El crítico gastronómico ya no goza del prestigio de antaño. El crítico gastronómico es una especie amenazada, en peligro de extinción. Salvemos al crítico gastronómico. Apadrina un crítico
Tras este minuto publicitario, quisiera contarles que el otro día celebramos el nacimiento del Anuario Hedonista, una moleskine negra y molona que sólo puede uno amar desde el momento en que le cae en las manos, como una de esas criaturas gelatinosas que te miran y tienen tus ojos.
Terrés, el feliz papá, condujo un interesante debate donde, entre otras cosas, preguntó a sus invitados: ¿qué esperáis de los críticos gastronómicos? Ricard Camarena no esperaba nada, que opinaran lo que quisieran pero sin extralimitarse, que no juzgaran alegremente un resultado que es la culminación de un proceso de trabajo, uno se pasa muchas horas pensando un plato como para que venga alguien y en dos minutos te diga esto sobra o esto falta. Begoña Rodrigo iba en la misma línea, no improvisamos, no hacemos las cosas porque nos sale de la peineta y añadía que en muchos casos los críticos se guían por filias y fobias. Ricardo Gadea resumía en una palabra lo que esperaba de un crítico: honestidad, y, con un revés liftado devolvía al moderador otra pregunta: ¿es hoy viable la profesión de critico? ¿Quién paga la cuenta? Francis Paniego afeaba esa querencia de algunos críticos por descubrir jóvenes promesas para colgarse ellos la medalla, nuevos talentos que en cuanto no servían a sus propósitos eran abandonados. Claro que apuntaba que la alternativa tal vez fuera aún peor: el opinador espontáneo de Tripadvisor. Begoña ilustró sus palabras con un ejemplo de crítica del famoso portal: Me pusieron un tartar completamente crudo.
Y es que en general los críticos, ya sean literarios, musicales, cinematográficos o gastronómicos, tienen mala prensa. Son sospechosos de amargura, de frustración vocacional, a menudo resultan engreídos, malcarados y sin embargo gozan de cierto prestigio, poseen un aura de divinidad, inspiran respeto y autoridad. Es una extraña combinación: mala fama y prestigio, a veces cuanto peor es la fama, mayor el prestigio (véase Rafa García Santos).
Al menos así ha sido durante años porque hoy este equilibrio amenaza con romperse, y el ecosistema del crítico peligra. En efecto, la especialización, la autoridad en la materia son valores cada día más endebles, quién sabe si por esa perversión democrática por la que todas las opiniones valen lo mismo, por esa dictadura de chonismo que nos lleva a que millones de idiotas voten a un idiota como presidente, a que miles de espontáneos se dediquen a la crítica gastronómica en Tripadvisor.
¿Qué será del crítico de siempre? Yo en parte me alegro, y en parte me entristezco. Me alegro porque la crítica estaba pidiendo a gritos una renovación, que de pedestales y endiosamientos está empedrado el camino al infierno, pero también me entristezco porque la postverdad es sólo basura, y siento una infinita nostalgia al ver ese mundo seguro y conocido dar sus últimas vueltas en el sumidero.
¿Qué esperamos de los críticos? ¿Qué espero yo de un crítico?
Que traduzca al lenguaje normalizado esos otros lenguajes que no tengo por qué conocer. Que sea un filtro entre todo lo que sucede y yo. Pero sobre todo que tenga criterio, no mi criterio sino su propio criterio. Que posea un sistema de valores coherente y estable que sirva para trazar unas coordenadas que me permitan determinar dónde me hallo, que me permitan formarme mi propia opinión. Uno puede coincidir con Boyero o todo lo contrario, pero es sin duda un termómetro fiable para saber de entrada si una película te interesa o no.
El problema de siempre es que no tenemos otra forma de conocer la realidad que nuestros propios sentidos, y a veces, sólo a veces, estos resultan engañosos (que si hoy he venido con poco apetito, qe si a mí no me va la casquería, que si este cocinero me cae majísimo) ¿Cómo hacemos entonces para ecualizar esas pequeñas distorsiones internas, para que no anulen el resto de informaciones aportadas por los sentidos? Conociéndonos a fondo, sin duda. Dejando que esa máquina central que es el cerebro ponga cada cosa en su sitio.
Así que Conócete a ti mismo, eso es lo que espero de una crítico. Algo novedoso, que ya recomendó aquel muchacho griego.
Y por qué no, un poquito de pasión. La misma que demostró Curnonsky, el padre de los críticos gastronómicos, cuando decidió salir por la ventana el día en que su médico le comunicó que tendría que hacer dieta de por vida.