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el interior de las cosas / OPINIÓN

Póngame una hora de abrazos

17/01/2022 - 

Los inviernos en las ciudades mediterráneos son luminosos, con el justo refrescar térmico en los amaneceres y en esos atardeceres rojos que tanto nos gustan, y que tanto se exhiben en las redes sociales. Somos una tierra afortunada. El país de las valencianas y de los valencianos es un territorio que nos regala cada día múltiples sensaciones, emociones que brotan en cuanto se va marchando la escarcha, y comienza la danza de los olores en las montañas, con las hierbas y árboles que se despiertan y desperezan, con las primeras flores de los almendros. Cada día se produce una diferente sacudida del entumecimiento invernal. Cómo nuestros huesos, que crujen entre la humedad que respiramos. Crujen y se sacuden para combatir el frío y los malos augurios. La mar produce las mismas sensaciones, emitiendo sus agradables aromas en los meses sin calor, sin brumas, sin interferencias.

Castelló lucía espléndida en otro domingo, en esas mañanas silenciosas, apacibles, de las ciudades quietas. Este último domingo, 16 de enero, mi perro Panxo respiró a fondo los primeros aromas matinales de las plantas del Parque Ribalta, revolcándose en la tierra y corriendo sin descanso. Amaneció hermoso en Castelló, aunque añoramos en exceso Les Santantonades de Els Ports, a pesar de que Forcall sí que celebró su bella fiesta. Un año más sin el calendario tradicional de la rueda festiva que gira en las comarcas del norte entre enero y febrero. Fuego, botargas, demonios y mucha convivencia componen esta geografía afectiva. Unas fiestas anímicas que son también la celebración de la gente del campo. Hombres y mujeres que durante todo el año viven aferrados y vigilantes del cielo y la tierra. Un sector especialmente castigado hoy por mil motivos. Una forma de ver y vivir la vida desde otras orillas ciudadanas.

Autor: Michael Gesinger

Mientras escribo, mis grupos de WhatsApp echan humo. Mis amigas, hermanas y colegas de la Plataforma de Mujeres Artistas están organizando un encuentro en València. Muchas de ellas viajarán a los Premios Goya y una de estas queridas amigas va a cantar. Mi grupo Cañonazo (creado tras un viaje a Cuba con el gran Francis Montesinos) no se aclara sobre si organizamos un viaje a Egipto para el próximo invierno, o si nos tomamos unos vinos en València, con el reciente caldo, Pura Vida, que ha apadrinado Montesinos, o si vamos a comernos un Arrocito en Castelló, como bien aconsejara Manolo García y El Último de la Fila. Otro grupo, Cajón Desastre, el de mis vecinas y vecinos de El Carmen, queridas hermanas y hermanos amigos, van comentando la situación de quienes han dado positivo y siguen confinadas, además de analizar cómo se han disparado los precios de alquiler en mi anterior barrio.

Pura vida. La definición perfecta para estos tiempos tan extraños de aislamiento, de ausencia de abrazos y contactos presenciales. La pura vida es la que añoramos, la que necesitamos. A veces, cuando despiertan los días, sientes que hace demasiado frio, que los silencios obligados son insectos indefinidos que aletean vertiginosamente, creando halos de luz que sobrecogen. Cada día de este prolongado ciclo de soledades, incertidumbres y desasosiego, se presenta como un difícil reto a combatir. Demasiado tiempo de encierro, de desconexiones y ausencias de esos abrazos. En la radio hablan del negocio de la soledad, de empresas estadounidenses que alquilan amistades y abrazos. Puedes contratar un amigo o una amiga para conversar y compartir sentimientos. O puedes contratar abrazos, así de simple. Póngame una hora de abrazos.

