VALÈNCIA. La ciudad de València se convierte en el epicentro de la celebración del 150 aniversario del nacimiento del pintor Manuel Benedito con una gran muestra convertida, al mismo tiempo, en la gran reivindicación de su figura y obra. Dos décadas después de que el Consorci de Museus le dedicara una exposición antológica, la entidad vuelve a asumir la batuta de su divulgación en València con la presentación de El pintor y los modelos, que presenta hasta marzo el Museu de la Ciutat y mediante la que se quiere ofrecer una nueva mirada a la producción del valenciano, un recorrido en el que conviven resultados con procesos. 

Entre unos y otros, la muestra realiza una panorámica que nos habla de las pinturas y maneras de hacer del artista, pero también de sus relaciones y biografía, un camino que pasa por sus estancias en Holanda o Italia así como de sus encuentros con personajes como Joaquín Sorolla, del que fue discípulo, o Concha Piquer, de la que se presenta una serie de dibujos de desnudos nunca antes expuestos y que evidencian la relación de “complicidad” entre uno y otro. 

“La principal celebración del 150 aniversario de Manuel Benedito es esta”, subrayó su comisario, Pascual Masià, quien, además, incidió en la necesaria puesta en valor de su obra: “Hace tiempo que este tipo de pintura se entiende y es apreciada. Hemos dejado atrás cierto sectarismo”. El experto presentó la muestra este jueves junto a la secretaria autonómica de Cultura, Marta Alonso; el gerente del Consorci de Museus, Nicolás Bugeda; el concejal de Acción Cultural y Patrimonio del Ayuntamiento de València, José Luis Moreno, y el presidente de la Fundación Manuel Benedito, Luis de la Peña. 

La muestra cuenta con varias novedades, entre ellas la exhibición de Autorretrato con ‘La vuelta del trabajo’ (1905), que se presenta al público por primera vez tras su adquisición por el Museo del Prado en 2024, pieza que perteneció a una colección particular desde su creación y en la que se puede apreciar cierta influencia de Velázquez. 

Es su faceta como retratista, precisamente, uno de los pilares de la muestra, una primera sección en la que se incluyen las mencionadas pinturas de Concha Piquer así como otros cuadros en los que captura al que fuera director del Museo del Prado Ramón Pérez de Ayala, o a Cléo de Mérode, estrella de la Ópera de París e icono de la Belle Époque, entre otros.

La influencia de Sorolla

El corazón de la muestra nos presenta a un Benedito distinto, con la exhibición de la parte superior del gran díptico Canto VII de la Divina Comedia. El Infierno de Dante que sale por primera vez de la Fundación Manuel Benedito y que se encontraba en el estudio del pintor, mientras que la parte inferior se encuentra en Santiago de Chile. En torno a la pieza se muestran numerosas pinturas preparatorias y bocetos que en ningún caso son menores, algunas de ellas con entidad propia y gracias a las que conocemos más sobre el pintor.

“Estos bocetos y estudios tienen valor por sí mismos. En ellos se descubren momentos de inspiración del pintor”, señaló el comisario. Efectivamente estos dibujos nos permiten completar el puzzle de un Benedito que también se explica a través de su relación con Joaquín Sorolla. En este caso, además, de manera evidente, pues se recogen los textos de cartas en las que Sorolla le realizaba distintos comentarios y sugerencias en torno a la composición, algunos asumidos por Benedito, como el cambio en la posición de Dante y Virgilio.

La estancia del pintor en la Academia de Bellas Artes de España en Roma fue clave en su trayectoria, pero también lo fue su periodo en Holanda, donde realizó algunas de las obras que más gustaron a la crítica. De ellas se reúnen varios ejemplos en el Museu de la Ciutat, piezas en las que, según Masià, se aprecia un Benedito “en plenas facultades” en las que sintetiza “todo su saber pictórico”.

Con esta muestra la ciudad reivindica a un Manuel Benedito que, a pesar de que desarrolló gran parte de su vida en Madrid, “nunca perdió de vista su tierra”, señaló Luis de la Peña. No en vano, fue nombrado hijo predilecto de la ciudad en 1926 y se le concedió la Medalla de Oro de la Ciudad en 1949, una ciudad que ahora le rinde el gran homenaje en su 150 aniversario.