El próximo 21 de octubre regresa de la mano de Netflix la sátira distópica más perturbadora de la última década
VALENCIA.—Las nuevas tecnologías tienen dos caras. Accedemos a la información en segundos, y con la misma velocidad sentenciamos. Pero también nos permite escudarnos en la pantalla que nos separa de lo real. Y cuando nos pasamos de vueltas, mostramos la otra cara: la del monstruo. En algunas sociedades coexiste una subcultura, tolerada bajo las apariencias, en la que determinados individuos pierden los papeles hasta límites tremebundos. Seguro que han oído hablar del balconing, por ejemplo, la imprudente práctica con la que algunos jóvenes turistas británicos se juegan la vida en hoteles de las costas españolas.
Entre ese grupo de actos horrendos, cometidos por personas perfectamente integradas socialmente, podríamos incluir la anécdota sobre el Primer Ministro británico David Cameron, según relata la biografía no autorizada titulada Call me Dave. En el libro se asegura que Cameron colocó sus genitales en la boca de un cerdo muerto durante su etapa de estudiante en la Universidad de Oxford, en un acto de gracieta juvenil de mal gusto. «Mierda. Resulta que Black mirror es una serie documental», tuvo que responder para salir del paso Charlie Brooker, creador de la serie de Channel 4 tras publicarse la biografía del líder político.
Los críticos británicos no suelen dar puntada sin hilo, y Charlie Brooker, conocido columnista en el diario The Guardian, además de showrunner de la serie, no tiene fama de ser precisamente un alma de la caridad. Ya fuera un homenaje con mala baba o pura coincidencia, la realidad es que el primer episodio de la serie británica trata de un Primer Ministro que se ve obligado a fornicar con un cerdo, como condición para salvar de su secuestro a una imaginaria Lady Di. El abyecto acto sexual es emitido por televisión, para disfrute y horror de los espectadores británicos.
(Lea el artículo completo en el número de octubre de la revista Plaza)