Mientras despedimos, por fin, el insoportable culebrón del indigno ciudadano del mundo y tenista Djokovic, de su padre, de su manager y toda su irresponsable estupidez, podemos respirar y pasar a la siguiente página que nos dejará la tortuosa actualidad. Hartas de deportistas de élite, y del líder microcerebro del PP que habla de las macrogranjas, y no se aclara. Hartos de que ciertos medios de comunicación sigan especulando y manipulando. El periodismo ya no es lo que era en tiempos donde trabajábamos contrastando hasta las notas oficiales de prensa, por poner un ejemplo. Hoy, fabricar noticias falsas y bulos es un negocio redondo para esas empresas de la comunicación que están preparando el aterrizaje de la derecha y de la ultraderecha, como si fuera lo más normal para un país que está sufriendo y que precisa, por encima de todo, el diálogo, la paz social, y una oposición cooperante. Atravesamos la peor crisis de este siglo. Es intolerable que la derecha de siempre y su ultraderecha, se dediquen a enredar, engañar y manipular, en vez de construir y ser útiles a la ciudadanía.

Autor: Benoit Courti

En medio de esta actualidad surrealista e injusta, nos movemos entre historias tan reales como tristes. La prensa nos contaba estos últimos días la brutal realidad de las personas mayores. Un hombre de 78 años residente en València ha recogido más de 135.000 firmas en las últimas cuatro semanas para reclamar a los bancos "un trato más humano en las sucursales bancarias", ya que se siente "apartado" porque casi todas las gestiones son telemáticas”. Lo contaba eldiario.es. Con casi 80 años esta persona ha sufrido un calvario. No es el único. Son miles y miles de personas mayores que no tienen acceso a las nuevas tecnologías y que se sienten marginadas y olvidadas. Las personas mayores de mi familia materna tienen 90 y 81 años, respectivamente, y no se aclaran con la telefonía móvil, no saben qué significa internet, no entienden que se envíen fotos a un teléfono, ni qué son las redes sociales.

Cuando alguien de tu familia te pregunta: Me han dicho que me enviarán un esemeese para la cita de la vacuna, ¿es por correo o por dónde me llega eso?. O cuando otro ser querido octogenario me dice que nunca ha utilizado una tarjeta bancaria ni un cajero y que ahora, sin sucursal bancaria en su pueblo, no sabe cómo cobrar la pensión. Menos mal que una oficina móvil se desplaza una vez al mes y hay una persona física a la que dirigirse. Otra pregunta. ¿Por qué me llegan fotos a un teléfono, cómo es posible?. O por qué veo tantos canales extraños en la televisión… por qué la última factura de telefonía móvil ha sido de casi noventa euros. A las personas mayores les instalan internet sin saber en qué consiste, con una tarifa que dicen plana, telefonía fija, móvil y tráfico de datos. He intentando explicar qué le ha pasado y qué significa esta maraña. Y me eché a llorar.

Autora: Malgorzata Sajur.

Cualquier gestión actual se mueve en las redes online. Desde firmas digitales, gestiones bancarias, viajes para las personas mayores, bonos-viaje, asistencia sanitaria… A uno de mis familiares que, desde siempre, peregrina por un par de oficinas bancarias en la ciudad para cobrar la pensión y para abonar una hipoteca, le dijeron esta semana que se descargara la app del banco para que “todo fuera más sencillo”, para pedir cita previa porque ya no atienden como antes, porque no se cogen los teléfonos, porque cada vez hay menos oficinas bancarias, porque están reduciendo las plantillas…  ¿Qué es una apepé?. Cuando piensas que dos personas de 90 y 81 años pasan por estas experiencias, y que tal como ella y como él, lo hacen miles de ciudadanos cada día, alguien debería pensar que no todo el mundo tiene acceso ni sabe de internet, de telefonía móvil, de dispositivos varios y de ordenadores… Y no solo es cuestión de edad.  Son decenas de miles las personas vulnerables que tampoco tienen acceso a las nuevas tecnologías. Alguien debería tener en cuenta a las personas mayores y a las personas vulnerables, y aplicar una igualitaria accesibilidad a las redes de información, eliminando toda brecha digital, y generando otro tipo de relación administrativa. Por dignidad, justicia social y ética. 

 

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