Es el título de una novela que luego se llevó al cine, película donde actúa uno de mis actores preferidos, David Niven. Pero para mí, es una pequeña declaración de intenciones en este año que sólo nos trae más muerte, más paro y más censura
En aquellos años, cada vez más lejanos, en que vivíamos felices siendo alumnos universitarios y citándonos en las bibliotecas como plan cotidiano en estas fechas de exámenes, recuerdo una pared en un solar cercano a una de las bibliotecas que más frecuenté, donde había un gran grafiti que rezaba ‘Bonjour Tristesse’. No hace falta ser bilingüe para entenderlo, el texto era una especie de alerta a nuestra juvenil felicidad o quizá inconsciencia. La palabra tristeza tiene un efecto letal, sólo con leerla, pensarla o verla parece que ya nos sentimos un poco tristes, un poco deprimidos, un poco alicaídos, un poco con ganas de dejar la lucha diaria que es la vida.
Con el tiempo ese grafiti desapareció como tantos otros, una lástima porque hay muchos, especialmente en la zona antigua de la ciudad, que dignifican paredes y muros medio ruinosos y que son ese arte urbano que da personalidad y vida a la ciudad. Este letrero que me ha servido para titular este Tintero nos recordaba que hay que ser educado y dar los buenos días incluso a la tristeza, porque es un estado de ánimo por el que pasamos tantas veces y que debemos aceptar y sobrellevar, aunque sin duda no sea el más deseado y agradable.
En el año que hemos dejado atrás pasaron muchas cosas, muchas de ellas malas, muy malas, algunas visibles y reconocibles como el virus que apareció y no dejó de expandirse matándonos física y psicológicamente o la crisis económica que no ha cesado y cada día deja a más gente sin trabajo. Y otras que no se les ha dado la visibilidad o relevancia, en parte por la urgencia que genera el virus y en parte porque ese famoso cuarto poder no ha decidido abrir una guerra sin cuartel contra los responsables públicos. La realidad es que cada semana hay más motivos para criticar y censurar a quienes deberían servirnos y no servirse, desde la subida de la luz o el no pago de los ERTES a los comentarios macabros ninguneando ahora la nueva cepa que puede hacer del covid algo más contagioso y difícil de controlar.
A estas alturas de la película, que haya generado más repercusión mediática que durante seis horas asaltaran el Capitolio, olvidando que en España tuvimos ocupada y alterada la vida y los negocios del corazón de Madrid durante meses, y que no se pidan todos los días explicaciones y dimisiones por la cantidad (difícil recopilar y no llevarse las manos a la cabeza) de barrabasadas que no dejan de cometer los miembros del gobierno de la nación, denota que podemos dar los buenos días a la tristeza, y las buenas tardes y las buenas noches, porque hay motivos para que ese estado de ánimo se haya instalado en muchos. Lo realmente grave es creer que todo sucede por ciencia infusa, cualquier hecho dañino para los ciudadanos con origen natural o artificial, cuando gobierna la derecha tiene un responsable con nombres y apellidos y cuando gobierna la izquierda son cosas que suceden y siempre a los gobernantes hay que presuponerles que actúan de la mejor de las formas. Me niego a conceder constantemente esa premisa, muchos de los actos son erróneos y especialmente perjudiciales para todos nosotros, bien lo hagan por incompetencia o maldad, pero me parece peligroso para la democracia que todo se disculpe, todo, cuando es la izquierda la que gobierna.
No queríamos verlo, aunque podíamos intuirlo, nos esperan los peores meses en términos sanitarios y también de crisis económica y social, no será fácil y nos enfrentamos a la mayor crisis del último siglo con los peores responsables públicos al mando, lo cual ayuda a que, si algo puede salir mal, salga peor. Pocos refugios nos quedan, uno de ellos es la literatura y otro el cine, a poder ser, buscando los clásicos en ambos géneros, donde encontraremos respuestas y algo de luz en esta época triste sin duda.