VALÈNCIA (EFE). La Dana asestó un doble golpe al centro para personas con discapacidad intelectual La Torre, situado en una pedanía de València. Los daños materiales son altísimos y una de sus usuarias perdió la vida junto a su padre, aún desaparecido. Su directora, Gloria Cubillos, lanza un SOS: "Partimos de cero, de las cuatro paredes, necesitamos ayuda".
Un grupo de voluntarios se afanaba este fin de semana en limpiar el barro que queda en el interior de las instalaciones y retirar el material ya inservible de los talleres de carpintería, cerámica o encuadernación en los que ocupaban su tiempo las 80 personas que acudían al centro antes de la catástrofe del 29 de octubre.
Aunque es mucho el trabajo que se ha hecho, Cubillos asegura que aún queda mucho más y admite sentir vértigo ante el reto mayúsculo que supone volver a poner en pie un recurso que es esencial para las personas que asisten a él, que se encuentran entre los más vulnerables de la sociedad.
"Nuestros usuarios tienen una media de edad de entre 35 y 40 años, lo que significa que sus padres son ya septuagenarios. En algunos casos, son ya los hermanos o terceras personas los que se hacen cargo de ellos. No es fácil la gestión de todo esto", ha explicado en declaraciones a EFE.
De estas 80 personas, 23 residen en la zona cero de la dana. Y tres de ellas, que vivían en bajos en Alfafar y Sedaví, han perdido sus casas. Otras dos familias se han quedado sin sus negocios de la noche a la mañana.
"Va a ser difícil reabrir en el mismo punto en que estábamos antes de la riada. Son 1.200 m2 de superficie. No tenemos ni mesas. Estamos tirando las que creíamos que se podían salvar porque se han vuelto a enmohecer y se han hinchado. Nos damos cuenta de que partimos de cero, de las cuatro paredes", ha dicho.
Entre el material perdido se encuentra la maquinaria de los talleres y las tabletas y ordenadores que servían como métodos de comunicación aumentativa. También se han quedado sin la cocina y sin sus tres vehículos, uno adaptado a personas con movilidad reducida, que cuestan entre 36.000 y 56.000 euros.
La directora del taller teme que el apoyo de las administraciones públicas -el centro está concertado con la Generalitat Valenciana- no sea suficiente para reanudar la actividad. "Las subvenciones no siempre llegan a tiempo. Necesitamos líquido y por eso hemos lanzado una campaña de búsqueda de donativos a través de las redes sociales", ha subrayado.
Hasta ahora han recaudado ya más de 100.000 euros, aunque calcula que el centro necesita más de medio millón. "No podemos abrir así como así, hay que asegurarse que está en perfectas condiciones higiénicas, pasar una inspección. Nuestros usuarios son especialmente frágiles", advierte.
Entre los voluntarios que echan una mano estos días para adecentar el local se encuentra Ernesto Ansuategui, uno de los fundadores hace 35 años de la asociación de familiares que pudo abrir unos años más tarde este centro ocupacional con mucho esfuerzo. "Hay que volver a empezar", afirma resignado.
De momento, las personas que asistían al centro han sido derivadas a otros talleres y a fundaciones privadas, y unos pocos son atendidos en sus propios domicilios, a la espera de poder retomar la actividad normal.
Dejando a un lado las pérdidas materiales, la directora de este recurso asistencial se emociona cuando recuerda a Susana, la joven de 30 años con Síndrome de Down a la que la tromba de agua y lodo sorprendió cuando se encontraba con su padre en su casa de campo de Pedralba. Su cuerpo apareció unos días más tarde a unos 50 kilómetros de allí, en El Saler. El del padre aún no ha sido localizado.
"Queremos dar ánimos y acompañar" a Susana, su madre y esposa del desaparecido, Javier. "Esperemos que puedan encontrarlo para que ella pueda despedirse y descansar", ha dicho.