VALÈNCIA. El Ministerio de Cultura ha sido un ente autónomo e independiente en dos periodos: entre 1977 y 1996 y entre 2004 y 2011. Esos periodos comprenden aquellos que han tenido al frente a gobiernos de distinto signo político al del Partido Popular, que en sus dos mandatos lo ligó con Educación. Este martes conocíamos que el nuevo presidente del Gobierno, el socialista Pedro Sánchez, iba a reactivar esa idea original de la institución independiente y –como pondrá en valor en esta breve conversación Carmen Alborch– con silla en el Consejo de Ministros. Silla a la que deberían llegar una batería de reclamaciones en clave valenciana (de peso).
Alborch fue la segunda mujer ministra de Cultura de la democracia en España, pero la más referenciada. Primera mujer decana de Derecho en Valencia, profesora titular de Derecho Mercantil, se dejó convencer para ser la directora general de Cultura de la Generalitat Valenciana en un periodo creciente. Era el fértil espacio de finales de los 80 e inicios de los 90 y l'Institut Valencià d'Art Modern se encuentra entre uno de sus legados más tangibles. Pero fueron muchos otros méritos los que llevaron a Felipe González a reclamarla para el ministerio pese a no ser militante del PSOE. Por ese motivo, como referente de una cartera que ahora Sánchez rehabilitará de manera unitaria casi 7 años después, conversamos con Carmen Alborch en Cultur Plaza.
-¿Qué le parece la decisión de recuperar la integridad y singularidad del Ministerio de Cultura?
-Me parece inmejorable. Es un símbolo que ha acompañado a gobiernos socialistas, pero lo más relevante para la sociedad es que es fundamental que Cultura tenga su propia silla en cada Consejo de Ministros. Estructuralmente el cambio no tiene por qué ser tan drástico, porque se mantienen instituciones, edificios, trabajadores... Pero ese peso singular de estar en el Consejo de Ministros le da entidad, es un símbolo y sirve para pelear presupuestos de otra manera.
-¿Es tan importante a la hora de negociar presupuestos?
-Por supuesto acaba influyendo. Es cierto que no es tan extraño que estuviera ligado al Ministerio de Educación, como hasta ahora, porque la Educación lo impregna todo y ha de ser básica la relación con Cultura. Pero aun así, la Cultura tiene la posibilidad de ser transversal e ir más allá de las disciplinas. Está en cómo somos y cómo nos comportamos y puedo asegurar que cuando se tiene una silla en el Consejo de Ministros los razonamientos son exhaustivos porque tienes que defenderte con todo. No digo que cuando una ministra o ministro maneja varias carteras no sea así, pero cuando puedes centrarte en una, puedes invertir todo tu tiempo y el de las personas que trabajan contigo en esos razonamientos exhaustivos [ríe].
-¿Cuál ha de ser su mandato?
-Apoyar el mundo de la creación y el talento. Como punto de partida, eso. Y la creación, en este momento es muy amplia...
-¿Cree que se ha de reflexionar con agilidad sobre la distancia entre la función de un Ministerio de Cultura en los años 80 y 90 y avanzado el siglo XXI?
-El mundo no deja de cambiar. Es cierto que la ministra Ángeles González-Sinde ya tomó decisiones importantes con respecto a las ventanas y a la diversidad del consumo cultural existente. Una buena parte de los usos, de las costumbres y de los hábitos culturales, incluso de las necesidades, pasan por la utilización de tecnologías. Pienso que todos los ministerios están obligados a actualizarse pensando en ello, pero en el caso de Cultura... los soportes a través de los cuales circula la creación se han multiplicado. Basta con pensar en el caso editorial, así que obligatoriamente ha de ser un ministerio muy actual.
-En cierto sentido, ¿se puede hablar de que durante hasta su periodo como ministra de Cultura y en los anteriores España tenía una necesidad de contenedores y redes y ahora una política más próxima al fomento creativo y la difusión? ¿Del protagonismo de los contenedores al de los contenidos en toda su extensión?
-Es posible. En cada momento se plantean retos diferentes. Lo digo con la cabeza pensando en la conmemoración del mayo del 68 y pensando en lo que ya supuso repatriar todo el talento cultural que estaba exiliado. Veníamos de esa realidad... pero sí era todo un tanto más estructural: la creación de la red de bibliotecas, la red de auditorios, el inicio de una colaboración inaudita entre Estado, Autonomías y Ayuntamientos. Veníamos de la nada misma. Había que construir y ahora intuyo que los retos son muy diferentes.
-¿Cuál fue su momento más complicado como responsable de la cartera?
-Sé que no tiene directamente que ver con la gestión de Cultura, pero los peores tragos, si he de pensar en algo que me viene a la cabeza instantáneamente, son los asesinatos de ETA. Fueron años muy complicados. Y es algo que trascendía a mi despacho, pero recuerdo perfectamente el día que ETA mató al catedrático Francisco Tomás y Valiente porque estábamos celebrando el décimo aniversario de la creación del centro de Teatro Clásico que dirigía Adolfo Marsillach. Lo que iba a ser una fiesta se convirtió en un día muy complejo, muy difícil, porque además Tomás y Valiente había tenido mucha relación con València y en lo profesional fue una de las personas fundamentales en asesorarme para la reclamación de los archivos de Salamanca.
-¿Y cuál es el mejor recuerdo que guarda?
-Muchos. Pero, por ejemplo, la ley de la cinematografía que no fue nada fácil por tratar de implicar a todas las voces. Cosas más simbólicas, como cuando le quitamos el cristal al Guernica o más recordadas como el proyecto de ampliación del Museo del Prado. Recuerdas momentos duros, pero el tiempo hace que se prioricen las satisfacciones. Y es increíble porque sigo recibiendo todo tipo de invitaciones y afectos de aquellas generaciones y posteriores.
-De consolidarse ese Ministerio de Cultura propio, ¿la Comunitat notará el cambio?
-Desde luego que sí, pero porque el nuevo Gobierno va a ser de manera natural mucho más sensible a los anhelos más que justificados de la Comunitat. Yo solo puedo decir que no puedo estar más a favor del cambio de Gobierno que ha sucedido y creo que es un paso más hacia la ética y la modernización de nuestro país. Como valenciana, me alegro porque sé que la percepción de la región y la atención va a ser mucho mayor.