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¡Bibliotecas al rescate! Los centros valencianos se organizan para salvarnos de nosotros mismos

23/03/2020 - 

VALÈNCIA. La noche del 25 de agosto de 1992 la Biblioteca Nacional de Sarajevo era consumida sin piedad por las llamas, convertida en una víctima más de la Guerra de los Balcanes. Desesperados al ver cómo el fuego reducía a cenizas los más de dos millones de libros allí albergados, vecinos y trabajadores del edificio se lanzaron a intentar salvar algunos volúmenes. Durante la operación, muchos perecieron atravesados por los disparos de los de los francotiradores serbios. Tras tres días de incendio, el 90% del fondo bibliográfico de esta institución había desaparecido para siempre. Pero más allá del horror bélico, una consigna había quedado impregnada en los escombros: es posible amar tanto una biblioteca como para arriesgar tu vida para proteger sus archivos. Así de intensos pueden ser los lazos establecidos entre estos espacios y la ciudadanía.

En estos tiempos de aislamiento y pandemia que nos ha tocado vivir, las bibliotecas públicas reafirman su papel como refugio para la esperanza, aunque sea a distancia. No en vano, los profesionales que las gestionan llevan días adaptando sus actividades a una cuarentena en la que escasean las certezas.  Así, como señala Amparo Pons, presidenta del Col·legi Oficial de Bibliotecaris i Documentalistes de la Comunitat Valenciana (COBDCV), “esta crisis galopante ha demostrado que tanto la información como la cultura son bienes de primera necesidad para la ciudadanía”. Además, la también bibliotecaria del del Museu Valencià d'Etnologia resalta que los trabajadores del sector “se están volcando en ejercer como catalizadores de los mensajes que están circulando actualmente. Esto amplía la visión tradicional que se tiene de estos centros”.

“Quizás nuestro servicio no parece imprescindible, pero nosotros sí creemos que somos importantes. Desde siempre, las bibliotecas ofrecemos un acceso a la cultura, la alfabetización y el conocimiento. Al tratarse de un problema global con repercusiones locales, nos estamos adecuando al momento como podemos, con los recursos que tenemos y tratando de ofrecer un servicio de proximidad”, describe Marifina Galbis, de la biblioteca municipal de Algemesí, quien subraya que, incluso en pleno confinamiento, “lo más relevante es seguir interactuando con los usuarios. Queremos seguir al servicio de los ciudadanos cumpliendo la función social que tenemos de manera organizada y sin prisas”.

Biblioteca de Algemesí.

Con la distopía inundando calles desiertas, los bibliotecarios apuestan por ir más allá de las funciones básicas que tienen encomendadas para erigirse en referentes culturales para momentos de crisis. Entra así en juego el deseo de fortalecer los lazos de la comunidad, de ser tribu ante las adversidades.  “Para un bibliotecario, la vocación es algo esencial. Podríamos decir ‘estamos de cuarentena y no tenemos por qué poner en marcha más actividades’, pero esto forma parte de nuestra vida y no podemos abandonar a nuestros usuarios”, resalta Rosa García, quien gestiona el centro municipal de lectura de la calle Yecla. En cuanto a Martí se muestra optimista respecto a la capacidad del sector para asumir este ahora tan incierto: “las bibliotecas somos de los pocos organismos que logramos siempre reinventarnos. Somos intermediarias entre escritores, editoriales y nuestros usuarios. Por eso ahora debemos cumplir con ese papel de difusión de la cultural: no podemos permitir que se pierda el hábito lector”.

Durante los días previos al aislamiento, comenzaron a invadirnos imágenes de humanos arrasando con las provisiones de los supermercados. La querencia por el papel higiénico también tuvo un reflejo - mucho más calmado y solidario, por supuesto-, en las ventanillas de préstamos librescos. Teresa Martí al aparato: “muchos vecinos vinieron a abastecerse de lectura durante las jornadas previas al estado de alarma, notamos un incremento importante de visitantes. La literatura siempre ha sido una gran compañera en momentos de recogimiento y soledad. Cuando vuelvan podremos comentar ese material entre todos”.  En la misma línea se manifiesta Signes: “los usuarios nos ha contactado para saber cómo puede renovar los préstamos de los libros que expiraban estos días o bien devolverlos y estamos prorrogando automáticamente todos los plazos para que no acumulen penalizaciones. Queremos facilitar a la gente que tengan productos con los que entretenerse”.

