Valencia Plaza

La vida entre acequias

Cardo adobado a la manera de L’Horta

Hasta este pasado domingo no había estado nunca en el barrio de Roca, ni en el de Cúiper. Fui porque el nombre de Ca Xoret, en Roca, se me había quedado incrustado en la memoria al leer un artículo escrito por Vicent Marco. Roca pertenece a Meliana y Cúiper, a Foios. Están unidos por una franja muy delgada de huerta, un par de campos de labranza en el que a veces hay plantadas coles lombardas y otras, cebollas o puerros o tomates o berenjenas o pepinos o lechugas o coliflores o carlotas o alcachofas o… en fin, hortalizas. Sí, la receta de la que les voy a hablar en un rato es vegetariana. Es también vegana, pero se comía en las casas de por aquí desde hace tantos años que la palabra vegana aún no existía. 

Volvamos a esa mesa en la que están Vicente Biot y su hermano Miguel, Titotero por parte de madre, Antonio Castaño el Regalissiero por parte de padre, Paco Peris y Rafa Montaña. Todos nacieron y viven aquí, en l’Horta. Paco es el único agricultor. “L’Horta se’n va al clot”, me dirán casi cuando nos estemos despidiendo. Es lo que tiene haber acumulado siete u ocho décadas, que ya lo has visto todo y la esperanza es lo último que se pierde pero siempre hay un pero.

Cuando he entrado a Ca Xoret, solo Paco (¿o era Antonio?, no recuerdo de quién era esa camisa que se me ha quedado como referencia) estaba ahí, en la primera mesa del establecimiento. He ido a sentarme a la siguiente. Nos separa una vitrina con copas de vino, y desde esa distancia entre volátil y acristalada y transparente, he visto cómo iban llegando el resto de componentes del grupo. He pedido tortilla de calabacín y bacalao rebozado, vino y gaseosa, pan. Entre trago y trago, me vuelvo hacia la derecha y los miro desde este lado de las copas. Se decían las cosas con tranquilidad, sin aspavientos, con respeto; mientras uno hablaba, los otros escuchaban, nada de cruzarse o interrumpir, nada que ver con las tertulias de la tele. La historia estaba ahí —no nos olvidemos de la mayúscula—. A mi izquierda hay más mesas, una veintena de mesas, pero son otras historias, más ruidosas, en fin, las de siempre.

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