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El virus cava oquedades oceánicas de biologismo. Reverdece la lógica salvaje de la fragilidad: los demás sólo son biopeligrosos, las maquinas no.
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El Consejo de Gobernadores de las Cuestiones Graves, asesorado por las TecnoCompañías, urde un Plan de TeleSalud. Se entregará un TeleRecetario al personal sanitario para dispensar a domicilio cajas voladoras de píldoras y enfermeras de trapo. Artificial SuperIntelligence, reza el título. "Sois hombres afortunados" destacan "no tocaréis, no auscultaréis, no os infectaréis". También han ordenado el primer Plan de Ultraseguridad en el que todos seremos vigilados porque todos somos sospechosos de estar infectados por el virus. La fascinante novedad es que el vigilado se convierte en vigilante. Hace más llevadero "vivir bajo sospecha", aseguran los que están al otro lado de la pantalla. Un vez más, el sujeto interioriza un antagonismo. Ya no sólo seremos "esclavo y amo" también "vigilado y vigilante".
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El Consejo de Gobernadores de las Cuestiones Graves se compromete a que la Solución TeleTodo llegará al encéfalo y a la médula espinal de los niños menores de 3 años antes de que acabe el actual periodo de gobierno. "Los ciudadanos tienen que saber que no vamos a parar hasta conseguir la bio-ultraseguridad intrauterina. La evidencia científica nos avala. Los resultados de 14032020 ensayos clínicos son contundentes: los Humanos Naturales o EcoHumanos no están a la altura de la perfección de los productos Artificial SuperIntelligence. Deberíamos avergonzarnos como seres humanos. Además, como prometimos en las últimas TeleElecciones, la Solución TeleTodo se completará con la fabricación masiva y la distribución gratuita de la vacuna virtuosa para la bio-psico-socio-ultraseguridad", ha declarado su portavoz, el prestigioso científico Doctor Prometeo S., desde su laboratorio en el Centro Nacional de BioDetención. El miedo a ser un sujeto incapaz de bioprotegerse y la perfección de los aparatos y sistemas producidos para la bio-psico-socio-protección acelerarán el camino a un mundo ultraseguro en el que preferimos ser transhumanizados que ser sólo humanos.
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Banksy es un "menospreciador cultivado". En una pared de un hospital de Southampton, un niño solitario en blanco y negro juega haciendo volar una enfermera con mascarilla, capa y una cruz de color rojo pintada en el pecho. Spiderman y Batman han acabado abandonados en la papelera. Pero las enfermeras no vuelan, ni los médicos, ni la madre que los parió. Están atravesados por las espinas de la corona del virus. Suman anticuerpos y muertos.
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De lengua en lengua vuela el júbilo por los aliviadores del sufrimiento. En breve tiempo, de mil maneras diferentes, la pasión por quienes conviven con la muerte se habrá evaporado.
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El virus ha agrandado el odio en la esfera política y en la vida ordinaria: unos desprecian al oportunista y déspota, otros al reaccionario o al revolucionario, y finalmente hay quienes detestan al traidor a la constitución, a la nación o al pueblo. Lo que es nuevo es la virulencia con la que los doctrinarios de Vox odian al enemigo en tiempos de dolor y muerte por la pandemia. Una política así es peligrosa.
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Los doctrinarios de Vox escriben laboriosamente el "Evangelio de la exaltación del odio". Guían al ejercito de adoradores del Sol a soluciones definitivas. Incendian de sentimientos sobrecogedores los corazones de los ruiseñores de la patria. Quieren el rencor por largo tiempo, lo quieren intenso y en exclusividad, lo anhelan sin mirar la razón del asunto. Abascal no está preocupado por las razones políticas. Las fundamentaciones que ofrece contra la prórroga del estado de alarma caen en lo demencial o conducen a lo absurdo cuando acusa al Gobierno "del odio histórico de la izquierda hacia los homosexuales". No hay fines ni argumentos, sólo llevar los sentimientos hasta el punto de ebullición. Este sofocante fanatismo es destructivo.
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El horizonte se inflama de ultraseguridad y odio, ¿cómo saldremos de la barbarie? ¿Quién nos despertará del Gran Sueño? ¿Dónde han ido los poetas del infinito?
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Los espíritus libres, que van más allá de todo límite, danzarán como el poeta Schiller, Zaratustra o Shiva (el dios indio de los mundos) para despertarnos de la somnolencia de una moral que sospecha del otro, para animarnos a quebrar la cadena de ultraseguridad. Cantarán que la vida no es lo máximo que se puede perder en este mundo. Sus versos y sus juegos nos ayudarán a no temer ni añorar la muerte.
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Mientras tanto habrá que resistir la ebullición en el pecho y apagar de vez en cuando la linterna de vigilante. Elevarse por encima de la competición de las fases 0 -1-2-3 y del resentimiento fácil. Atarse a los barrotes de las camas de los hospitales y de las residencias de los más viejos. Firmar una declaración de Dependencia Inmunológica Universal. Implorar el valor más sagrado: la generosidad que permite actuar desinteresadamente, la compasión, la solidaridad o el altruismo. Vivir anclados a una tierra gobernada por una política sobria y racional, que teje compromisos, y enlazarse a la vez con el cielo. Sentir la hermosa extrañeza del mundo.
(Este texto es un homenaje al poeta del siglo XVI San Juan de la Cruz, autor del poema Cántico Espiritual con los versos "[…] la música callada, la soledad sonora […]" que inspiraron al compositor Frederic Mompou su esencialista Música Callada para piano)
Rafael Tabarés-Seisdedos es médico psiquiatra y psicoterapeuta, catedrático de psiquiatría en la Universitat de València, investigador principal en el CIBERSAM – ISCIII e INCLIVA