Iván Talens y Nacho Romero han dado en el clavo: dar bien de comer y beber pero ante todo, divertirse
De un tiempo a esta parte si puedo comer (o cenar) en barra, mejor; y si es con (buenos) cócteles ya es para ponerle un piso al restaurante. Que quiero comer bien, se presupone: pero es que además quiero divertirme.
Café Madrid llega hasta su primer verano con las mesas llenas, las noches eléctricas y la mochila de (volver a) ser un lugar donde pasan cosas. Y es que no se me ocurre un mejor halago para una coctelería: un lugar donde pasan cosas.
Fui cliente de aquel local de entonces, aquel icono de una València que ya nunca será; recuerdo unas cuantas noches memorables frente aquella barra, desvelos “de sábanas frías / y alcobas vacías” y también algún exceso —alquitrán, humo y gin-tonics en copa balón. Criaturas luminosas, inocencia a raudales y la vida por delante, noches donde “olvidar a varias novias inolvidables”, donde intuir que esta obra no durará siempre. Es que es verdad: todos tenemos una historia en el Café Madrid.
Pues os digo una cosa: a tomar por culo la nostalgia y su peligrosa pátina de embellecer todo lo pasado, porque este local es infinitamente mejor que aquel Café: porque tras la barra anda uno de los mejores bartenders de España (Iván Talens) y porque la cocina, y la bodega, es cosa de Nacho Romero. Comer, beber y divertirse.