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Antonio R. Almodóvar: "En los cuentos originales las princesas eran activas y mostraban su valía"

Una charla para romper y crear encantamientos, reivindicar la tradición oral y rastrear el ADN de los relatos populares

14/02/2022 - 

VALÈNCIA. Los seres humanos estamos hechos de historias, las que contamos a los demás y las que nos contamos a nosotros mismos, las que escuchamos e interiorizamos, las que apelan a nuestras pulsiones fundamentales y nos plantean interrogantes, las que nos hablan de quiénes somos y de qué peligros nos acechan. Nada vence a una buena historia. Durante generaciones y generaciones, las narraciones orales compartidas junto al fuego ayudaron a los individuos a interpretar el mundo y a relacionarse con su comunidad. Muchas de esas historias han llegado hasta nuestros días disfrazadas con los ropajes que los siglos les han ido colocando encima. Pero perviven en sus esencias y mantienen el magnetismo de la primera vez que fueron pronunciadas. 

De los ecos que producen estas creaciones sabe bastante Antonio Rodríguez Almodóvar (Alcalá de Guadaira, 1941), quien lleva toda una vida entregado a rastrear el ADN de los cuentos populares y celebrar sus símbolos y códigos. A esta misión se ha entregado tanto en sus tareas de investigador y académico como en su faceta de escritor. Así, se ha empleado a fondo en la recuperación de los relatos orales españoles, a los que ha vestido de pieza escrita en tomos como Cuentos al amor de la lumbre (Alianza). No es casualidad que Ana María Matute lo llamase  "el tercer hermano Grimm".

Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil, 2005, por su pentalogía El bosque de los sueños (Anaya), Almodóvar cuenta en su zurrón de autor con cincuenta títulos publicados en los que conviven poemarios, novelas, ensayos, volúmenes de relatos infantiles y otras muchas hierbas. Si en tus estanterías de la niñez (o de las niñeces a las que has criado) habitaba algún tomo de Cuentos de la Media Lunita (Algaida), te informamos de que has formado parte de la audiencia de este recolector de historias. Y es que, con más de 64 títulos en danza, esta colección basada en los cuentos populares españoles, lleva varias décadas inundando habitaciones aulas y bibliotecas con peripecias como El gallo Kirico, El castillo de irás y no volverás, Juanillo el oso o Blancaflor.

El pasado fin de semana, Almodóvar participó en la nueva edición de Al Caliu de les paraules, el festival de la oralidad organizado por L´ETNO y que en esta ocasión giraba en torno a los cuentos de encantamientos. Y como en Culturplaza somos avispados cual duende que aparece en una encrucijada, aprovechamos su paso por València para charlar sobre la fuerza ancestral de la narración oral, el valor simbólico de los relatos y el origen neolítico de Cenicienta. 

-¿Qué poder reside en los cuentos populares para que hayan ido pasando de siglo en siglo, de generación en generación?

-Eso es un poco misterioso, como casi todo lo que rodea a la tradición oral. Parece como si hubiera una necesidad colectiva en la mente humana de formar parte de un imaginario común. Y da la impresión de que eso acompaña a la humanidad desde los orígenes más remotos. El ser humano comenzó a caminar contando cuentos y necesitaba contar cosas que tuvieran que ver con la formación del pensamiento simbólico, que creo que es la clave de todo. Esas narraciones orales son un mecanismo muy eficaz y seductor de transmisión de ideas, nada le iguala en eficacia de expansión, fíjate lo lejos que han llegado esas historias.

-Esa necesidad de la mente para formar el pensamiento simbólico se repite en todos los niños. Durante la infancia, todas las personas deben desarrollar una capacidad intelectiva en torno al símbolo, es más importante incluso que la memoria y la imaginación. Si no hay pensamiento simbólico no hay humanidad, ya que el ser humano se caracteriza por poder pensar de manera abstracta, conceptual.

-Precisamente por ser un fenómeno tan asociado a la esencia misma del ser humano y su relación con la comunidad, ¿qué constantes podemos identificar en relatos de distintos enclaves geográficos y épocas históricas? 

-El aspecto que más se repite en diferentes culturas es la existencia de lo que llamamos cuentos maravillosos. Hay varias teorías que intentan explicar que haya Cenicientas y Blancanieves en prácticamente todo el mundo. Sabemos con bastante seguridad (y hay datos científicos al respecto) que en la antigua cultura indoeuropea a finales del Neolítico, hace entre 5000 y 6000 años, estas historias se difundieron con especial intensidad: los mismos cuentos aparecen en áreas y momentos muy distintos.

De hecho, dentro de la lingüística, la rama de la filogenética estudia mediante procedimientos matemáticos las distintas variantes de los mismos cuentos en las sociedades descendientes de la indoeuropea. En mi opinión, el cuento maravilloso instaura un canon narrativo que sirve para explicar todo lo que está sucediendo en ese momento.

-¿Cómo podemos acotar qué es un ‘cuento maravilloso’ y diferenciarlo de otras narraciones orales similares?

-El elemento que identifica a este tipo de relatos es la transmisión de un objeto maravilloso por parte de un personaje secundario a un personaje necesitado, sea héroe o heroína, para restaurar una armonía social que ha sido rota por el adversario. Sin objeto maravilloso no hay cuento maravilloso. Y, del mismo modo, sin conflicto no hay historia: habrá mensaje, pero no hay una historia. De hecho, un buen cuento se caracteriza porque tiene un conflicto potente al principio, un desarrollo en forma de intriga y un final, a ser posible, sorprendente.

