Es el momento más alegre del año. Toca brindar y disfrutar porque ya tenemos ente nosotros el nuevo Anuario 2020. Queremos ser felices y que vosotros lo seáis a nuestro lado
VALÈNCIA. Es viernes, y es temprano.
- Terrés, ¿cómo será el Anuario de este año?
“El Anuario será alegre”, dice él.
Una frase para condensar todo un año de trabajo. Desde aquel invierno en el que tomamos el pulso a la edición anterior, hasta la primavera, cuando afloraron las conversaciones sobre el nuevo vástago. Sí, este Anuario Hedonista 2020 que ahora presentamos. Que si más luz, que si más agua, que si el Mediterráneo. Y entonces se nos vino encima el verano, cuando decidimos el diseño y el formato, cuando nos bañamos en la idea de la felicidad, porque lo único que al final nos queda es la risa (y mejor si se suelta alrededor de la mesa). Venimos a hablar de los lugares que nos transmiten alegría, donde se nos van las penas. Esos que en otoño hemos salido a devorar para ahora cerrar el ciclo y contar nuestro relato.
Lo dijimos el año pasado, pero lo volvemos a gritar: queremos ser el Anuario de la gente. Y por eso pasamos de soles, estrellas y constelaciones, que la vida se disfruta agarrado a la barra. Apenas recomendamos un puñado de casas (en realidad 84) donde nos sentimos bien. Esta ha sido la hoja de ruta, la seña de identidad, durante los casi cinco años que llevamos haciendo nuestra (vuestra) Guía Hedonista. La Guía de todos. La Guía de la gente.
Jesús de nuevo: “Es que, si yo me fuera a morir mañana, no cenaría en un tres Estrellas”.
- Entonces, poniendo que lo hicieras en un restaurante, ¿cuál sería?
Sería el bar de toda la vida, el restaurante donde tuviste aquella conversación, la barra donde te pegaste cuatro risas, el garito en el que soltaste cuatro lágrimas. Ahí, JUSTO AHÍ, pasa todo. En la intimidad de los momentos que compartes, con la comida y el vino como acompañantes, pero el protagonismo puesto en el instante. A esta vida hemos venido a vivir. Así que las servilletas sobre la mesa, que nos vienen más sueltas que en las rodillas; los snacks y los prepostres para quien los quiera, que no es el caso; y la conversación con esa persona que tenemos enfrente, la que nos mira porque nos conoce, incluso porque nos quiere, en el centro de todas nuestras atenciones. Se agradece la amabilidad del maitre, pero hasta ahí. Solo de esta manera se goza, se recuerda y se venera la gastronomía.
Porque hay momentos en los quieres una caña de cerveza, y no una copa de Borgoña. En los que te gana la honestidad de una tapa, en lugar de un plato con infinidad de elaboraciones. Y en base a esta idea hacemos nuestra clasificación, que no viene a premiar los estándares de refinamiento, sino los niveles de felicidad. Aquellos lugares donde fuimos felices.
- ¿Cuándo sois felices frente a la mesa, compañeros?
“En mi caso la felicidad comienza incluso antes de sentarme. Soy alegre cuando busco ese hueco en la agenda, pienso dónde ir y, a veces, hasta cotilleo la carta (o pregunto a alguien) para saber qué pedirme”, responde Olga. Y de los instantes previos también es Diego: “Me hace muy feliz ese momento, ese tiempo regalado, que un buen amigo describió como la dulce espera. Esos minutos que preceden a la reunión frente a la mesa con unas 'olives trencades’, una cerveza o la copa de vino”. Lidia pone blanco sobre negro: “Hay felicidad en un plato de jamón ibérico. O una parelleta de gambas rojas de Dénia”.
Porque al final no es tanto el qué, sino el cómo. “Comer -allí, aquí- tiene la cualidad de poder ser el escenario y la representación. Cuando la comida y lo que la rodea encajan, entonces sucede lo fugaz: quedarse a vivir en el instante”, que dice Molins. Y sigue Paula: “No sé explicarlo ni tengo claras las razones, pero comer me pone de buen humor. Si la comida no es lo que esperaba, esta pasa a un segundo plano; si por el contrario supera mis expectativas, el mundo me parece un lugar mejor. Y luego las sobremesas largas, el recuerdo y las ganas de volver a empezar”. Como Kike, que es feliz cuando hay ningún tipo de prisa, “cuando el único objetivo es sentarse a disfrutar de la comida y la compañía”.
Marta me desmonta, en apenas una frase, porque yo habría respondido lo mismo.
“Soy feliz en la mesa cuando estoy con mis mejores amigos”.
Todas las personitas de ahí arriba, esas que hablan de felicidad, han hecho posible el Anuario de hoy. Desde el director, Jesús Terrés, que carga con todas las críticas; a la coordinadora, Olga Briasco, que se las ve con todos los retrasos. Luego están las firmas de la casa: Paula Pons, Lidia Caro, Vicent Molins, Macarena Escrivà, Marta Moreira y la que escribe este texto, Almudena Ortuño. Las fotos corren a cargo de Kike Taberner, aunque quedan algunas postales de Marga Ferrer y Miguel Cinteros. Y claro, todo esto no tendría sentido sin el diseño igualador de Diego Olbiol, que consigue ponernos de acuerdo a todos. Las 170 páginas resultantes son el fruto de un trabajo, que (creednos) se hace por amor a la gastronomía y a la hostelería. A los cocineros y a sus platos. A la sala y al vino.
Que si risas, que si humor, y cómo no mencionar las preciosas ilustraciones que ha coloreado con esmero Lalalimola (Sandra Navarro). ¿Quién más feliz que ella? ¿Quién con más luz?
- Oye, Jesús, ¿y qué les decimos a los que van a gruñir?
“Les decimos que somos un grupo de gastrónomos (ante todo) y periodistas que solo pretenden hacer bien su trabajo y hablar desde la honestidad y el corazón. Que no pretendemos vender a nadie verdades absolutas: porque no creemos en ellas. En el Anuario, tan solo un puñado de casas de comida donde somos felices. Tan fácil y tan difícil”.
Insistimos en una idea que todavía está por asentarse: estamos de vuestra parte. Nunca por encima, tampoco por debajo, sino justo al ladito. Y sobre todo, estamos de parte de los que comen, de los que disfrutan de la buena mesa, en una ciudad con tantas posibilidades como València. Si es que nos sobra Mediterráneo. Toca contemplar el horizonte con honestidad y entender que, precisamente, las cosas sencillas a veces son las más poderosas; que seremos felices en la medida que sepamos valorar lo que nos rodea; que la risa es nuestra única defensa frente a toda las tragedias. Comamos, bebamos, brindemos. Disfrutemos de los pocos minutos que nos restan en este mundo, donde nada (o casi nada) importa mucho.
Aquí un Anuario para el gozo. Un Anuario que hemos hecho con alegría.
Un Anuario con el que esperamos que seas muy feliz.