VALÈNCIA. Entre los muros de un museo puede haber muchas cosas. Desde arte hasta fotografías pasando por cerámicas, luces, altavoces que reproducen canciones y hasta visitantes que observan curiosos todo a su paso. Se podría decir, de alguna forma, que un museo es un buen laberinto para perderse y encontrarse con el saber: un lugar en el que dejarse sorprender en el giro de cada esquina. En el IVAM este concepto se hace realidad a través de la muestra Disputa i pausa, que transforma la sala G7 del museo en un laberinto en el que seis artistas valencianas muestran el resultado de su trabajo dentro del programa bianual Art i Context (2023 - 2025) que sigue los procesos de los artistas y les acompaña dentro de un mismo concepto.
Ellas son Bella Báguena, Pablo Bolumar, Juan de Dios Morenilla, Marco Henri, Gema Quiles y Sandra Mar, quienes junto a la labor de las comisarias Ali Maderuelo y Julia Castelló se atreven a romper los muros de la enigmática sala G7 para abrir paso a su propio laberinto en el que cada muestra empieza y acaba sobre sí misma. Para Blanca de la Torre, directora del IVAM, este programa y esta propuesta es fundamental para poder poner el foco en las “creaciones emergentes de la Comunitat Valenciana yendo más allá de la exposición tradicional colectiva”, para ello se juega con un formato más experimental que apuesta por los “microformatos” que conviven dentro de la muestra y que a su vez se pueden leer de forma colectiva.

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- Foto: JUAN GARCÍA
“Esta muestra refleja el compromiso de esta institución con el tejido local, un compromiso que en esta nueva etapa se va a seguir reforzando y ampliando. Insisto en que lo local y lo internacional pueden operar de forma comunitaria y considero que esta muestra puede reflejar la solidez de las propuestas y el potencial del arte valenciano en la Comunitat”. Acompañando a estas seis artistas el IVAM se apoya también en el trabajo de las valencianas Elena Sanmartín y Elena Rocamora, del colectivo de mediación Elástica que ayuda a confeccionar un mapa con Orientaciones para un laberinto, que consiste en un objeto de mediación autónoma en el que plantean al visitante formas de releer la exposición a través de retos y preguntas para ver el museo a través de otros ojos.
“Desplázate por el espacio como si estuvieras cansadx”, “susúrrales a las obras sus títulos” o “desplázate por el espacio por el borde de la sala”, son algunos ejemplos de la forma de adentrarse en el laberinto, aunque también hay preguntas a las que ni las propias artistas ni el propio museo sabrían responder: “¿Quién protagoniza esta exposición?”, se puede leer en uno de los tarjetones de Orientaciones para un laberinto. Las comisarias tienen claro que Disputa i pausa es la respuesta a dos años de trabajo en el que todas las artistas han aportado su granito de arena para llenar toda la sala G7 de sus historias, que explicadas por ellas mismas cobran un significado común.
Siguiendo el orden del recorrido, un enorme banquete, de Gema Quiles, invita al espectador a sentarse junto a sus piezas. Una mesa llena de copas y borlas de colores sirven para que Quiles creen un espacio en el que hablar de “lo natural y generar un espacio de reunión”, mientras todo se refleja en una muestra muy pictórica que rodea a una instalación en la que hay “montañas y ríos dibujados sobre una mesa en la que están todxs invitadxs”. Tras su obra está la de la artista Bella Báguena, quien aporta sonido al laberinto con una instalación llamada Algo cayó con la que busca “acercar la experiencia auditiva de lo musical al espacio museístico”.

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- Foto: JUAN GARCÍA
“Es una invitación a una cueva oscura que parece también un escenario teatral. Es también un espacio que alberga una gran intimidad y que ayuda a que la muestra interactúe con el mundo. Encontrar una verdad entre la intimidad da valor a esta instalación, que habla también de cómo compongo mi música”, explica la artista. Avanzando por las paredes de la sala, tal y como indican las Elenas de Elástica se llega, pasando una cortina, al espacio que crea Sandra Mar en el que, basándose en la idea del laberinto, genera un cenador en el que caben tanto los encuentros ficticios como los reales. “Me sirvo de las piezas cerámicas para hablar de las relaciones afectivas mientras juego a recoger los espacios del IVAM. Piezas básicas como el cuenco repiensan sus materiales y se sirven de vidrio, tela y resina para que se conforme cada pieza”.
Sumergiéndose en un dispositivo que mezcla el diseño con la instalación, Pablo Bolumar genera un oasis en el que habla sobre la forma de limpiar un Canyar. Lo hace generando una empresa ficticia que busca soluciones para el problema ecológico de las cañas en las márgenes de los ríos de la Comunitat “para limpiar barrancos y presas” y pensando en una visión futurista con efectos regenerativos sobre el territorio. Ante esta zona plagada de barro, cañas y grandes carteles que ofrecen una solución sobre estos territorios, tres enormes perros le ladran a Juan de Dios Morenilla dentro de la pieza Studio Telling. Pintando una enorme caseta de perro sobre los muros del museo, suelta a tres bestias que intentan atacar al visitante mientras evoca a los grandes protectores del laberinto.

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- Foto: JUAN GARCÍA
“Mi pieza divide el interior y el exterior del espacio mientras se genera un puzle en el que hablo sobre estar atrapados o enganchados a algo. Entre las piezas hay una relación sobre el estudio y el espacio en el que se ubican estos animales”. Tras los enormes dibujos de Morenilla se pueden ver algunos caracoles y bocetos que se esconden atemorizados de quienes visitan el museo. Al final de la sala, Marco Henri instala una chimenea de fuego sobre un televisor con la que desarrolla H-VC1JD. La pieza es un ejercicio de recontextualización a partir de material sonoro y visual que encuentra en la red y que interpreta jugando con “las ambigüedades de la condición humana y emocional que oscila entre lo rival y lo trascendental”.
Entre las piezas de estas seis artistas emergentes valencianas, el museo plantea una relectura sobre un proyecto que cobra nuevos significados cada vez que se visita. Desde Elástica aclaran que el dispositivo que han preparado para no perderse en el laberinto ayuda a ver una muestra nueva cada vez: “Las preguntas surgen del trabajo que hemos hecho con las artistas y con docentes sobre la propia exposición. Surgen también del trabajo que hemos hecho con ellas y funciona como un puzle que ayuda a entrar a un lugar que cohesiona la muestra colectiva. Es una provocación y un juego que invita al espectador a explorar”. Y que junto a las piezas de seis artistas valencianas, hace que el viaje dentro del laberinto de curiosidad y no miedo, y que genere más preguntas que respuestas.

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- Foto: JUAN GARCÍA