La crisis humanitaria se extendió tan rápida como la pandemia. El mar, nuestro mar, engullía día tras día las vidas de los que querían cruzar hasta el sueño terrenal y las almas de los que no les dejaban tocar el cielo. En el crudo infierno del Año II d.C. -después de la covid-, el TerritorioEuropa volvió a encerrarse en sí mismo, mientras repartía migajas a los parias de la Tierra.
El lema era: “¿Tienes dinero? No. ¿Tienes salud? No. ¿Tienes algo por lo que vivir? No .Entonces, bebamos…”. 너는 돈이있다? 아니. 건강하세요? 아니. 살 일이 있나요? 아니. 그럼 마시자… Nada tenía que perder.
El gobierno de La Unión daba la espalda a los conflictos y la violencia se agravaba cada vez más por desastres naturales, sequías e inundaciones, alimentados por el cambio climático, la degradación ambiental y la covid-19. Para ayudar a su conciencia, la Comisión adaptó su presupuesto humanitario inicial de 1.500 millones de euros a los inesperados acontecimientos de 2022. El comisario para la gestión de crisis, Janez Lenarčič, dijo que este dinero, respondería tanto a “crisis nuevas y altamente visibles”, como a las “crisis humanitarias ya existentes”. La pandemia seguía causando estragos…
La ayuda humanitaria de la UE en 2022 se asignaría con 469 millones de euros al África subsahariana, “para apoyar a los que sufren la crisis alimentaria y nutricional exacerbada por el conflicto en el Sahel -Burkina Faso, Malí, Mauritania y Níger- y a los desplazados por la violencia en la República Centroafricana, la cuenca del lago Chad -Chad, Camerún y Nigeria-, Sudán del Sur y el Cuerno de África, además de la República Democrática del Congo. Pero el continente africano ya estaba perdido y sus habitantes iban a la deriva.
Se asignarán 351 millones de euros de fondos humanitarios de la UE para las necesidades provocadas por las guerras en Oriente Medio y el norte de África: Siria, Yemen, Libia… Estos países se habían convertido en polvorines a punto a estallar. Ni siquiera la expansión del virus pudo acabar con el conflicto bélico.
Tampoco los 152 millones de euros iban a apagar la mecha que acababa de encenderse en el corazón de la Unión, y que financiarían proyectos en el sudeste de Europa y sus países vecinos para abordar las crisis en Ucrania, los Balcanes Occidentales y el Cáucaso, así como los efectos de la crisis de Siria en Turquía. Precisamente, las conversaciones entre la UE, OTAN y Rusia seguían sin llegar a una solución final, con acusaciones cruzadas de rearmamiento en ambos lados de las fronteras europeas.
Para alejar los conflictos de sus aguas, la UE destinó también 188 millones de euros para las poblaciones más vulnerables de Asia y América Latina. En Asia, incluía las crisis de Afganistán y Rohingya (Bangladesh y Myanamar). De nuevo iba a blanquear al régimen talibán con dinero que nunca llegaría a los necesitados ni a afianzar la justicia y la democracia en el país que borró a las mujeres.
En América Latina, la UE continuaría brindando ayuda a los afectados por las crisis en Venezuela y Colombia, así como en Haití. Quedaban 370 millones de euros restantes que se utilizarán para crisis imprevistas, como peligros naturales, inundaciones, incendios forestales, terremotos y ciclones. Pero, lo más importante es que el 10% de la financiación en todas las regiones se asignaría a la educación en situaciones de emergencia para permitir que los niños y jóvenes continuaran su escolarización.
Sólo fue un espejismo. Porque, precisamente fueron los niños y las mujeres los perdedores de aquella crisis definitiva en aquellos lugares a donde no llegó la vacunación sino cuando ya fue demasiado tarde. Las constantes mutaciones de la covid-19 llegaron a alcanzar en el TerritorioÁfrica-ZonaSur una virulencia que se cebó en la capacidad para luchar contra la enfermedad y contra la injusticia.
-¿Recuerdas, David? Años después pasarían a la historia aquellos primeros momentos en que parte de la humanidad en todo el planeta se negó a vacunarse por ignorancia, por escepticismo o por falta de confianza en sus gobernantes.
-Fue un momento crucial, Laura. Fue definitivo para la primera criba. A partir de esa década ya todo fue más fácil, con la vacuna de nacimiento no hay problemas de que la población siga diezmándose con tanta rapidez. Aunque, tal vez, en aquel momento, fue justo y necesario… ¡Bebamos!