Ahora que el coronavirus ha parasitado nuestras vidas, cobra todavía más sentido la campaña ‘Biblioteques Inquietes’ organizada por el COBDCV, que hace meses reivindicaba el papel de estos recintos como lugares “democráticos, universales, de solidaridad, encuentro, comunicación y debate”.

Clubs de lectura virtuales, cuentacuentos 2.0, lucha contra las fake news…

Además de sus labores de archivo, préstamo y prescripción, Rosa García coordina varios clubs de lectura, tanto presenciales como en su versión 2.0. Adaptados ahora a las circunstancias sobrevenidas, estas reuniones se han convertido en un foco de ebullición verbal. Así, en el caso de los grupos que ya eran virtuales, “y que gestionábamos a través de las redes sociales, estamos notando mucha más actividad, la gente tiene más gana de comentar los libros que trabajamos”, destaca García. Y respecto a los clubs que congregaban a vecinos del barrio “los hemos trasladado a distintos grupos de WhatsApp en el que vamos haciendo tertulias para comentar sus avances con los capítulos, sus impresiones de cada título… Muchas de las participantes de este grupo son mujeres mayores que están pasando solas la cuarentena y mantener este pequeño contacto les sirve para mantenerse más animadas”, expone.

Entre las principales bazas para mantener el amor por la palabra escrita durante la cuarentena destaca eBiblio, plataforma online inscrita en la red pública de lectura. Se trata de una iniciativa que permite a los ciudadanos con carnet de biblioteca tomar prestado todo tipo de libros electrónicos (ya sean clásicos o novedades), revistas y audiolibros en diversos idiomas y durante un tiempo concreto. Al finalizar el plazo de préstamo, estos archivos ‘cronodegradables’ se autodestruyes para evitar posibles pirateos.

El proyecto cuenta con resortes muy bien engrasados en bibliotecas como la de L’Eliana. Según expone Bárbara Gascó “la plataforma ya estaba funcionando muy bien entre nuestros visitantes habituales, pero estos días, muchos otros vecinos que no suelen venir o que solo pedían libros en papel han descubierto el servicio. Por ello, estamos simplificando los trámites para que puedan darse de alta en este catálogo. Además, la Generalitat nos han pedido que hagamos socios de la biblioteca a los usuarios que lo soliciten por correo electrónico. Estos carnets tendrán una validez de seis meses y, cuando acabe el confinamiento, tendrán que validarlo ya de forma presencial en la biblioteca. El objetivo es que nadie se quede sin opciones para leer y ahí las bibliotecas tenemos mucho que decir”.

Biblioteca Parc de l'Estació de Gandia.

Una práctica tan enraizada en la esencia misma de los seres humanos como es contarse historias unos a otros protagoniza la iniciativa puesta en marcha por la biblioteca del Parque de la Estación de Gandia: cuentacuentos 2.0. “Esperamos que se note nuestra ausencia lo menos posible, por eso cada día estamos grabando vídeos en los que relatamos distintas fábulas y los vamos volcando en las redes del centro. Como  conozco bien a los usuarios infantiles, puedo seleccionar esos títulos que creo que les van a gustar especialmente. Sobre todo, estoy recurriendo a álbumes ilustrados de distintas editoriales”, explica Teresa Martí, encargada de este espacio.  Y aquí, una puntualización imprescindible: “no queremos suplantar a los grandes narradores profesionales, como Carles Cano, Almudena Francés o Dani Miquel que también están llevando a cabo iniciativas maravillosas; esto es algo complementario”.

