Trabajo con tres pantallas, dos CPU y entorno Apple. Una la utilizo de apoyo y para apuntar cualquier idea. Otra, la más grande, para trabajar con el Freehand, un programa de diseño gráfico que se retiró hace más de quince años, pero que aún funciona en ordenadores de antepenúltima generación. Y la tercera, para correo, para navegar, para RRSS, para peliculear, para música y para, de vez en cuando, agitar el cuello del ganso.
«Hola MacDiego, tengo total acceso a su dispositivo. Llevo un par de meses observándole. Ha sido infectado con un malware originado desde una web para adultos que visitó. Si no está familiarizado intentaré explicárselo: con la ayuda de un virus troyano he tenido total acceso a su ordenador. Eso significa que puedo verle con solo encender la cámara y el micrófono, sin que se dé cuenta. Además, también tengo acceso a sus contactos y correos.
Si se está preguntando cómo es posible si mi computadora tiene un antivirus y por qué no he recibido ninguna notificación, la respuesta es sencilla: mi malware actualiza firmas cada hora y eso hace que sea indetectable. Por eso no le saltó el antivirus.
Ahora tengo un vídeo en el que a la izquierda sale Vd. agitando el cuello del ganso y a la derecha la película porno que estaba viendo. Y esto, ¿en qué le perjudica? Pues que con un solo clic puedo enviar el vídeo a todas sus redes sociales y contactos de correo.
Lo único que puede hacer para evitar que esto suceda es transferir bitcoins por valor de 1.000 USD a mi dirección bitcoin (si no tiene ni idea de cómo hacerlo, puede abrir el navegador y simplemente buscar ‘‘comprar bitcoins’’. Mi dirección de monedero es: 3QpedG6p6t, y una vez reciba la confirmación del pago, borraré el vídeo y no volverá a saber de mí. Tiene 48 horas a partir de que abra este correo.
Por cierto, presentar una denuncia no le servirá de nada, ya que este correo no puede ser rastreado, al igual que mi identificador bitcoin. Llevo tiempo dedicándome a esto y no cometo errores. Si descubro que ha compartido este mensaje con alguien, distribuiré inmediatamente el vídeo, tal como le he advertido. Espero su ingreso».
Lo mejor del ciberespacio es que ayuda a romper la rutina diaria por medio de la curiosidad y la fantasía.
Una vez leí que el 76% de los emparejados conectados desde casa a una red, a partir de las veinte horas, lo hacen para buscar compañía, engañando a su pareja. Y también que de esos, el 57% acaba agitando el cuello del ganso o acariciando la zarigüella, pero que, y esto me sorprendió, ¡¡¡el dato se mantiene entre los que lo hacen en el trabajo y horario laboral!!! Los motivos: distraerse por medio del placer sexual para evitar el aburrimiento y reducir el estrés.
Y a mí, un desconocido me ha pillado. Pensar que me ha estado espiando y la amenaza de hacer público ese vídeo sin mi consentimiento me puede afectar social, laboral, familiar y psicológicamente. Mientras lo sepa, no importa que mi hogar esté lleno de cámaras. ¡¡¡Hasta sería brutal!!! Pero que me graben a escondidas, cuando ando aprendiendo cosas nuevas, conociéndome mejor, con el ganso en la mano y controlando mi mal humor, me parece una humillación.
He consultado a mis amigos. Ríen porque todos lo hacen en casa varias veces a la semana y también en el trabajo, por lo menos una vez al mes. Pero una ha dicho que la carta es un fake, que ella también la ha recibido y que ese vídeo no existe. ¡Será boba! No pensaba pagar y, en un momento, ¡¡¡se ha cargado toda una ilusión!!!