VALÈNCIA. La fosa de Paterna, la 113. Allí fueron sepultadas decenas de víctimas de la represión franquista en València. La primera saca que la llenó de muertos tuvo lugar el 18 de enero de 1940. La orden para fusilarlos y enterrarlos se dictó con fecha del 17, pero para respetar la festividad de San Antón, las autoridades franquistas aplazaron un día la ejecución. Debieron pensar que su Dios, en el que ellos creían, apreciaría ese gesto.
Al amanecer o a poqueta nit, a las siete de la mañana o a las siete de la tarde, en dos tandas diferentes, fueron asesinados decenas de valencianos dentro de la espiral de represión que siguió a la Guerra Civil. Vecinos de Alberic, de Alcúdia, de Alginet, seis de València, cuatro de Fuente la Higuera, cuatro de Manises, cinco de Ontinyent, doce de Rafelbunyol, la localidad con más víctimas… La siguiente saca, la siguiente matanza, tuvo lugar el 27 de marzo de 1940. La tercera, el 19 de septiembre de 1941.
Algunos pudieron ser enterrados en nichos. La mayoría no. Las familias no se atrevieron a reclamar a sus muertos. En la fosa 113 permanecen aún sepultados en torno a 60 cuerpos, de los cuales se conoce su nombre por diferentes documentos. No por el registro oficial del cementerio donde por ejemplo sólo constan 11 fallecidos de la primera ejecución, uno de la segunda, y dos de la tercera. No existe forma fiable de identificarles más que mediante el estudio del ADN.
No es la única fosa de ese cementerio, pero sí la más numerosa de cuántas se han abierto de momento. En ese mismo camposanto otra fosa, la 82, alberga en torno a una veintena de víctimas, según las estimaciones de los historiadores y arqueólogos que participan en los trabajos. Ambas fosas serán exhumadas entre este mes de abril y agosto en dos campañas diferentes. La primera, que se iniciará en una semanas, permitirá desenterrar las víctimas de la fosa 82. La segunda, que comenzará aproximadamente a partir de junio, abrirá la maldita fosa 113.
Tras esta iniciativa se halla Santi Vallés, lingüista, escritor y presidente de la Asociación de familiares y víctimas del franquismo de la fosa 113 de Paterna. Todo comenzó como un reto personal, una promesa que le hizo a su abuela. Porque Vallés busca a su tío abuelo, al hermano de su iaia. Se llamaba Francesc Núñez Miquel y fue fusilado a los 47 años. Fue enterrado en la fosa por error. Su familia había reservado un nicho en el mismo cementerio de Paterna y después de la ejecución, por accidente, el nicho fue ocupado por otro cuerpo, mientras que el de su tío abuelo era arrojado a la fosa común.
Santi Vallés lleva consigo una foto de su familiar. La exhibe. “Quiero que la gente sepa que detrás de los muertos hay personas con nombres, con historias”. La de su tío es una historia, pero podría ser la de cualquiera de las víctimas, ejecutadas muchas de ellas pese a los informes favorables de personas de derechas, de conservadores, de falangistas, vencedores que advertían de que tal o cual persona había protegido a un sacerdote, había evitado ajusticiamientos por parte de los incontrolados y las checas, que solicitaban clemencia. Nada fue suficiente. Como pasó con el rector Peset Aleixandre, la maquinaria de la represión no cejó. “Tenían que matar a dos republicanos por cada soldado nacional muerto”, explica Vallés. Y a eso se afanaron Franco y sus secuaces. Ojo por ojo hasta que España se quedó ciega.
La asociación que preside Vallés busca familiares para identificar a los máximas víctimas posibles. Para la fosa 113 se han encontrado ya a 12 familias, con casos tan llamativos como el del burgalés Pedró Simón Llorente. Para la de la fosa 82, donde se esperan encontrar 20 víctimas, sólo cuatro familias. El miedo, el dolor, el cinismo de algunos hijos de franquistas que piden que no se toquen las fosas, ha hecho que muchos renuncien a recuperar a sus deudos y darles sepultura, cristiana sepultura en muchos casos. Pero Vallés quiere que su tío abuelo sea enterrado en su propio nicho, tal y como deseaba su abuela. Y como él, las familias que les apoyan.
La principal urgencia, explica, es pues encontrar a descendientes de aquellos represaliados para así poder tener muestras de ADN suficientes que permitan dar nombre a los muertos. Desde la asociación que preside lanza una llamada a aquellas personas que conocen o intuyen que podrían ser familiares de algunos de los ajusticiados para que se pongan en contactos con ellos en el correo [email protected].
La iniciativa de la exhumación cuenta con el apoyo de la Diputación de Valencia, que es la que financia los trabajos con una partida de 60.000 euros, a los que habrá que unir otros 65.000 para los estudios genéticos. También ha colaborado decididamente la Generalitat Valenciana, a través de la dirección general de Patrimonio, acelerando los permisos.
El Ayuntamiento de Paterna, el Grupo para la Memoria Histórica de València, la Universidad Complutense de Madrid cuya Escuela de Medicina Legal y Forense hará los estudios antropológicos previos a los análisis genéticos que hará la empresa Genómica, y la Asociación Científica ArqueoAntro, que lideran Miguel Mezquida, Azahara Martínez y Alejandro Calpe, forman parte de esta compleja aventura que hará posible que 77 años después decenas de familias valencianas puedan hacer aquello tan básico que escribió en su día Chéjov: “Enterrar a los muertos”. Enterrarlos como ellos quieren. Enterrarlos con dignidad.