En otros casos, la campaña convierte al ciudadano en el propio creador del contenido. Así sucede con la biblioteca de Dénia que lidera Llúcia Signes: “hemos lanzado una campaña en redes para que sean los propios usuarios los que envíen sus vídeos contando los cuentos que más les gusten. Ya hemos empezado a recibir muchos en los que las familias se graban con sus hijos compartiendo sus lecturas favoritas. La idea es recopilarlos y colgar cada día uno.  Los lectores con menos años acumulados en su DNI se convierten así no solo en narradores (guiados por un adulto) sino también en dignísimos prescriptores de sus títulos de referencia. “Queremos decir a todos esos niños que estamos aquí, que no nos olvidamos en ellos y que deseamos verles y escucharles, aunque no sea de manera física”, añade. “A través de Instagram estamos haciendo especial hincapié en que la gente acceda a la web de la biblioteca de Algemesí, donde recogemos muchísimos recursos de fomento lector para vecinos de distintas edades. Ahora es esencial la colaboración entre profesionales, esta situación está apelando al bien común y a la solidaridad”, indica Galbis.

Esta labor prescriptora también se está trasladando a los pantanosos terrenos de las fake news, un fenómeno arrollador en esta etapa de miedo, dudas e incertidumbre. “Estamos incluyendo en la web del Ayuntamiento enlaces a webs cuyos mensajes consideramos verídicos. Además, vamos actualizando con noticias fiables y, si nos llegan bulos o vemos que algún usuario está compartiendo artículos falsos, tratamos de desmentirlos y aportar alternativas contrastadas”, señala Borja Fuster, responsable de la biblioteca de Potries. “Como gestores de la información que somos, tenemos la obligación de aportar material veraz y combatir a esas webs que se dedican a propagar mensajes adulterados”, añade.

Biblioteca de Dénia.

Una ventana virtual en días pandémicos

Demonizadas y cargadas de estigmas, las redes sociales se están erigiendo durante esta etapa distópica como una herramienta de utilidad pantagruélica para trascender las cuatro paredes de un piso precario y lograr conectar con otros seres humanos. A falta de piel, nos quedan las pantallas. “Estos días las redes pueden ser muy útiles, sobre todo, para paliar la soledad de los mayores, pues va a ser muy duro para ellos, especialmente en las ciudades. Por eso creo esencial mantener la comunicación, aunque sea un poquito, para ir más allá de la charla literaria y realizar un acompañamiento a distancia”, expone García.

De hecho, además de comunicar las iniciativas propias, como explica Signes, las bibliotecas también se están dedicando a promocionar otras plataformas de cultura online, “en nuestras cuentas estamos mostrando webs en las que encontrar de forma gratuita música, películas, espectáculos en streamingLa población está recibiendo un aluvión de propuestas y es complicado recordar dónde podías acceder a cada contenido, así que nosotros filtramos las que nos parecen más interesante y nuestros usuarios ya saben que si entran a nuestro Twitter, Instagram o Facebook seguro que se topan con algo que les estimule”. “Las redes son nuestras aliadas, constituyen una manera fácil y gratuita de salir de tu espacio y explotar los recursos informativos con los que contamos”, resume Pons.

Con unos mil habitantes censados, Potries ha convertido su biblioteca en una coordenada esencial para el encuentro de los vecinos, un ecosistema público y abierto a todos en el que no solamente encontrar nuevas lecturas, sino también conversar e intercambiar consejos de vida. “Yo conozco a todos mis usuarios por su nombre, tenemos una relación muy personal. Ahora, lo que hacíamos en persona, lo realizamos a través de Internet, pero lo importante es que seguimos en contacto”, apunta Fuster”. En la misma línea, Amparo Pons indica que esta coyuntura que estamos atravesando “va a hacer que la ciudadanía asimile que es básico ser crítico ante la información que recibes y saber acceder a la cultura, que nos sirve de ventana al mundo”.

 Por su parte, Martí señala que, al menos de momento, la única vía de comunicación con los lectores “son las redes sociales y las listas de WhatsApp, así que estamos tratando de potenciarlas todo lo que sea posible. También estamos investigando maneras para poder continuar de forma online con las visitas de escolares que teníamos programadas para las próximas semanas. Somos conscientes de que algunas familias con pocos recursos no tienen acceso a Internet, así que vamos a intentar hacerles llegar los materiales que lancemos a través del profesorado”. Incluso en un escenario apocalíptico, ahí continúan las bibliotecas: con sus ventanas virtuales abiertas para que podamos seguir alimentando el alma.

Biblioteca de Onda.

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