Hay un valle en el interior de Alicante que bien merece la pena una visita. Se llama la Vall de Gallinera y se trata de un conglomerado de ocho pueblecitos en los que el contacto con la naturaleza y el descubrimiento de nuevos lugares, están asegurados
Cuando era pequeña viví durante un tiempo en Gandía. Mi padre, acérrimo amante de los planes de montaña, nos cogía cada fin de semana y nos llevaba a descubrir el interior de nuestra terreta. Hubo momentos, aquellos años en los que el cambio climático no era una realidad tangible, y en los que todavía nevaba en el interior, en los que me llegó a sacar del colegio para ir a ver la nieve. Todavía conservo las fotos con mi uniforme de Las Colinas sujetando trozos de nieve cuajada. ¡Qué tiempos aquellos!
Otro de nuestros planes favoritos era ir a descubrir nuevos pueblecitos de la Comunitat y precisamente, la Vall de Gallinera era una de las zonas más cercanas. A apenas una hora en coche desde Gandía y hora y media de Valencia, se encuentra uno de los valles con más encanto del territorio. Tanto es así que desde el Ayuntamiento propusieron crear la 'Ruta de los ocho pueblos', un trayecto que recorriendo la CV-700 pasa por todos los pueblos que conforman el valle: Benirrama, Benialí, Benitaia, Benissivà, La Carrotxa, Alpatró, Llombai y Benissili, por los cuales discurre el río Gallinera y del que se pueden coger sus aguas de las numerosas fuentes que encontraremos en el camino.
Y oye, ¿se os ocurre mejor plan para ir quemando los turrones, polvorones y demás dulces navideños que irnos a pasear por la montaña?
Si bien uno de sus momentos de esplendor es la primavera, durante la floración de los cerezos, cualquier época es buena para adentrarnos en el valle. Como habréis visto, muchos de los nombres de los pueblos comienzan con Ben o Beni y eso fue precisamente un legado árabe que todavía hoy conservamos. Ben o Beni, significa hijo o hijos de. Y es que este valle estuvo dominado durante mucho tiempo por musulmanes hasta su expulsión.
Benirrama es el primer pueblecito de la zona. Pequeñas calles con casas de colores, una iglesia y un bar en el que parar. Se trata del Bar Roca, metido dentro de la montaña en el que degustar carnes como el jabalí guisado, el ciervo con níscalos o solomillo de canguro. También son famosos por sus cocas de dacsa especiales que sirven sin relleno y acompañan con gamba amb bleda o pisto, además de pucheros y cus-cús. Por su parte, Benialí destaca por su sendero de arte rupestre, con unos 17 abrigos con estilos de pintura de hace más de 7000 años.
Si lo vuestro es el senderismo, aquí está la Penya Foradà, un montaña con un gran 'forat' -agujero- en el medio. El camino más famoso para su ascenso se hace desde Benissivà. Recorreréis el camino hasta la cima, pasando por los restos del convento de San Andrés, del que apenas quedan unas piedras. ¿Sabías que en dos días al año se produce un fenómeno natural en la Foradà? Se trata de la alineación solar con la montaña, ese momento en el que el sol penetra por el agujero de la montaña y se produce un fenómeno astronómico sin igual. El sol alumbra el punto exacto donde estaba este convento franciscano. Sea como fuere, el ascenso vale la pena por divisar las vistas desde lo alto de la montaña. También en Benissivà, hasta comienzos del 2018, estaba una de las casas rurales que más visitantes atraía, la Casa Gallinera. Sus dueños decidieron tomarse dos años sabáticos y alquilar la propiedad para convertirla en un retiro de yoga. Y vamos, no me parece mal plan retirarse a las montañas a reconectar cuerpo y mente. Ahora se llama Yoga Sutra Shala y ofrece retiros de yoga, meditación, relajación y salud, alojándote en las habitaciones de la que era la Casa Gallinera.
Alpatró es ese típico pueblo de una sola calle, en la que hace años parábamos a comer chuletas con huevos fritos y patatas. ¿Puede haber mejor combinación? Aquel sitio ya no existe, pero tenemos el Bar Nou, en el que ponerse las botas con arroz al horno, carne de cordero o una de las especialidades de la zona, el blat picat, un guiso a base de trigo picado, verduras y carne.
Nuestra última parada será en Benissili. Allí lo que hay que hacer es visitar su castillo. Todavía recuerdo las historias de mi padre sobre moros y cristianos y el legado de estas tierras. Fue morada del temible Al-Azraq, caudillo musulmán clave en tiempos de Reconquista, que batalló y luchó hasta la expulsión morisca de 1609. Hoy solo son ruinas pero impresiona saber que fue un punto de la resistencia, desde su ubicación privilegiada sobre un cerro. Si dejas volar tu imaginación, puedes ver como el caudillo divisaba desde lo alto todo el valle y el mar Mediterráneo... Cuenta la leyenda que cuando fueron expulsados, miró por última vez estas tierras y lloró. Porque amigos, la Vall de Gallinera tiene magia.