VALÈNCIA. Virginia Lorente es retratista, aunque ella no lo pretenda y aquello que dibuja sean más bien siluetas afiladas de arquitecturas sensibles. Pero son también retratos de edificios a los que hace hablar. El último, el Edificio Barrachina de la Plaza del Ayuntamiento de València. Un goerlich en colaboración con Almenar y Borso di Carminati que ahora Lorente ha trazado destacando el cierto carácter alado de la edificación.
En esa conversación que se origina al representar lo que aparenta estar congelado, acude el creador Javier Mariscal, que está en Grecia cuando responde aunque parte de sí sigue en el Barrachina, en su bar: “para mí fue como la Capilla Sixtina. Aprendí desde allí las letras: las del café, las de los títulos de los bocadillos… Me emocionaba cuando mi madre nos sacaba a comprar ropa y nos prometía ir luego a merendar a Barrachina. A la barra redonda, a la barra de los bocadillos, la de los platos combinados… Era uno de los locales más maravillosos del mundo”.