Un hogar para Simone Fattal
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VALÈNCIA. La historia de las Fallas es también la historia de los llibrets de falla. Una de las muchas patas de la fiesta valenciana más popular —en todos los sentidos del término— que permanece discreta pero que explica la evolución de la sociedad, de la expresión artística, y del diseño, entre otras cosas. Muestra de ello es el proyecto de Ricardo Ruiz que ocupa el hall del IVAM desde ayer (si bien se ha podido ver el montaje en días anteriores).
El llibret de falla: una oportunidad cultural es una recopilación de más de un centenar de ejemplares de diferentes épocas y fallas, una demostración y toda una creación de relato sobre la frontera difusa que han ocupado entre el fuego y el papel, entre el fanzine y el proyecto editorial. La muestra se ha formado con el repertorio particular de diferentes comisiones, colecciones privadas y grupos de estudio falleros. Porque si algo demuestra la historia del llibret de falla, es que es la memoria que sobrevive de las cenizas para quedarse en memorias particulares. Se trata de una expresión popular, que ha ido acompañando la fiesta y que, con el paso de las décadas, se han convertido en huellas de su tiempo.
El hall está ocupado ahora por un mueble que, con curvas sinuosas, da cabida a una tira de libros ordenados cronológicamente, desde el facsímil del que está considerado —según el historiador Lluis Tramoyeres— como el primer llibret de falla de 1855, hasta los de este mismo año de un puñado de comisiones. Por el medio, algunas joyas que incluyen las primeras expresiones de poesía y formatos literarios ligados a las fiestas; también la vanguardia fallera de la II República y su clara defensa de la voluntad popular tras el Golpe de Estado del 36; o las brechas durante los años de la dictadura, entre la que destaca la Falla de la plaça del Pont d’Envestit plantada por el exilio valenciano en Perpiñán bajo el lema “Cremem a Franco”.
Ya en la Transición, se puede hojear el llibret de la Falla King Kong, símbolo de la revolución social y cultural de la ciudad en la década de los 80, y con él, la introducción de la narrativa del diseño y el cómic en los llibrets, con trabajos de Sento, Micharmut, Mariscal y otros grandes nombres de la ilustración valenciana y la línea clara. A partir de entonces, resalta el ingenio y la diversidad de formatos, narrativas y quiebras de diferentes comisiones, que empiezan a hacer de sus llibrets un elemento diferencial, una parte de su marca de cara al público.
En la actualidad, las posibilidades del llibret se han multiplicado: “es un elemento en el que se puede innovar muchísimo más porque no es tan visible del cara al público y eso permite que las fallas se permitan arriesgar”. Habitualmente, hay una persona que ejerce las funciones de edición del llibret, y que han de coser con coherencia un discurso que haga esa “la Explicasió de la Falla” [sic] —que es la función primitiva y esencial desde el primer llibret— y que lo eleve para ejercer funciones de almanaque, de crítica política o de documento académico.
En las últimas décadas destacan la apuesta por lo conceptual de la Falla Corona, el carácter contestario y el tono fanzinero de Arrancapins, el trabajo de divulgación de Na Jordana o el cuidado en el diseño de Falla Castielfabib. Pero la muestra también recoge algunos volúmenes editados más allá de las comisiones, como es el tejido asociativo y las fallas combativas.
Pero más allá de la recopilación, el llibret como formato, como expresión, también merece una reflexión. “Los concursos de llibret, y en especial el de la Generalitat, ha animado mucho esta práctica dentro de las fallas; aunque, por desgracia, sea por una cuestión competitiva y económica”, explicaba ayer en la rueda de prensa Ricardo Ruiz. Más allá, tiene una doble función, un camino de ida y vuelta, es acercar a una fiesta popular una práctica de diseño y cultural como es el libro, a estratos de la sociedad que tampoco tienen por qué estar familiarizados con ello el resto del año; por otro lado, es una ocasión para que el sector del diseño tenga otro nicho de mercado.
Y además del contenedor, el contenido. Los poemas del llibret fueron una de las pocas expresiones públicas que el franquismo permitió que se siguieran haciendo en valenciano. Las letras falleras, si bien no gozan de atención mediática, forman un camino de memoria de la historia reciente y popular de València, de los pueblos y la ciudad, de los diferentes barrios… Saber popular surgido de la fiesta, una de las expresiones más viscerales y primitivas del ser humano.
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