VALÈNCIA. Que una ciudad se convierta en referente de lo que sea no va vinculado -exclusivamente- al movimiento de un peón, torre o rey, sino a la suma de esfuerzos que derivan en el jaque mate definitivo. Con paso firme, València va encaminada a convertirse en una parada obligada en el terreno del arte contemporáneo, con el impulso de grandes proyectos privados, como el recién llegado Bombas Gens, el futuro Caixaforum o la afianzada Fundación Bancaja. También de la mano de galerías como Luis Adelantado, Espaivisor o Espai Tactel, entre otras, o los museos públicos, encabezados por el IVAM. En este camino, el Centro de Arte Hortensia Herrero se plantea como uno de los focos imprescindibles en este camino, un proyecto del que poco a poco se comienzan a conocer más detalles. Ayer mismo, la Fundación Hortensia Herrero y el estudio ERRE Arquitectura dieron a conocer algunos aspectos del centro, ubicado en el Palacio de Valeriola, que actualmente está inmerso en un proceso de rehabilitación que derivará en una apertura que, finalmente, está programada para finales de 2022 o principios de 2023.
Si para definir la programación todavía hay tiempo, lo cierto es que el perfil del centro está más que cerrado, un espacio que servirá de expositor de la colección que desde hace años cocina la fundación, bajo la batuta de Javier Molins, director artístico del centro de arte. Fue precisamente Molins quien dio algunas pinceladas sobre el futuro museo, un espacio de arte contemporáneo con ambición “internacional” que contará, principalmente, con pintura y escultura y no tanto con vídeo o performance, un lugar donde no caben tampoco las expresiones “grotescas”, tal y como explicaron durante la presentación del proyecto a los vecinos del centro, en un evento celebrado en el Casino de la Agricultura. Durante la charla, además, Molins deslizó algunos de los principales nombres que dan forma a la colección, como Tony Cragg, de quien recientemente organizaron una exposición en la Ciutat de les Arts i les Ciències, Georg Baselitz, Tomás Saraceno o el valenciano Antonio Girbés.
Así, el espacio se genera para y por la colección de la fundación, que se convertirá en el “núcleo” de la oferta expositiva, un proyecto que se ha pensado de acuerdo a su corazón y, también, en relación al esqueleto cultural de València. Es así como han querido encontrar su “nicho” en una ciudad en la convivirán con el IVAM, el Centre del Carme o la fundación Chirivella Soriano, siendo complementarios y no sustitutivos. Pero no solo hablamos de València, sino también de la oferta cultural que ofrece ese Madrid a una hora y media en AVE. “Hay que reordenar el espacio museístico […] No vamos a duplicar”, incidió Molins durante su intervención. Por cierto, en este centro no caben ni las fiestas ni los espacios de restauración, tal y como aclararon sus impulsores. La presentación, además, también contó con la presencia de Alejandra Silvestre, representante de la Fundación Hortensia Herrero; Alejandra de Juan, representante de ERRE Arquitectura, y el jefe de obra Carlos Barberá.
Aunque por el momento se conocen pocos detalles sobre el grueso de autores y piezas que componen la colección privada, sí es cierto que la fundación ha participado de diferentes actividades artísticas en la Comunitat Valenciana, como pueda ser el proyecto para jóvenes creadores de la Universitat Politècnica de València, PAM, o Abierto Valencia, el evento de apertura de temporada expositiva de la Asociación de Galerías de Arte Contemporáneo de la Comunitat Valenciana (LaVac). De hecho, en esta última iniciativa participa con un premio de adquisición, a través del que incluyen nuevas obras en su colección. El pasado ejercicio se hicieron con dos piezas, una de Cristina Almodóvar de Set Espai d'Art y otra de Manuel Vilariño de la galería Punto, que se suman a las distintas obras adquiridas de la mano de LaVac en los últimos años. De igual forma, la fundación también ha ‘asomado la patita’ con las exposiciones organizadas en la Ciutat de les Arts i les Ciències, en las que ha presentado esculturas de creadores como Manolo Valdés o el anteriormente mencionado Tony Cragg.
Desde el punto de vista físico, el complejo constará de cuatro niveles, en los que se distribuirán las diferentes salas de exposiciones, además de un patio ajardinado y un sótano donde podrá visitarse los restos del circo romano, ruinas descubiertas durante el inicio de los trabajos en el antiguo palacio. El centro constará de dos espacios, el edificio noble de la calle del Mar, donde se ubicará la entrada principal, y un volumen recayente en la calle San Cristóbal, lugar donde finalizará la visita. “El Palacio Valeriola está suponiendo para todo el equipo un reto profesional apasionante, desde las primeras fases de investigación histórica en colaboración con profesionales de diferentes disciplinas, hasta los trabajos de rehabilitación, adaptación y transformación de un inmueble que nos encontramos en un avanzado estado de deterioro”, explicó Alejandra de Juan. La intervención sobre el edificio, de estilo neoclásico y construido sobre los restos de la antigua judería, pretende dotar al espacio de arte de una superficie construida de unos 3.500 metros cuadrados para desarrollar sus actividades.
De acuerdo con la fundación Hortensia Herrero, la creación de este centro de arte responde al interés por “recuperar la sensibilidad histórica y artística” en la ciudad de València, así como por “compartir” con los valencianos y turistas obras de “algunos de los mayores artistas históricos y contemporáneos”. En esta suma se incluye la restauración de un edificio de “importancia histórica innegable”, un inmueble cuyo futuro peligraba antes de la adquisición de la entidad. No fueron pocas las asociaciones vecinales y de defensa del patrimonio que instan desde hace años a la administración pública a tomar cartas en el asunto frente al mal estado del Palau, un estado ruinoso que también obligó al Síndic de Greuges a dar un tirón de orejas al gobierno, ante el peligro de derrumbe. Fue en 2016 cuando Herrero adquirió el inmueble, dando por fin solución a un espacio que, en apenas dos años, renacerá como centro cultural.