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OMNIPRESENCIA INSTRUMENTAL

Bienvenidos a 2010: la burbuja del ukelele sobrevivió a sí misma

La ola vintage del ukelele, auspiciada en gran parte por la industria cultural indie, ha terminado por salpicar también a Valencia

7/04/2016 - 

VALENCIA. “Me gusta tocar el ukelele, pero tampoco es que sea impresionante con él”. Así explicó en su momento una de las mayores culpables, o una de las más ostensibles, de la burbuja indie que todavía hoy resiste alrededor de la del ukelele. En su declaración, probablemente de forma involuntaria, Zooey Deschanel dinamita con precisión uno de los pilares sobre los que se ha sostenido la moda del ukelele durante la última década y media: tampoco es que sea imprescindible ser impresionante tocando. Un sencillo ejercicio de tendencias en Internet basta para ser conscientes de la ascendencia de Zooey Deschanel en la moda del ukelele, que forma parte de la suya propia; la lista de sugerencias para acompañar a la actriz en la búsqueda de Google está encabezada por la palabra “ukulele” (en inglés), y arroja casi 65.000 resultados. 

La carrera de Deschanel, adalid de la exacerbación de lo bonito y lo cuqui (que diría Xavi Calvo en estas mismas coordenadas) como modo de vida, eclosionó y vivió su mejor época entre 2009, momento en el que se estrenó el hit indie 500 Days of Summer, y 2011; era la etapa en la que el ukelele parecía una extensión de sus extremidades, tan presente como los vestidos de primavera perpetua y sus complementos, elementos colaterales de la filosofía Mr. Wonderful. Precisamente de ese año data su vídeo casero en YouTube, ukelele en mano, versionando el ‘What Are You Doing New Years Eve?’ de Frank Loesser junto a Joseph Gordon-Levitt, y que a día de hoy sigue derritiendo el corazón de Internet con 17 millones de reproducciones. En la famosa plataforma de vídeos conviven hoy alrededor de 6 millones de vídeos con el ukelele como protagonista; tiene consagrados más vídeos que series como The Walking Dead o cantantes como Gwen Steffani. Casualmente, y siempre según Google Trends, el interés en las búsquedas relacionadas con el ukelele se ha multiplicado por 3 desde 2009. El ukelele es como esa persona enemiga de la higiene que te acompaña en tu trayecto en autobús: se sobrevive a sí mismo.


El turno de Valencia: Club Ukelele Valencia

No es de extrañar entonces que la ola vintage del ukelele haya llegado a Valencia en forma de club. El Club Ukelele Valencia cuenta con tan solo cuatro meses de existencia, pero ya tiene en su nómina a 38 miembros. “Decidimos formar el club porque nos parecía increíble que en una ciudad tan grande como Valencia no hubiera ninguna plataforma, asociación o movimiento relacionado con el ukelele”, explican en el club, desde donde añaden que no esperaban “una respuesta tan multitudinaria”. Este domingo, como parte de sus actividades, realizarán la tercera quedada en El Chico Ostra de Benimaclet.

“En España existen clubes de ukelele en Madrid y Barcelona, además del evento conocido como ‘Mierkuleles’ en Pamplona”, precisan desde la organización, “nosotros, además de organizar eventos mensuales, también impartimos clases de diferentes niveles y compartimos información por la red”. La trascendencia del ukelele en Valencia se completa, además, con la existencia de Ukeukes, una de las pocas tiendas del país dedicadas exclusivamente a la venta del instrumento, con ejemplares desde 39 a 299 euros. No se puede decir que exista en Valencia una corriente generacional que tenga en el ukelele a su santo grial, pero sí tiene el honor de contar, con una cronología de los acontecimientos bastante sincronizada con la del ukelele, con un grupo como Ukelele Zombies; hacen garage rock y están muy lejos del hype, y quizá por eso mismo sea una ocasión para celebrarlos.

Ukelele e indie, encantados conocerse

“Llevamos unos años de ukelele fever”, explican desde Chachiguitar, la página que usan los indies para aprender a tocar la guitarra, con una didáctica extraordinaria, por cierto. “Es pequeño, es barato, es hipster, da risa al principio, pero se pueden hacer cosas serias”, añaden en su reveladora lista de instrumentos (sic) indies-hipsters. “Un hipster Ikea”, precisa Javi Sánchez en su artículo para GQ ‘Qué instrumento te conviene aprender para ligar más’: “todo en tu vida es tan modular como intrascendente”, remata. Dos ejemplos más que determinantes a la hora de ratificar que la moda indie del ukelele caló sin demasiada dificultad en un país con guitarra propia; la española, e incluso la acústica, reconocieron su derrota cuando, a finales de la década pasada, Russian Red las apartó momentáneamente para ligar su figura, en aquel momento omnipresente a nivel nacional, con el ukelele. Alianzas estratégicas. 