Las claves para analizar con claridad estos relatos están en los estudios de Vladimir Propp, el formalista ruso que en 1928 descubre que la estructura interna de ciertos cuentos es la misma en todas partes. Propp consigue conectar historias muy diferentes a través de una estructuración formal que no se ve, pero que está ahí. En la tradición popular no hay escritura, todo se confía a la memoría. Y, precisamente, entre las capacidades de la memoria está la de construir un canon de fácil recuerdo para que el narrador no se pierda y cuente el cuento siempre con los elementos fundamentales que permitan transmitir de manera simbólica a la comunidad las cuestiones más relevantes.

-¿Y cuáles son esas advertencias y conocimientos básicos que se querían lanzar a la comunidad en esa época?

-En los últimos tiempos, estoy formulando una teoría que propone que estos cuentos intentan prevenir a la humanidad de las consecuencias que pueden surgir de una de las grandes novedades que se producen en la revolución neolítica: la instauración de la propiedad privada de la tierra con carácter hereditario, es decir, la idea de acumular y legar las tierras a los hijos e hijas reconocidos como ‘propios’ a nivel biológico y social. Este concepto supone un cambio fundamental en la organización social humana, un punto de inflexión radical. Y en ese mismo sentido, en muchas ocasiones advierten de cómo en las sociedades agrarias la imposición de principios patriarcales tan fuertes las mujeres quedan marginadas, sometidas y educadas de una manera que merma sus cualidades psíquicas y les niega la capacidad de pensar. Por eso, en muchos cuentos maravillosos las princesas protagonistas tienen ciertos ‘defectos graves’ que las hacen difícilmente homologables para esa sociedad: son tontas, caprichosas, han nacido sin la capacidad de reír...

-En alguna ocasión anterior has comentado que las moralejas de los cuentos son “un postizo pequeñoburgués” del que carecían los relatos populares en su origen. ¿Qué proceso lleva a incorporarlas?

-La introducción de la moraleja es una forma de convertir en doctrina los cuentos populares, llevarlos a la ideología pequeñoburguesa y adaptarlos a sus valores. Del pensamiento simbólico se pasa así al pensamiento doctrinario. En las tertulias campesinas primigenias no había moralejas porque el objetivo era la formación del niño y el recuerdo de los mayores para que no olvidaran lo que debían seguir transmitiendo a las siguientes generaciones, para que siguieran caminando. Lo importante era el desarrollo de un pensamiento crítico alrededor de una historia, aprender a interpretar el mundo a través de esos cuentos.

En el siglo XIX se intentan convertir los cuentos en un artefacto doctrinario a favor de la ideología dominante y cambia el rol de la mujer en esas historias: pasan de ser personajes proactivos a seres pasivos, pues al poder le interesaba tener a la mujer dominada. ¿Por qué desaparece la segunda parte de La Bella Durmiente? Porque ahí la princesa tenía un rol mucho más activo y mostraba su valía. Estaba en Perrault, pero en Grimm ya no está. Es necesario recuperar esas historias originales en las que los personajes femeninos no son figuras constantemente desvalidas. La Cenicienta primigenia transmite la historia de una mujer que intenta escapar de un ambiente que la asfixia y ese es un mensaje que la humanidad se dio a sí misma hace muchos siglos. Blancaflor llevaba todo el peso de la acción y ayudaba al príncipe a salir adelante. Y, del mismo modo, antes del siglo XIX había un Príncipe durmiente, un Ceniciento… Pero qué casualidad que esas versiones masculinas desaparecieron…

-En la actualidad, prolifera un tipo de obras infantiles que casi tratan a los niños fueran tontos, que no les plantean retos y resulta hasta ñoñas…

-No se confía en que la mente simbólica del niño es muy potente. Hay que dejar que la mente infantil descubra por sí misma qué símbolos hay en una historia, hay que dejar que piensen y construyan, darles ese voto de confianza. Si les presentas relatos en forma de doctrina estás asfixiando su capacidad de pensamiento crítico. Existe una tendencia hacia las historias rocambolescas y desarticuladas que dificultan el proceso de reflexión.

-¿Qué lugar ocupa la narración oral en la vida adulta? ¿O es algo de lo que nos desprendemos al crecer?

-Todos estamos fascinados por las historias que nos cuentan, da igual la edad que tengamos. La mente simbólica no para. El ser humano, antes que cualquier otra cosa, es una criatura reflexiva, pensante. Nacemos y morimos con ganas de saber, de conocer y analizar.

-Muchas personas adultas, aunque no sean aficionadas a la literatura, sí recuerdan con mucho cariño los cuentos que les leían de pequeño o con los que aprendieron a leer. ¿Por qué se generan esos vínculos tan fuertes con nuestras primeras lecturas?

-La estructura de la mente se forja en los primeros años y los cuentos ayudan positivamente a una buena construcción del mecanismo pensante. Los niños muy pequeños se aferran a sus cuentos favoritos y quieren que se los narren una y otra vez de la misma forma, utilizando exactamente las mismas palabras. ¿Por qué? Porque esas historias están contribuyendo a construir su andamiaje mental. Y si le varías una palabra, le estás quitando una pieza a esa estructura que se está formando, al disco duro de su mente que le va a acompañar por el resto de su vida. Es prodigioso el mecanismo de la mente infantil y no lo cuidamos lo suficiente.

-Durante mucho tiempo, se ha considerado la literatura infantil y juvenil (LIJ) como un género de segunda categoría, ¿sigue vivo ese prejuicio?

-Yo siempre digo que se trata de ‘literatura invisible’ ya que no aparece en ningún sitio, solo está presente en colegios y librerías. Y ese desdén hacia la LIJ favorece que ahora mismo, haya mucho libro para niños y adolescentes de consumo rápido, historias banales que no hacen nada por la construcción del pensamiento crítico, el ejercicio libre de la mente o el entendimiento de los mecanismos del poder. Eso me parece muy peligroso.

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