VALÈNCIA. En los últimos años, el turismo se ha multiplicado a escala global. Nos es más fácil y más barato coger un avión a cualquier capital europea que visitar algunas ciudades de nuestro propio país. Este creciente fenómeno, junto al estallido consumista natural que nos sucede cuando hacemos turismo provoca un síndrome en las propias ciudades, que acaban viendo la servidumbre al forastero como uno de sus principales focos económicos. Esto no tendría, en un primer momento, por qué provocar resistencias. Pero, ¿qué ocurre cuando los centros históricos mueren como barrio para convertirse en un decorado de cartón piedra y un comercio en el que los propios ciudadanos no creen?
Esta turistificación se ha podido notar en casi cualquier lugar, pero tal vez Madrid o Barcelona hayan sido los ejemplos más bestias. En los últimos 15 años, los movimientos vecinales han luchado contra un Goliat que se erigía en el centro con la complicidad de los gobiernos. Y mientras, una parte de la ciudad moría mientras otra crecía. En València, esto ha ocurrido en menor medida y a un ritmo más lento, y eso permite poder ver las cosas con mayor perspectiva, aunque también hay que destacar que los barrios de la ciudad también han sufrido en estos años.
En todo caso, hoy en Paseo no vamos a hablar de turismo, sino en un daño colateral, que es la desaparición del pequeño comercio tradicional. Un signo de la ciudad presente o pasada que parece tener poco futuro, o parece que quieran que tenga poco futuro. Andar y fijar la atención en ellos nos hará preocuparnos cuando los sustituyan por una tienda de souvenirs o una cadena de cafeterías. Fijarnos en ellos también pondrá el foco público en cómo conservamos algunos de los elementos de las ciudad que se transforma, como hacemos con la arqueología de siglos atrás.
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Siempre al día de las últimas noticias
Publicado: 17/08/2020 ·
19:11
Actualizado: 18/08/2020 ·
06:24
- Los signos de la ciudad que dejamos morir · Arquitectura y patrimonio · Valencia Plaza
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