Era la edad dorada de ambas. Entre 2010 y 2012, las ventas de ukeleles en Estados Unidos pasaron de 581.000 a más de un millón, según las cifras oficiales de la Asociación Nacional de Comerciantes de Música. De repente, ese instrumento que estaba limitado al ámbito del folklore hawaiano (aunque su origen es portugués) con figuras de contundencia física como la de Israel Kamakawiwoʻole o Jake Shimabukuro, y cuyo papel en la música popular moderna se limitaba al de romper mano para guitarristas en proceso de formación, pasaba al primer plano de la industria musical. Era como una ciclópea campaña de publicidad orquestada a gran escala de la que participaban figuras insólitas como el cantante de Pearl Jam; aún hoy en día cuesta creer ese disco que Eddie Vedder, una de las figuras más relevantes del sonido Seattle de los 90, le brindó, descalzo, al instrumento en 2011 (Ukelele Songs).

La mutación de instrumento anecdótico a protagonista, de cómico a respetable, también se materializa en la industria del cine, donde pasó del papel humorístico a la más viral de las importancias. De aparecer en escenas de Buster Keaton (Pest From The West, 1939) o Laurel y Hardy (Night Owls, 1930), en manos de Elvis durante su etapa de películas en Hawai o de Marilyn Monroe (Con Faldas y a lo Loco, 1959), el pequeño instrumento ha terminado por convertirse en un elemento central, sobre todo en el cine pretendidamente independiente. Especialmente emblemáticas son las escenas de Ryan Gosling en Blue Valentine (2010) y Joaquin Phoenix en Her (2013).

El ukelele, ante el riesgo del estereotipo sexual

Bien, el ukelele vuelve a molar. Correcto. Y sigue estando en todas partes. También. Sin embargo, hay algo bastante turbio detrás de toda la moda vintage del ukelele y, una vez más, la respuesta está en YouTube. Una búsqueda aparentemente inocente, la de “ukulele covers” (porque, eso sí, el ukelele mola pero no es que disponga de una base de canciones demasiado memorable compuestas para él), arroja la terrible conclusión de que existen instrumentos para hombres e instrumentos para mujeres. Aproximadamente siete de cada diez vídeos de anónimos que creen necesario compartirse tocando y cantando con un ukelele son de mujeres; y los que son de hombres, en muchos casos, consisten en tutoriales para enseñar a tocarlo. Los roles bien definidos.

“Hay algo en las guitarras, que son demasiado grandes. Parecen tan apabullantes. Y el ukelele es como lo opuesto a apabullante”. Otra vez sin querer, Zooey Deschanel radiografía la cuestión. La elección de un instrumento siempre viene definida por dos tipos de factores, los culturales y los biológicos, y a veces se forma una especie de pasta informe entre ambos difícil de descifrar. En este sentido, Veronica Doubleday, en su estudio Sounds of Power: An Overview of Musical Instruments and Gender (British Forum for Ethnomusicology, 2008) lo define con bastante claridad. “Por todo el mundo, las mujeres han lidiado con estereotipos de género sobre instrumentos adecuados que están enclaustrados en la tradición”, explica Doubleday, que añade: “ha habido una tendencia cultural común a denegar a las mujeres el acceso a los instrumentos, o a forzar a las instrumentistas femeninas a roles musicales adecuados y aceptables”.

En cualquier caso, si el problema es tan simple como lo plantean O’Neill y Boulton en ‘Males' and females' preferences for musical instruments: A function of gender?’ (1996), la realidad es que la solución es tan sencilla como cortarle la cola a la pescadilla. En su estudio, ambos señalan que “la principal razón que chicos y chicas dieron para decir que miembros del sexo opuesto no deberían tocar un instrumento en particular es que nunca han visto a un chico o una chica tocar ese instrumento”. Por lo tanto, la solución para que el ukelele (y muchos otros instrumentos) dejen de ser estereotipados de un lado y de otro de la acera es tan simple como mostrar que cualquiera puede tocar cualquier instrumento musical, independientemente de su abanico cromosómico. En el incipiente Club Ukelele Valencia quizá tengan la solución: “en el Club están inscritos 20 hombres y 18 mujeres”

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