El cineasta y humorista catalán estrena la primera serie producida por Filmin, Doctor Portuondo
VALÈNCIA. Carlo Padial (Barcelona, 1977) responde muy bien a la verdad en las expresiones artísticas. De ahí su afición a la stand up comedy y, por extensión, su absoluta adoración por los difuntos Richard Pryor y George Carlin, quienes se servían de sus vidas como materia prima para hacer reír. “Pryor era un hombre afroamericano que contaba cosas terribles en los años sesenta, como que se había pegado fuego a sí mismo intentando calentar la cuchara para fumar crack”, se maravilla el cineasta catalán, quien también se declara fascinado por la capacidad de los cantantes de rap para rimar sus propias vivencias, y alaba el poso biográfico que sustenta toda la trayectoria de David Sedaris, “ya sea para contar detalles de cuando tenía un trabajo de mierda en Nueva York, ya para construir un relato de manera absolutamente arquitectónica”.
En coherencia con su faceta como espectador, la autoficción es el género en el que abunda como creador. “Lo personal tiene mala prensa. Muchos me sueltan que es muy fácil contar tu propia vida, pero escribir es muy complejo, así que da exactamente igual el material del que partas”, argumenta en su defensa.
Su última incursión en la reconstrucción de su propia realidad es la serie Doctor Portuondo, basada en la novela homónima publicada por Blackie Books donde ahondaba en su experiencia de terapia junto a un psicoanalista cubano.
“No me sentiría muy honesto contando la vida de un taxista, tampoco la de alguien que hace sofás ni la historia de un refugiado sirio. Me parecería obsceno. Lo mío es contarme a mí mismo de manera despojada, hablar de gente que se dedica al arte y a veces no gana mucho dinero. Me gustaría, por ejemplo, hacer una película de un periodista que va a Cannes y ha de compartir habitación. La vida es así. Te cruzas con Tarantino, pero estás durmiendo en una cama caliente”, barajaba para un próximo proyecto en la última edición de Atlántida Film Fest.
Doctor Portuondo es la primera serie producida por Filmin y llega a la plataforma el próximo 29 de octubre.
- ¿Piensas que la confianza en uno mismo está sobrevalorada?
- Totalmente. En mí, todo parte del conflicto. Soy una persona que no sabe hacer nada. Lo único que tengo son estas pequeñas cosas que apunto y a las que me agarro, como los problemas derivados de conseguir un buen café. El que había esta mañana en el desayuno del hotel era malo, así que he estado buscando uno para tomarlo antes de comer, pero no muy tarde, porque si se me junta con el de la comida, me pondré muy nervioso. Eso es lo que te voy a contar, y lo haré de manera divertida para que puedas conectar.
- Doctor Portuondo es la primera producción original de Filmin. ¿Hacen honor como productores a su tendencia como distribuidores de cine no estereotipado?
- De hecho, cuando estábamos haciendo los guiones, el director editorial, Jaume Ripoll, me dijo: “Acuérdate que esto es Filmin”, como un recordatorio de que no debía ser conservador. Ha sido un ejercicio muy bonito y también una responsabilidad, porque esta plataforma muestra otras posibilidades, así que ha de inspirar de algún modo. En mí día a día, ahora como director editorial de Playground y antes, de video del Grupo Zeta, trabajo con muchos realizadores jóvenes a los que les transmito la importancia de hacer las cosas de manera diferente. En mesas redondas hay gente que viene a decirme que vio Mi loco Erasmus (2012) y comprendió que se podía hacer algo totalmente distinto, o que no entendieron Algo muy gordo (2017), pero que les parece guay que me dejaran hacerla. Todo está demasiado condicionado por el éxito del mercado y eso tapona la creatividad. Hay directores que ruedan películas románticas por miedo a que les metan 20 años en la nevera, pero a mí no me da miedo experimentar, porque en cualquier momento me vuelvo a escribir.
- ¿Y has evitado ser conservador como te pidió Ripoll?
- Al final me ha quedado una serie bastante conservadora, porque es una miniatura, una casa de muñecas habitada por dos personas, con sus contrastes, sus paradojas, sus diferentes formas de ver el mundo y los problemas derivados de todo eso.
- ¿Lo consideras tu proyecto más convencional?
- Sí, pero como en los anteriores, lo he hecho sin cortarme, desde una libertad absoluta. Tanto en Mi loco Erasmus, Algo muy gordo y Vosotros sois mi película (2019) como en todos los videos que he hecho para televisión e internet, he estado buscando encontrar mi voz autoral. Estamos tan dictados por la audiencia que no nos damos tiempo a eso. En una primera película o dos ya se va a definir quién eres y si puedes levantar otro proyecto. Y eso lleva a unos niveles de autocontención brutales. Yo no entiendo hacer cine así. No sabría. Cuando he intentado hacer las cosas más medidas, no me ha gustado.
