Agricultura, geopolítica, cambio climático… La investigadora valenciana observa el mundo desde el espacio y ve que todo está interrelacionado. Y desde su privilegiada posición —participa en el programa de agricultura de la NASA— tiene algunas claves para ser optimistas
VALÈNCIA. Belén Franch Gras (València, 1984), que en 2013 se marchó a hacer carrera en Estados Unidos -profesora adjunta en la Universidad de Maryland e investigadora de la NASA- tras doctorarse en Física por la Universitat de València, volvió a casa en 2019 como investigadora distinguida de la UV -y desde el pasado mes de julio, profesora titular-, tras lograr la máxima puntuación en el programa Generación Talento de la Generalitat para la recuperación de personal investigador de excelencia. Ese mismo año recibió el premio Goddard Exceptional Achievement for Science de la NASA, apenas un año después de conseguir la Medal of Honor for Early Career Achievement que otorga esa misma institución. Y ya en 2020 recibió el Premio Forinvest a la Trayectoria Profesional en Innovación y Emprendimiento.
— Si fueras oftalmóloga y le revisaras la vista a la agricultura, ¿cuántas dioptrías tiene?, ¿cuánta falta hay de percepción sobre lo que realmente sucede en el campo?
— Un montón. El campo experimentó un cambio grande en los años ochenta y noventa con la mecanización, y fue para mejor. Ahora necesitamos hacer una agricultura más productiva y sostenible. Ese es el reto en el que nos encontramos. Lo que el agricultor ha hecho hasta ahora le ha funcionado, pero desde Europa nos dicen que no se puede utilizar esa cantidad de fertilizantes o herbicidas. Hay que hacerlo de una forma mucho más inteligente y dirigida. Por utilizar otra analogía: cuando caías enfermo, antes lo típico era darte antibiótico para cualquier constipado, pero hoy en día diriges los medicamentos en función de cuáles son tus necesidades. En el campo es lo mismo. Ahora estamos dando antibiótico para todo y lo que queremos es dirigir el medicamento exactamente a las necesidades particulares de cada campo, de algunas regiones incluso.
— Los agricultores dicen: «Esos países que compiten con nosotros con un coste de mano de obra de un dólar al día nos están haciendo polvo». El sector industrial se deslocalizó por esa razón y ahora lo está pagando. Lo que planteas es ir un paso por delante.
— Ir un paso por delante, sí. Conseguir la misma producción que tenías pero contaminando menos y gastando menos en fertilización y herbicidas. Siendo más eficientes o no teniendo que ir tantas veces al campo para ver en qué estado está tu cultivo.
—No debe ser fácil convencer al mundo de la agricultura de implantar una herramienta nueva basada en la gestión de los datos. ¿Cómo está siendo ese diálogo entre tecnología y plantaciones de arroz?
— La tecnología que estamos creando y aplicando es superinnovadora, es el futuro: creo que la agricultura necesita un cambio de era, pero la reticencia de los agricultores que llevan toda la vida haciendo lo mismo y les ha funcionado más o menos bien está ahí. Soy más partidaria de ser cauta, de no sobreprometer, de tener una conversación para ver sus necesidades y hacia dónde dirigir nuestras investigaciones para que realmente les sean útiles. La tecnología no solo sirve para controlar; es para su beneficio, para que sean más rentables.
— Hablaba con Pablo Jarillo, del MIT, acerca del futuro de la sensórica con las tecnologías cuánticas. El LIGO Lab de Caltech detecta las ondas gravitacionales. ¡Increíble! Es muy interesante pensar hasta dónde seremos capaces de vivir el mundo en tiempo real.
— Hay diferentes tecnologías dentro de la teledetección: en el caso de la óptica, obviamente no puedes penetrar a través del árbol o el cultivo; el radar sí puede hacerlo, pero son parámetros más estructurales. A cuantificar el número de naranjas en un árbol aún no hemos llegado y dudo que algún día lo podamos conseguir, porque hay una limitación física que es la propia estructura o la edad del árbol. Son ejemplos de que no podemos sobreprometer, hay que ser cautos sobre todo para no perder reputación.
— En 2020, un grupo de científicos publicó en Nature un artículo explicando cómo había localizado 1.800 millones de árboles y arbustos en el Sáhara con imágenes de satélites e inteligencia artificial.
— Es cierto, se puede hacer.
— El campo ha entendido que el riego a goteo permite cultivar naranja en terrenos desérticos, pero ¿cómo vendemos la importancia que puede llegar a tener una tecnología que te permite saber la cantidad de árboles que hay en un territorio como el Sáhara?
— Los científicos podemos realizar nuestras estimaciones, pero luego son los políticos los que tienen que tomar la acción. Con teledetección podemos ayudar a la gestión del agua: sabemos si un cultivo está pasando estrés hídrico, si la distribución del agua es homogénea, si hay algún goteo obstruido. En cultivos extensivos, donde las parcelas no son homogéneas, es muy difícil saber cuál será la producción, ni siquiera para un agricultor que lleva toda la vida allí. Con teledetección es muy fácil de observar. Ahí es donde realmente entramos en juego para que la fertilización sea variable, porque cada región dentro del terreno tiene sus necesidades, y Europa quiere evitar la sobrefertilización con el Green Deal. En Uganda, gracias a nuestras recomendaciones con teledetección, el gobierno se ahorró mil millones de dólares en un periodo de sequía, al gestionar mejor las ayudas. Es cierto que nos falta mucha conversación con economistas para cuantificar el impacto económico de esta tecnología. Tenerlo nos ayudará a transferir al mundo empresarial, a esa conexión público-privada que tan necesaria es. Nos falta un poco de marketing; lo hemos hablado en NASA Harvest y en el programa de agricultura de la NASA.
* Lea el artículo íntegramente en el número 95 (septiembre 2022) de la revista Plaza