VALÈNCIA. Arte para hablar de la memoria, elementos que reparan el recuerdo y que expuestos en una galería son una declaración de intenciones en sí misma. Dos exposiciones, dos espacios, dos historias y dos artistas: Antonio Ovejero y Mar Reykjavik, que este año rescatan la memoria que se cuela entre los objetos en Si todo fuera de terciopelo y To the wind, respectivamente.
En To the wind, una muestra comisariada por Carles Angel Saurí que se puede ver en Rosa Santos, Reykjavik exhibe un ensayo audiovisual que habla sobre “la tradición y la censura que se construye a través de objetos, citas, anacronismos y errores de traducción” que encuentra dentro de la canción Al vent, escrita por Raimon en 1964 y censurada por el franquismo. Vinilos y cintas acompañan a la proyección de la sala para barrer la censura a un lado y dar a estos elementos el protagonismo que merecen.
Ovejero recala en la galería CLC Arte con su muestra Si todo fuera de terciopelo, en la que “engalana” las cerámicas y las decoraciones típicas de los recibidores de las mujeres mayores para “evocar la memoria de generaciones anteriores” y hablar sobre “el papel activo de las figuras femeninas como depositarias de una cultura compartida”. El soporte mullido sobre el que coloca estos objetos le sirve para navegar entre lo íntimo y lo estructural para hablar de piezas que son las protagonistas de la muestra.

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Ambas exposiciones sitúan a los objetos como protagonistas, los engalanan y los elevan convirtiendo la galería en un lugar en el que el juego, la reflexión, la reivindicación y la memoria se abren paso entre los lienzos. Tanto Ovejero como Reykjavik emplean las galerías de arte como escaparate para mostrar las piezas que han marcado su producción artística. Para Reykjavik este ejercicio resulta clave a la hora de hablar de un espacio en el que la música se convierte en una herramienta de supervivencia ante el régimen franquista. Junto a Iris y Coco burla la censura traduciendo Al vent al inglés y reflexiona sobre la imposición de las lenguas para encriptar los mensajes.
“Jugamos con el espacio y con significados para hablar de cómo se encripta la lengua para cantar un lema. En el estudio -Polar Studios, el mismo en el que grababa sus temas Abba, en Suecia- hacemos diferentes ejercicios para encriptar el mensaje y seguir cantando sobre lo que nos interesa”. Una operación de traducción que se contempla y explica en la pieza audiovisual que preside la sala y que se comprende en el “terreno de choque y resistencia” donde se pueden ver vinilos y casetes que también fueron censurados en la época franquista como Un ramito de violetas o La estaca.

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Para imaginar esta época no vivida, Reykjavik recurre a páginas de coleccionistas para conseguir ambientar la galería Rosa Santos. Los discos y cassettes que contextualizan la historia jamás contada de To the wind se celebran en esta muestra que forma parte de Abierto València. De la misma forma Ovejero recurre a los rastros para encontrar objetos que en su momento decorarían alguna entrada de una casa de una mujer mayor imaginada por el artista para que le sirvan de modelo a la hora de pintar.
Una acción que le sirve para “redecorar” la que fuera su casa y “regerenar un espacio que se ha perdido”. Ambos artistas buscan en internet y en las casas de sus familiares los objetos que le sirven para contar su relación con una época no vivida, y que ayudan al espectador a comprender su idea artística. Ovejero pinta jarrones, figuras falsas de Lladró y decoraciones chinas que ponen al objeto en un punto de inflexión. “Es una muestra en la las cosas se presentan por lo que son, estos se apropian del espacio y me ayudan a construir una realidad en la que lleno de terciopelo el hogar para darle un nuevo significado”.

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El objeto es protagonista para hablar de una época no vivida y para establecer un discurso sobre la pérdida. Además, acarrean una memoria única que ahora cobra un nuevo significado en la exposición. Reykjavik destaca que los elementos que dispone en To the wind le ayudan a centrarse en la cultura popular española y le ayudan a comprender una época que no ha vivido: “Ayudan a situar un espacio mental en el que me aproximo a la colectividad y al proceso de un relato. Yo he recibido la música como herencia y he vivido las consecuencias del fascismo, ahora son los materiales que están vivos -los del pasado y los del presente- los que me ayudan a hablar de una época a la que miro desde la responsabilidad histórica y con la idea de la reparación”.
Por su parte Ovejero regenera todos esos hogares en los que nunca ha vivido en un enorme salón en el que imagina que pasaría Si todo fuera de terciopelo mientras construye un hogar que se genera “desde un prisma muy elegante” y que le ayuda a hablar sobre la pérdida de su hogar y procesarla a través del arte. “Con esta muestra estoy rehaciendo el relato de un mundo que ha dejado de existir, de un lugar que se completa con objetos que hablan de una elección estética propia que funciona como una declaración de intenciones”, una que le sirve para encontrar su discurso e imaginar cómo serían algunos espacios en los que nunca ha estado.
Exaltando y poniendo en primer plano relatos de una época a la que no pertenecen, pero en la que viven buscan crear un espacio de intimidad en el que objetos que podrían ser totalmente ignorados en cualquier recibidor o estantería gritan a los cuatro vientos que están vivos y que cuentan una parte clave de la historia. Una parte del relato que para Reykjavik transforma los elementos al desplazarlos y ayuda a generar una transformación poética en la que se construyen relatos que encuentran su valor en el arte contemporáneo.

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