- Tu pluriempleo ¿es por gusto o por imposición de los tiempos que vivimos?
- Es porque tengo dos hijos. Y porque no puedo parar. Me gusta mucho todo. Tengo una sección en Leit Motiv y publico libros. Una parte la haría igualmente, porque siento una curiosidad y una intriga casi infantiles por los procesos. Obviamente si no tuviera hijos haría la mitad de las cosas, pero películas, seguro, porque es el medio que sintetiza todos esos intereses dispares.
- ¿Crees que practicas un humor para minorías?
- El humor tiene una gran importancia tanto en mis libros como en el audiovisual, pero la gente me dice que no considera que den risa. Por ejemplo, cuando el actor Nacho Sánchez estaba decidiendo si aceptaba el papel de protagonista de Doctor Portuondo, me decía que no veía la comedia por ningún lado. Para mí comedia es Mi cena con André (Louis Malle, 1981) o Modern Romance (Albert Brooks, 1981), pero otra gente puede verlo como algo casi pedante. Yo no lo vivo así, lo que hago y lo que busco como espectador ha de ponerme contento, sacudirme y atender a una sensibilidad muy única, muy especial.
- He leído que cuando te acercas al cine, el género del que bebes es el documental. ¿Cuáles son tus referentes?
- Mi documentalista favorito es Les Blank. Es genial ese tío, capaz de construir una obra grandiosa llena de piezas cortas y también de largometrajes, como A Poem is a Naked Person (1974), de una manera totalmente libre. También es el autor de El peso de los sueños (1982), sobre el rodaje fallido de Fitzcarraldo a cargo de Werner Herzog. Su mirada es única, pero tiene un sentido del humor brutal. Otra referencia absoluta es Joaquim Jordà. Yo era una rata de filmoteca. Recuerdo tres o cuatro películas que me hicieron sentir que me estaba interpelando, llamándome a darle la réplica rodando algo yo también. Una de ellas fue El encargo del cazador (1990). La gente la estaba viendo muy seria, pero a mí me pareció divertidísima. Era un híbrido muy raro, parecía que se lo hubiera inventado todo y no terminabas de saber qué te quería contar. Me conmovió tanto que salí a comprar una cámara. La libertad que tenía Jordá es una influencia absoluta. Pero también lo es el Christopher Guest de Best in Show (2000) y This is
Spinal Tap (1984).
- Ya que citas This is Spinal Tap, he de decirte que echo de menos música en esta serie.
- Ya, es curioso que mi afición a la música no aparezca en mis pelis. Mi tendencia es a quitarla. En Vosotros sois mi película hay música clásica, que yo no escucho, así que le propuse hacer la selección a Carlos de Diego. Nunca usaría la música que a mí me gusta: punk, soul, rap. La mayor parte de mi tiempo libre lo paso explorando la vida de músicos: Miles Davis, Thelonious Monk, Sly & the Family Stone…. Es mi hobby. Pero me costaría mucho meter una de sus canciones, porque más allá de poder pagarla, entonces sobraría mi película. Si pongo una canción de Prince, que es mi héroe, me voy yo, porque no quiero ver la película, sólo escucharlo a él. Una de mis películas favoritas es Purple Rain, nadie lo piensa, pero yo lo pienso. ¿Cómo vas a metes cuchara ahí? Por eso mi austeridad. Siempre me estorba la música. De hecho, me gusta mucho lo que hacía Buñuel, que o no incluía música en sus pelis o muy poca o no le importaba. Si no lo sabes hacer muy bien, termina siendo un truco o una trampa.
- Ahora que eres padre debes estar viendo un buen puñado de películas infantiles donde la selección musical cobra mucho peso.
- En las pelis que ven mis hijos, cada dos minutos hay una canción de Taylor Swift o de Earth, Wind & Fire. Con poner los muñecos a saltar mientras suena September, ya tienes tres minutos cubiertos. Así, cualquiera.
A finales de los 90, una comedia británica servía de resumen del legado que había sido esa década. Adultos "infantiliados", artistas fracasados, carreras de humanidades que valen para acabar en restaurantes y, sobre todo, un problema extremo de vivienda. Spaced trataba sobre un grupo de jóvenes que compartían habitaciones en la vivienda de una divorciada alcohólica, introducía en cada capítulo un homenaje al cine de ciencia ficción, terror, fantasía y acción, y era un verdadero desparrame