LA OPINIÓN PUBLICADA / OPINIÓN

Asaltar la poltrona y quedar por los suelos

18/07/2020 - 

Se esperaba un mal resultado para Unidas Podemos en las elecciones autonómicas de Galicia y País Vasco. Pero no tan malo. Podemos pierde la mitad de sus diputados en el País Vasco y directamente desaparece en Galicia. Este resultado constituiría una hecatombe para cualquier partido. Sin embargo, en el caso de Podemos se diría que tampoco es una sorpresa. En parte, no lo es porque sus resultados nos resultan familiares: son los mismos que los que solía cosechar Izquierda Unida antes de que apareciese Podemos en el panorama electoral. Pero, sobre todo, no sorprenden porque, en Podemos, llueve sobre mojado desde hace ya bastante tiempo.

Podemos nació como un partido que buscaba encarnar las aspiraciones de la ciudadanía desafecta con los grandes partidos, que en 2014 eran millones de personas. postulaba nuevas formas de acercarse a la política, y sobre todo de ejercer la política. Apoyado fundamentalmente en el liderazgo de una serie de personas inteligentes y con familiaridad con los medios de comunicación (tanto los "viejos" medios, como la televisión, como nuevas formas de comunicación vía Internet), Podemos obtuvo excelentes resultados en su estreno en 2014, que mejoraron aún más un año después, en las sucesivas citas electorales de 2015. 

En tan sólo unos años, los que distan de 2014 a 2020, Podemos ha envejecido muy rápidamente. Ha mostrado algunos de los peores vicios de la clase política española, a veces corregidos y aumentados por el afán cainita de la izquierda española y sus eternas luchas intestinas. Luchas que en el PSOE, al menos, se mantienen dentro del mismo partido, formalizándose como "familias" o grupúsculos de poder. En Podemos, en cambio, como es tradición de la alma mater, el PCE, los problemas se solucionan expulsando a los críticos, que son siempre los que pierden un pulso. Ha ocurrido con el errejonismo y con los Anticapitalistas, y sigue ocurriendo ahora, constantemente. Cada vez que alguien se mueve, no sale en la foto... Porque le sacan de la foto a empujones.

La virginal pureza del grupo dirigente no ha salido mejor parada. Decisiones como irse a vivir a un chalet en Galapagar son incomprensibles para la mayoría de los votantes de Podemos, que llevaban años escuchando a Pablo Iglesias hablar de la "casta", de las "puertas giratorias", los "salones en restaurantes", y un largo etcétera. Puede que el asunto del chalet sea menor... de hecho, es menor. Pero precisamente por eso es un error de bulto: es una cuestión menor, pero ha debilitado muchísimo la credibilidad del líder y de su pareja, también líder del partido (otra estructura de poder que chirría ante los ojos de la mayoría, sobre todo si la percepción pública mayoritaria es que ella manda tanto, en buena medida, gracias a él, que es quien manda más).

Pero, sobre todo, el problema de Podemos es que se ha convertido en un partido agotado, sin rumbo. Su capacidad de sorprender, su potencial disruptivo, están bajo mínimos, como cualquiera puede suponer desde el momento en que el líder del partido está en el Gobierno, como comparsa del PSOE. Y, sin duda, formar parte del Gobierno es un éxito enorme, que nunca había conseguido ningún partido a la izquierda del PSOE desde la reinstauración de la democracia en España. Pero las condiciones en las que se ha conseguido, y el hecho en sí, obviamente desactivan a Podemos como partido de oposición; y también como alternativa al PSOE. Y no parece que las realizaciones del Gobierno que pueden considerarse derivadas de Podemos (o respecto de las cuales dicho partido ha presionado en la coalición para lograrlas), como la renta básica o la subida del salario mínimo, tengan réditos electorales, a juzgar por los resultados del pasado domingo. Los réditos, si los hay, muy probablemente recalen en el socio mayoritario, como casi siempre ocurre en los gobiernos de coalición: en los socialistas. En la tesitura entre competir con el PSOE o cooperar con el PSOE han elegido esto último, y además en una posición claramente subalterna. Es comprensible esta decisión, pero el sentido del giro estratégico es obvio: se ha sustituido el asalto de los cielos por el asalto de la poltrona ministerial.

Contrariamente a lo que pudiera parecer por ser su socio de Gobierno, el hundimiento de Podemos es muy buena noticia para el PSOE. El objetivo primordial de este partido, y de cualquier partido que aspire a gobernar, es controlar su espacio político. Que los votantes de centro izquierda miren al PSOE, y prácticamente sólo al PSOE, a la hora de votar, aunque voten PSOE porque no les queda otro remedio. Hace apenas cuatro años, Podemos aspiraba a superar al PSOE. Nunca sabremos qué habría sucedido, de haberlo logrado. Ahora, el PSOE está volviendo, en términos partidistas, a 1996: tiene competencia en la izquierda, una competencia molesta, quizás irritante... Pero que no pone en riesgo en ningún momento la supremacía de los socialistas. Eso está pasando a ser Podemos ahora: como Izquierda Unida en sus mejores momentos.

Lo que sí son malas noticias para el PSOE es que los votantes que abandonan a Podemos no se van en masa al "hermano mayor". Las recientes elecciones en País Vasco y Galicia han mostrado claramente esa realidad: Podemos se hunde, pero el PSOE se queda igual que como estaba; lo cual, dicho sea de paso, significa que la acción del Gobierno tampoco le está beneficiando por ahora, porque en septiembre de 2016 la situación del partido era muy mala (recuerden el mítico Comité Federal sangriento en el que se descabezó a Pedro Sánchez, un mes después de esas elecciones), y ahora es... como en 2016, al menos en esas dos comunidades autónomas. 

Y si no ha ido al PSOE... ¿A dónde ha ido el voto que pierde Podemos? Todo indica que se ha ido a otras opciones de izquierdas de raigambre nacionalista: el BNG en Galicia y Bildu en el País Vasco. Buenas noticias para Compromís, por tanto.