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CALLE LIBERTAD / OPINIÓN

Cada hombre es un ejemplo

10/02/2021 - 

El pasado 18 de diciembre, el Ministerio de Sanidad actualizó el protocolo de vacunación frente a la covid-19, estableciendo cuáles eran los grupos prioritarios en la primera fase de inmunización de la población: “residentes y personal sociosanitario que trabaja en residencias de personas mayores y de atención a grandes dependientes y personal de primera línea en el ámbito sanitario y sociosanitario”. Sólo una vez vacunados estos, algo que aún no se ha cumplido, se procedería a la vacunación del resto de grupos de población según los criterios que se adopten en el Consejo Interterritorial de Salud.

Hemos asistido, sin embargo, en las últimas semanas, a un goteo constante de casos de políticos y cargos públicos que han obviado el protocolo establecido. Servidores públicos que han utilizado su posición para recibir la dosis de la vacuna contra la covid-19 por delante de los que se juegan literalmente la vida y de los más vulnerables por cuestiones de edad o dependencia. Desde consejeros de Sanidad como el de Murcia y el de Ceuta, hasta alcaldes y concejales de municipios de diferentes comunidades y altos mandos de las Fuerzas Armadas que, sin ningún tipo de pudor, han justificado su vacunación para no “desechar las vacunas sobrantes”. Tenemos todo tipo de excusas. Desde aquellos que alegan su condición de “grupo prioritario” al estar gestionando la pandemia hasta ese bochornoso de “yo no quería porque no me gustan las vacunas, pero me obligaron”.

En la Comunitat Valenciana no hemos sido inmunes a esta lacra de aprovechados que, gracias a su posición y de la falta de controles rigurosos, han accedido a la primera dosis de la inmunización frente a la covid-19 saltándose la cola. Primero fueron los alicantinos del PSOE Ximo Coll, alcalde de El Verger; y su mujer, Carolina Vives, también alcaldesa socialista de Els Poblets. Luego supimos del caso del concejal de Sanidad de Benejúzar, José Antonio García Gómez y de Fran López, alcalde de Rafelbunyol que, no contento con vacunarse cuando no le tocaba, asistió días más tarde a una fiesta que acabó con intervención de la Policía Local al sobrepasarse todo el aforo y saltarse las medidas anti covid. Un portento de la reincidencia, sin duda. Pero la izquierda no está sola en esto. Por el lado de las filas populares nos hemos topado con el concejal de Sanidad de Orihuela, José Galiano, o el alcalde de La Nucía y diputado provincial de Deportes del PP en Alicante, Bernabé Cano.

Escribe Javier Gomá en “Ejemplaridad Pública” que cada hombre es un ejemplo y que la ejemplaridad es el principio organizador de las democracias modernas. Que actualmente existen “ejemplos positivos y ejemplos negativos” y que “el buen ejemplo hará mejores a los seres humanos que lo observan”. Todo esto, en la vida pública, lleva a Gomá a afirmar que la democracia será un proyecto viable sólo si consigue que el ciudadano sienta en conciencia el deber de adoptar un estilo de vida con preferencia a otro.

Al margen del grave problema de suministro surgido en las últimas semanas y de la pugna entre la Comisión Europea y las farmacéuticas, lo cierto es que desde el mes de noviembre del año pasado hemos venido advirtiendo al Gobierno de Sánchez, en cada una de nuestras intervenciones parlamentarias, de la necesidad y urgencia de un Plan Nacional de Vacunación consensuado con las Comunidades Autónomas. Sin embargo, la falta de liderazgo y coordinación por parte del Gobierno de España ha sido patente, empezando y acabando por la dejación de funciones de Salvador Illa, el ministro ausente que en plena tercera ola y proceso de vacunación decidió reforzar su candidatura a las elecciones autonómicas de Cataluña antes que de gestionar una pandemia. Una pandemia que ha arrasado con todo y que se ha llevado por delante empresas, negocios, trabajo y riqueza y, por supuesto, la vida de más de 80.000 personas en España. No nos olvidemos.

La ejemplaridad pública debida me lleva a tachar estas actitudes de comportamientos totalmente irresponsables lejos de toda ética. Comparto la indignación y malestar de la ciudadanía ante estas actitudes absolutamente intolerables, así como ante la descoordinación del Gobierno de España con las CCAA durante el proceso de vacunación. Debemos garantizar que el protocolo se cumple y asegurar que nadie se lo pueda saltar en beneficio propio. “Sé ejemplar”, “sé excelente”, “que tu vida sirva de guía a los demás”, sigue escribiendo Gomá entre otras máximas que parecen pasadas de moda a tenor de las noticias y que, sin embargo, deberían llenar espacios publicitarios en prime time si en nuestra sociedad de verdad importase algo la ética y no se quedara en palabras huecas o en soflamas demagógicas.

Teniendo esto presente, debemos exigir a las autoridades y a todas las formaciones políticas con presencia institucional que asuman el compromiso ético de pedir la dimisión o cesar de manera inmediata a sus cargos públicos, sean representantes electos o altos cargos, que se salten el plan de vacunación o que incumplan el protocolo establecido en provecho propio o beneficiándose de su posición, perjudicando con ello a las personas que realmente necesitaban con prioridad esa vacuna y han visto retrasadas su dosis a causa de este comportamiento irregular, irresponsable e inadmisible.

Debamos garantizar la transparencia y rendición de cuentas a toda la ciudadanía publicando toda la información sobre los criterios y protocolos de vacunación. Es necesario que el Gobierno de España establezca de manera urgente un Registro Único de Vacunación que permita centralizar en tiempo real toda la información relativa a la evolución del proceso de vacunación frente a la covid-19 en todo el territorio nacional.

La Ejemplaridad Pública insta a la clase política, a los funcionarios del Estado y hasta a la monarquía a que sean ejemplares y a que muestren en público maneras de ser “excelentes”. Lo mismo que Sócrates afirmaba que uno es mejor cuanto más nivel de sabiduría alcanza, Gomá reitera que el buen ejemplo estimula el conocimiento de lo mejor, y que, en definitiva, lo bueno y lo mejor proporcionan más alegría que lo malo. De modo que, si nuestras vidas estuvieran auspiciadas por los buenos ejemplos, nuestro vivir y actuar cotidianos serían más fáciles, eficaces, felices y llevaderos.

¿De verdad el buen ejemplo animará a seguirlo a cuantos lo observan? Prefiero creer que sí.

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