De viaje y a saltitos

Andurreo bilbaíno y viva el vino

Hoy es viernes y de nuevo de viajes y sus copeteos, que mira que nos gustan a lo loco y sin mareos. Así que nos vamos de andurreo y nos toca por Bilbao, que ahí le has dao.

| 29/09/2023 | 4 min, 15 seg

De vinos y algún que otro cóctel, que aquí hay mucha variedad y de la buena. De bar en restorán, siempre surge un plan. Siguiendo el consejo de los que saben y comparten. Solilla y en compañía, que hay ganas para todo, tía. Combinando clásicos, con botellas locales y otras de diversos lares. En paseazos con paradita en museo y su Puppy tan colorido y florido. Algarabía que se torna en sencilla alegría con la primera parada. En Residence y con su Negroni. Balancín de balanceo verdadero. Con su amargo necesario que, aunque no se tome a diario, nos fascina antes de una deliciosa comida. Para abrir apetitos importantes, porque viene mucha telita por delante. Y nos lo bebemos en un tranquilo instante con unas aceitunillas.

Continuamos, que tocan momentos de gozar y recordar. Porque vamos al Islares del querido Julen Bergantiños y estad atentos, niños. Que aquí hay cocina de verdad. De pensamiento y territorio. Con talento y sentimiento. Y con carta de vinos que invita a pasar un agradable rato, para lo que elegimos el Guímaro Finca Meixeman 2020 (Guímaro). Pícaro de la Ribeira Sacra a base de Mencía y otras cositas. Fruta fresca con seriedad al aldo de ese guiso de pies de porco celta con kokotxas.

Es tiempo de ir a Cork en quedada improvisada y que no podría haber sido mejor ni aun soñada. En ese bar que es fijo en nuestras visitas bilbaínas y donde nos dejamos llevar y, en esta ocasión, tentar por un gurbujismo del lugar, el Adarbakar (Doniene Gorrondona). Mezcla de hondarrabi zuri y munemahatsa elaborado por el método tradicional. Con cero de dosage y que se muestra finito, frescales y elegantón. De esos que desaparecen sin sentir más que placer y que se hace obligatorio con el steak tartar de Jonathan, picantito como queremos.

Recurrimos ahora a un clásico recurso. Nos encaminamos a lo viejo y vamos a tiro hecho, al Basares, cómo no. Con encuentros sorpresivos y lo de probar tragos que no dejarán indiferentes. Como el Nekazari 2020 (Hasiberriak), txakolina con diez meses de lías en ánfora y depósito. Intensidad algo intensita. Matices que van cambiando de forma, pero no de sitio. Díscolo por lo diferente de esa gente que desea hacer lo precioso. Dar y recibir cuidados sin necesidad de pedir nada más allá de esas anchoas tan ricas.

Entre cócteles y ostras

De ahí a un afamado y con razón, que su mixología no es del montón. Con el nombre de La Mula de Moscú nos encontramos ante el bullicioso jaleo propio de esos sábados noche en que la juventud baila. Y nos andamos con pocas tonterías, que queremos un Dry Martini, ideal medidor de calidad. De tal modo podemos dar credibilidad a todo aquel que dijo que no podíamos faltar. Por canónicos sabores en la sequez requerida y con un revoltijo de esos de frutos secos y muchos kikos.

Volvemos a otro de los que no nos pueden faltar, por fácil y divertido. Se trata de El Puertito, con su muestrario de ostras de aquí y allá, igualito que los vinos de su pizarra. En diminuto espacio, que para qué más, si es ideal tal cual. Nos tomamos un Domaine Alexandre Guy & Olivier Chablis 2020 (Domaine Alexandre Guy & Olivier), chardonnay de profundas acideces. Sencillez con sus cositas que ofrecernos para que deseemos quedarnos. Porque lo dice directo y mirando a los ojos con sinceridad y un par de los consabidos bivalvos.

Tira y porque me toca, que hay que ir a uno de los nuevos para nosotros. Y muy bien, oye. Ramona de tapeo en barra que es tentación. Con sus copas del día o la semana y en aquel domingo con el Aitu! Txakolin Baltza (Bodega Magalarte). Tinto de hondarribi beltza y algo de garnacha que asombra por diferente. Y tan elocuente que se declara de pueblo y campo con todo su encanto. Entre hierbas gorditas y balsámicas. Con potencia a su manera y sabrosura madura en alianza con el pincho de puerro.

Llega el final de la escapada y, cómo no, con una Felipada. En el Alameda, bareto de los nuestros y que jamás nos falten. Con una cerve fresca y para qué más. Desayuno pensando en lo que dejamos atrás y en lo muchísimo que nos espera. Ese hogar que se vuelve a calentar para que los retornos sean casi ansiados. Abrazos que es necesario que sean dados y que se volverán a hacerse realidad en breve, porque no nos vamos del todo. En dos semanas más, tristrás.

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