Puede observarse con cierto hastío la cantidad de eventos, jornadas, congresos y seminarios de todo tipo sobre inteligencia artificial (IA) a los que podríamos asistir, si no tuviéramos que lidiar con la todavía presencial y fatigosa vida real
VALÈNCIA. Si nos sobrara el tiempo incluso podríamos catalogar el sinfín de propuestas académicas y profesionales que nos acechan en cada correo, reel o historia de Instagram, ese espacio virtual sobre el que se habló en: La nueva realidad: la Inteligencia Artificial aplicada a las Redes Sociales (manteniendo las mayúsculas del original). En el IA Festival, te ayudaban a descubrir cómo las automatizaciones podían impulsar tu potencial y abrir las puertas a las oportunidades laborales. Con el curso 'Inteligencia Artificial, regulación y legal promting', aprendías las implicaciones éticas y jurídicas de la susodicha, que, en otra jornada, servía para «revolucionar la organización de eventos». En el universo marketiniano no dan abasto pretendiendo aprovechar las maravillas de la IA.
Haciendo pareja con otro gran concepto se celebró el congreso Sociedad de la innovación y de la inteligencia artificial. Y en un muy completo trío de constructos, participamos en un foro con el lema Innovación social, Emprendimiento e Inteligencia Artificial para una sociedad más inclusiva. Por supuesto, también los hubo en relación con la Sostenibilidad. Seguimos con las mayúsculas porque ‘Innovación’, ‘Emprendimiento’, ‘Sostenibilidad’ y, la última incorporación, ‘Inteligencia Artificial’ bien pudieran ser las nuevas facciones de un mundo como el de la distopía Divergente, donde convivían ‘Abnegación’, ‘Cordialidad’, ‘Verdad’, ‘Osadía’ y ‘Erudición’. Para que fueran cinco podríamos añadir ‘Desinformación’, el lugar donde se instalan las granjas de bulos y otros desórdenes informativos. En esta facción, vivirían los perversos dedicados en exclusiva a propagar mentiras y mensajes de odio.
‘Inteligencia Artificial’ sería el ‘Erudición’ imaginado por la escritora Veronica Roth, en el que la líder maligna era Jeanine Matthews, encarnada en Kate Winslet en la versión cinematográfica. El contubernio de los habitantes de ‘Desinformación’ con los mesiánicos de ‘Inteligencia Artificial’ supondría el principal peligro en el equilibrio de la estructura social.
Por el momento, en nuestra realidad, la IA también es la estrella en el sector educativo y no digamos en el de la traducción, la ilustración o el audiovisual. Su capacidad para generar textos, imágenes y vídeos similares a los procedentes de la inteligencia sapiens preocupa y mucho. El miedo a la tecnología y la posibilidad de ser reemplazados por una máquina lleva siglos entre nosotros; no íbamos a ser menos los inquilinos del siglo XXI.
Naturalmente, el periodismo es una de las profesiones que se siente amenazada por la IA generativa. Desde hace varios años, prestigiosos (y no tanto) diarios y agencias informativas están usando esta herramienta para redactar noticias basadas en datos. Tal vez nos hemos tropezado, sin darnos ni cuenta, con informes económicos como los bursátiles, los que refieren la evolución de la inflación o el euríbor, alertas de eventos meteorológicos o resultados deportivos escritos por la colega IA. Y seguro que hemos caído en la lectura de algún listículo, con perdón por lo mal que suena, aunque es un neologismo válido en español, del inglés listicle (list más article). Son esos textos organizados en forma de enumeración y párrafos cortos, propios de los medios digitales propensos a la superficialidad y de clic rápido: Siete cosas que hacer en València, Las 10 páginas web más divertidas para pasar el rato cuando te aburras y muchos otros en los que están pensado. Son difíciles de esquivar.
Por mi parte, soy de las optimistas que creen que la IA no acabará con el periodismo, no me cuadra la idea de la objetividad algorítmica, pero tampoco servirá como remedio para sus males, muy humanos.
* Este artículo se publicó originalmente en el número 120 (octubre 2024) de la revista Plaza