BRUSELAS. El Reino Unido y la Unión Europea (UE) se han dado una tregua hasta el domingo para resolver el divorcio definitivo, que se materializará el próximo 31 de diciembre, a las buenas o a las malas. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, invitó a cenar la noche del miércoles en Bruselas al Primer Ministro británico, Boris Johnson, para llegar a una cuerdo sobre las futuras relaciones comerciales entre ambos, un año después de firmar el Acuerdo de Retirada y con sonoros desencuentros para una futura asociación.
Al cabo de más de tres horas de cena, pasadas las once y media de la noche, la Comisión Europea publicaba un comunicado que reproducía la presidenta en su perfil de Twiter, donde se daban un plazo para que los equipos técnicos sigan hablando hasta el fin de semana, ya que las posiciones siguen estando muy alejadas.
Ursula von der Leyen decía en un tweet: “Tuvimos una discusión animada e interesante sobre la situación de las cuestiones pendientes. Entendemos las posiciones de los demás. Permanecen muy separadas. Los equipos deben volver a reunirse de inmediato para tratar de resolver estos problemas. Llegaremos a una decisión al final del fin de semana”. La presidenta habla de “resolver” los problemas “esenciales” y promete llegar a una “decisión” el próximo domingo, una vez celebrado la cumbre del Consejo Europeo, donde los 27 Estados miembros serán consultados.
La cena, que ha terminado en tablas, comenzó a las 20 horas del miércoles, cuando el Primer Ministro británico adelantaba en un tweet su viaje rumbo a Bruselas, para acudir a la llamada de la presidenta de la Unión Europea, que le había invitado a cenar. El euroescéptico tweet de Boris Johnson se ilustraba con la foto subiendo al avión. El primer ministro anunciaba su epopeya: “De camino a Bruselas para encontrarme con la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. Aún queda mucho por hacer. Pero incluso si llegamos a acuerdos comerciales similares a los de Australia o Canadá, el Reino Unido prosperará poderosamente como nación independiente”. En el otro lado, un silencio atronador desde el martes en los perfiles de las redes sociales de la presidenta von der Leyen y de su jefe negociador, Michael Barnier.
En medio del proceso de vacunación y con el segundo brote de la pandemia en plena efervescencia, el Primer Ministro británico aceptó la invitación a cenar en Bruselas que le había trasladado la presidenta von der Leyen. El objeto de la cita era limar asperezas y llegar a un punto de encuentro para el Acuerdo de Asociación del Reino Unido con la UE. Una vez superado el “backstop" de Irlanda el pasado lunes y otros puntos que afectaban al mercado interior en el Protocolo del Acuerdo de Retirada, Bruselas espera una salida ordenada del que hasta hace poco ha sido un Estado miembro de la Unión.
Con todos los bares y restaurantes cerrados en Bruselas por la pandemia y un toque de queda a las diez de la noche, Boris Johnson llegaba a las puertas de la Comisión Europea poco después de las ocho de la tarde, donde lo recibió la presidenta von der Leyen con una mascarilla azul y la bandera de la Unión Europea. De allí pasaron al comedor, dentro del edificio, donde la presidenta e la Comisión tiene sus aposentos.
La canciller alemana Angela Merkel, que ostenta la capitalidad hasta enero, ha sido tajante al afirmar públicamente que no se aceptará ningún acuerdo que contravenga la competencia entre las empresas europeas, uno de los puntos más discutidos, ya que Europa es muy estricta en las ayudas estatales. Mientras que en el lado británico, Johnson ha seguido negando la mayor y expresando su oposición a plegarse a las condiciones europeas, pese a que constan firmadas por él hace un año en el Acuerdo de Retirada.
El encuentro viene precedido por un fin de semana de órdago, con encuentros a nivel político y técnico, y con cruces de llamadas telefónicas al más alto nivel. El acuerdo por la unidad de mercado entre Irlanda e Irlanda del Norte ha hecho respirar a ambos lados de esa frontera, que no querría revivir los años duros del metal, cuando los disparos y las bombas eran el diálogo habitual entre Londres, Dublín y Belfast. El Acuerdo de Viernes Santo propiciado por la Unión Europea llevó la paz a esa zona caliente que, de nuevo, podría revivir sus diferencias si no se hubiera ratificado el Protocolo anexo al Acuerdo de Retirada y modificado la Ley de Mercado Interior que aprobó la Cámara de los Comunes en septiembre.
El encuentro entre los dos mandatarios precede a la cumbre del Consejo Europeo que se celebra jueves y viernes, con la esperanza de un acercamiento entre las partes. El acuerdo para las relaciones futuras es un texto legal que debería reproducir el Acuerdo de Retirada en términos jurídicos. La Declaración Política que lo recoge fue firmada por Boris Johnson en diciembre de 2019. Pero al entrar a negociar las relaciones futuras en un marco jurídico, se ha visto contrario a los intereses británicos desde el otro lado del Canal.
El Brexit, no obstante, no figura en el orden del día del Consejo porque lo que el presidente Charles Michael pretende no es una discusión de fondo, sino una manifestación política de la voluntad de los 27 Estados miembros, a resultas de lo que depare la cena. En este sentido, todos tienen claro de que en una cena sólo se van a identificar por bloques los puntos de fricción. Y, por supuesto, se espera que Boris Johnson dé un punto de vista distinto a lo visto hasta ahora.
No obstante, habría que plantear varias cuestiones, como los planes de contingencia a preparar en los Estados miembros a nivel nacional, en caso de un Brexit sin acuerdo, y los plazos para aplicarlos. No hay prisa para ello, porque requiere un debate en profundidad. El Acuerdo de Retirada firmado hace un año tenía un plazo final, establecido en el Tratado. Pero ahora lo que se aborda es un proceso de negociación de una relación futura. Si no se llega ahora a un acuerdo, ni siquiera el domingo, puede haberlo más tarde. El problema es que, a partir del 31 de diciembre, las fronteras estarán cerradas para los británicos.