La ideación de Mario Valle y Antonio Verdú, como ejemplo de ideación arquitectónica, abre la fantasía urbana de imaginar Mestalla com un fenómeno que sobrepasa su propio uso: un viejo estadio como identidad colectiva de una ciudad
VALÈNCIA. A la pregunta aventurada (por hipotética) de qué debería ser Mestalla si alguna vez deja de ser un estadio de fútbol, la respuesta más en corto sería: ¡pisos! Aunque extendiendo se diría: ¡pisos! ¡más pisos! Los primeros intentos para la edificación del viejo recinto deportivo eran renders con una maraña de pisos apilados y algún gesto memorioso a la antigua actividad.
Pero Mestalla, que cumple en 2023 cien años, tiene un valor intangible sobre la ciudad que debería hacer replantear su trascendencia en el imaginario público. Por una mezcla entre aversión y desdén, se tiende a dar por hecho que la mejor solución una vez pasada página es que no quede ni rastro de esa mole cementada. En cambio, ¿y si fuera precisamente los restos a partir de los cuales generar un proyecto diferencial en la ciudad?
Esa es, a grandes rasgos, la propuesta del proyecto ‘Mestaverso’, obra de Antonio Verdú y Mario Valle, para el cuarto curso de arquitectura en la UPV. Un ejemplo de comunicación urbana y superación de corsés que ha levantado la polvareda de aquello que, por inimaginable, invita a desearse. Porque Mestalla es un estadio de fútbol… ¿pero acaso mo es muchas otras cosas?
Así sería Mestalla si sobreviviera a su propio uso…
“El planteamiento de partida del ejercicio era resolver la parcela de Mestalla implementando en ella un programa público y privado. Nuestra idea de proyecto fue radical desde un inicio, todo el programa debería adaptarse a la preexistencia del estadio”.
“Lo planteamos en un proceso de construcción en cinco fases, donde primero se instalarían los usos más públicos y terciarios en el interior de la estructura: coworkings, oficinas, fablabs, gimnasios, spas, un museo de la historia del estadio y el club, salas para conectarse al metaverso... actualmente Mestalla como concepto es un desperdicio económico y social, un estadio que solo se utiliza dos horas cada dos semanas. Posteriormente en el campo se construirían unos módulos prefabricados que se colocarían con una grúa sobre la grada, repartiendo sus cargas entre esta y un bosque de pilares metálicos auxiliares. Finalmente, lo que es el campo en sí se reconvertiría en un tanque de tormentas que almacenase el agua de lluvia. Sobre él se plantaría un bosque urbano para mitigar el efecto isla de calor y en las cubiertas -tanto de las viviendas como de la tribuna- se instalarían placas solares. El Mestaverso actuaría así como una gran fábrica de energía limpia para la ciudad”.
“El proyecto se sustenta, por un lado, en el aprovechamiento del hormigón de la estructura de Mestalla y por otro en la madera laminada, comúnmente conocida como CLT, que nos da la ventaja de la ligereza y su reducida huella ecológica. Y por otro, en la construcción de una piel metálica auxiliar donde incorporamos las comunicaciones verticales y que permiten generar un colchón térmico para el edificio”.
“La información que existe del estadio es muy escasa, más allá de un par de TFG, por lo que tuvimos que ir a varios partidos, a tomar medidas y no una sola vez. Porque Mestalla es una especie de madriguera de los Weasley construida a base de parches a lo largo de la historia y no tiene nada que ver la modulación de una grada con otra. Fue un auténtico rompecabezas. Una vez tuvimos las medidas modelamos en 3D el estadio, primero en Revit y luego en Rhino y así nos fue mucho más fácil trabajar”.
“El Espai Verd fue el referente número 1 en cuanto a concepto de gran estructura escalonada verde, pero sin duda también es un proyecto impregnado de los estudios donde estamos realizando nuestras prácticas y sus ideas de sostenibilidad y respeto al patrimonio: Santa-Cruz arquitectura y Grupo Aranea, respectivamente. El proyecto también bebe de la influencia de experiencias asiáticas como Kengo Kuma con el estadio olímpico de Tokio, pero especialmente de WOHA, y cómo ellos son capaces de incorporar estrategias de diseño sostenible en todos sus proyectos”.
“Es un símbolo de la ciudad y parte de su identidad colectiva. Al fin y al cabo las ciudades se han construido siempre así, cuando no teníamos la banalidad de recursos que tenemos hoy en día. Cuando se prohibieron los espectáculos de gladiadores, el coliseo no se abandonó como tal, se convirtió en fortaleza, en cementerio, en iglesia... Que la forma sigue a la función es cierto, pero es la forma la que sobrevive”.
“Higbury, el antiguo estadio del Arsenal es ya un precedente, aunque no tan extremo. Estructuralmente, nuestro profesor David Gallardo nos calculó la estructura y nos aconsejó la manera más verosímil de llevar a cabo el proyecto, por lo que por ese lado suponemos que no habría problema. Pero claro si le aplicas a rajatabla la normativa actual habría que cambiar muchas, aunque eso pasa con todos los proyectos, desde los más grandes a los más pequeños”.
“El proyecto original del Mestaverso era oara el Nou Mestalla. Eduardo Puertes de C·Lab atelier me lo sugirió cuando tras el confinamiento por fin pudimos salir de casa y subí un stories junto al estadio diciendo que ahora sí que sí, aquella obra no se iba a acabar nunca. Pero a la hora de plantearnos la parcela de Aragón como ejercicio de proyectos, no pudimos evitar hacer un testeo con el estadio antiguo a ver qué pasaba. Así que quién sabe, quizás aparece un Nou Mestaverso dentro de unos años…”.