tiempo para explicar el concierto que dio en Palmira en 2016: “No fue un concierto de celebración, sino de homenaje a la arquitectura de una ciudad milenaria. ¿Os gustaría que alguien llegara a Mérida y destruyera su patrimonio? Lógicamente, no. Pues lo que no se consiguió en miles de años, se ha destruido en el momento en el que más tecnología y armas hay en el planeta. Eso es lo que hemos permitido”.
Una vez vuelve a la música, Valery Gergiev vuelve a dar titulares como churros. Aquí van unos cuantos: “Dirigir es la parte fácil, trabajar con gente es lo más complicado. Un director no puede hacer que el artista se enfade, y menos el público, porque le hará miserable. Por muy bueno que seas, no te puedes permitir el lujo de apartar a la gente, de comportarse como si estuvieras por encima del bien y del mal”.
Contó también la anécdota de un chascarrillo con moraleja que le dijo su maestro, Ilya Musin, cuando debutó con la Mariinski con 25 años en un gran montaje: “No te preocupes, lo complicado son los primeros 70 años”. “Hay que leer mucho, escuchar mucho, formarse y estudiar. Por eso los 70 parecen ser los años en los cuales tienes la experiencia y la sabiduría suficientes. Los 70 parece ser, para algunos colegas, su edad de oro, como los buenos vinos, y escriben los mejores años de su carrera. Mejor incluso que en aquellos años en los que se está más energético”.
Ahora Gergiev tiene 67 y tiene planes: “Aunque llegara a tener 150 años, no tendría la oportunidad de dirigir todas las grandes composiciones que se han hecho, así que tengo que saber utilizar bien el tiempo y no desperdiciarlo. Tengo que elegir bien qué me hace feliz”. Quiere hacer una decena de obras que, o no ha hecho aún (Guillaume Tell de Rossini), o hizo de joven y quiere revisitar con su experiencia (La Cenerentola, también de Rossini). Hace dos años escuchó, tocó y se obsesionó con Bruckner y le cambió la vida. No quiere dejar de seguir viviendo eso.