VALÈNCIA. En el arte existen muchos paisajes en los que uno querría quedarse a vivir. Las selvas de Rousseau, las estancias enigmáticas de Hopper… y hasta los pequeños bosques de la paisajista valenciana Rosa Torres. Ella misma confesaba recientemente a Culturplaza que la clave para crear sus propios paisajes era la de imaginarse cosas "que jamás había visto, pero que a su vez pensaba que le podrían cautivar". Casi con esa misma filosofía trabaja otra artista valenciana: Gema Quiles, quien explora esos pequeños lugares en los que querría quedarse a vivir y así crea El cesto, la fruta y la mano, una muestra en la que va más allá del paseo conceptual y se atreve a quedarse contemplando su propio entorno en la galería Tuesday to Friday.
“Esta muestra va incitando a que el visitante se quede, y que a la vez pida más. Va muy ligada con la idea de explorar, y a la vez abrazo el momento del descanso y de la observación”, un parón que se hace para contemplar el alrededor, y poner el ojo en todos los detalles. En su anterior muestra, Tras el árbol, junto a la fuente, se metía de lleno en un jardín conceptual en el que retrataba con estilo naíf todos los conceptos que convivían en su cabeza en ese momento: pájaros, fuentes, árboles y sombras formaban parte de esa naturaleza que le abría un espacio nuevo en el que poder vivir y relajarse.
Ahora Gema expande el campo de visión y mira hacia todos los lados: dibuja hormigas, conejitos, árboles y hasta raquetas y manteles. “Todo comienza con la idea de mirar lo que se esconde tras los árboles. De esta manera he podido darle un espacio a la pausa, a una historia que podría ser como de leyenda y que se cuenta también con tonos oscuros. Donde hay color hay oscuridad al mismo tiempo, y quien pasea también puede quedarse quieto para mirarlo todo”.
En estas obras contempla que da un paso más allá en su obra y la manera que tiene de trabajar y expresarse, pero sin abandonar el estilo que abandera. En el texto de sala, realizado por Ricardo Forriols, se explica que pudiera parecer que la pintura de Gema se construye a través de “pictogramas dulces, a los que se le suma la percepción sensorial”, y añade Forriols que al mismo tiempo trabaja lo figurativo inmersa sin quererlo en un fenómeno post internet que contempla el “bad painting” como una de sus vertientes.