VALÈNCIA. Cualquier candidatura para unas elecciones, ya sean locales, autonómicas o generales, despierta tensiones en una formación política. La norma indica que nunca caben en los puestos de salida que dan acceso al acta todas las personas que merecen -o consideran que merecen- estar en esa posición. Es por ello que para líderes y secretarios de Organización de cualquier partido las listas siempre se convierten en un quebradero de cabeza que algún compañero de filas transformará en ofensa imperdonable.
Ante esta premisa, y más en un partido con tantas 'familias' como el PSPV-PSOE, suele optarse por reservar cuotas para distintas corrientes, contentar a dirigentes con galones, acomodar a las personas de confianza o seguir algunos patrones establecidos -normas inventadas- para justificar determinadas presencias. A veces esto provoca, y así le ha ocurrido a muchos partidos en distintas ocasiones, que la lista resultante sea un 'collage' de la formación política en la que no parece existir a futuro un equipo de gobierno equilibrado o un grupo parlamentario efectivo.
Otros líderes apuestan por elaborar una candidatura más personalista, atendiendo menos a cuestiones orgánicas o a imposiciones superiores, lo cual suele generar más tensión o desafección en el partido pero que, a cambio, tiene una hoja de ruta mucho más clara en el caso de alcanzar la victoria. Este sería el modelo aplicado por la vicealcaldesa y candidata socialista al Ayuntamiento de València, Sandra Gómez, quien este martes presentó su lista al consistorio con un 60% de mujeres en los diez primeros puestos.