Hay sitios en los que basta poner un pie para que la intuición nos diga si vamos a estar a gusto.
Cuando entramos a un restaurante, esa primera impresión tiene un componente extra: la comida. En mi caso, fue cruzar la puerta de madera que permite el acceso a Los Urus y saber que iba a estar a gusto y, sobre todo, a comer bien.
Aquí todo gira alrededor de una parrilla uruguaya y la carne adquiere cotas sagradas. La traen de Galicia, que, por calidad, me dicen, se parece más a la que están acostumbrados en Uruguay y Argentina. Carnes estupendas, de res, de cerdo y de cordero, en diferentes cortes (vacío, costilla, entraña, molleja, chuletas…). Y no es moco de pavo, porque si hablamos de dominar y manejar carnes, asados y parrilladas, los de allá siempre llegarían a la final.
Al frente están la familia Picón Silva. Enzo, Carola y Julio. Enzo es el hijo y el jefe de la sala, Carola está al mando de la cocina y Julio se pasa el día pegado a las brasas. Nada puede fallar.
El comedor no es muy grande, pero basta para tener una decena de mesas y un ventanal con vistas al río Turia. Cuentan también con una terraza. Que es todo un plus, porque a lo dicho ya de comer bien, hay que sumarle la tranquilidad que se respira en esa parte de Riba-roja. Lujazo.
Obviamente, lo que más sale son las tablas variadas de carne. Pero seguido, un elenco de platos para disfrutar. Pimientos rellenos, matambre a la pizza, milanesa napolitana, cochinillo, hamburguesa de buey, patatas al chimichurri, choripán o entraña con provolone.
Y si lo que quieren es terminar bien, no pierdan de vista la torta chajá que prepara Carola (a base de merengue seco, crema chantillí y dulce de leche). Dejen un hueco para esta delicia al final. Solo así cumplirán con lo que un amigo mío denomina “gramática gastronómica”: si una frase tiene un inicio y un cierre, la comida también.
Así que uno sale igual que entra a Los Urus, es decir, todo bien.