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grand place / OPINIÓN

Cerdo agridulce

8/05/2018 - 

¿Han visitado ustedes la comarca de Ayora? Pues deberían. Yo no me quiero perder una última excursión a la Vall de Cofrents para hacer la Ruta del Agua, seguir el curso de sus fuentes hasta los cerros escarpados y visitar las tiendas de miel. Y digo última por las noticias que hemos tenido de una explotación porcina que pretende instalarse entre las poblaciones de Alpero y Ayora, a caballo entre la Comunidad de Castilla-La Mancha y la Comunidad Valenciana. Su objetivo es criar unos 30.000 cerdos destinados a la exportación a China porque, dicen “allí les gusta mucho esta carne”. ¡Como si los chinos hubieran descubierto ahora el cerdo! Si estamos cansados de comer cerdo agridulce en sus restaurantes. Y como si no hubiera terreno suficiente para criar cerdos en China…, ¡y a mejor precio!

Al parecer, depende de las condiciones de la granja. No es lo mismo producir cerdos en serie que de forma tradicional, hoy en día llamada “ecológica”. Algo de eso vimos en el excepcional programa de Jordi Évole, Salvados. El gobierno de Castilla-La Mancha, ya ha dicho que no va a dar su permiso. El gobierno valenciano se lo está pensando. En el horizonte está la expectativa de crear riqueza en la comarca y nuevos puestos de trabajo. Pero los habitantes de esta zona ya han dicho su última palabra. Ayora es conocida por la producción de miel y no quieren oler a cerdo ni en pintura. Es más, la creación de unos 30 puestos de trabajo no compensaría, ya que éste sería el número de empleos creados directa e indirectamente por este tipo de industrias, las macrogranjas, donde todo está automatizado.

Lo que tal vez ignora la empresa y, tal vez también, el Gobierno valenciano es que la Unión Europea cuida a los cerdos como a un bebé. Existen leyes que protegen la cría y explotación de los guarros hasta el punto de dictar una Directiva hace diez años, la 2008/120/EC, que controla desde la amputación de la cola hasta la castración de este animal. Lo que se intenta garantizar, dice la ley, es el bienestar de los cerdos destinados al sacrificio durante su crianza.

Las condiciones mínimas de vida porcina que impone esta Directiva, y que se aplican a todas las categorías de cerdo para su protección, son muy diversas: mejorar la calidad de las instalaciones, aumentar el espacio de vida disponible para cerdas y primerizas, introducir un mayor nivel de capacitación y competencia en cuestiones de bienestar para el personal, establecer los requisitos para niveles de luz y máximo nivel de ruido, establecer una edad mínima de destete de cuatro semanas, proporcionar acceso permanente al agua dulce y materiales para jugar… Sí, ¡jugar! ¿Imaginan si sustituimos la palabra “cerdo" por “persona” para hablar de la calidad de vida en el trabajo y de las condiciones laborales? Pues eso.

La norma va mas allá y, desde enero de 2013, las cerdas gestantes deben mantenerse en grupos en lugar de puestos individuales durante una parte de su embarazo, lo que supone  “una importante mejora para el bienestar de las cerdas en la Unión Europea”, añade la Comisión. De hecho, aparte de algunas excepciones (cerdas de parto y jabalíes), todos los cerdos deben criarse en grupos y deben tener acceso permanente a agua potable y alimentos de calidad adecuada a intervalos regulares. También deben tener acceso permanente a una cantidad suficiente de alimentos y vitaminas que no comprometan su salud y les permita llevar a cabo actividades adecuadas para satisfacer sus necesidades de comportamiento. Esto era lo de “jugar”, supongo.

La instalación de macrogranjas ha proliferado recientemente en Castilla la Mancha, Aragón, y Castilla y León, situadas la mayoría en espacios comprendidos en la Red Natura 2000, según denuncia el eurodiputado de EQUO/Els Verds-Compromís Florent Marcellesi. “El desarrollo exponencial de las macrogranjas es un peligro para el mundo rural, el empleo, el clima, la agricultura ecológica y los animales”, explicaba Marcellesi ante la Comisión, que junto al ex eurodiputado de Compromís, Jordi Sebastià, alertan a Europa para que se legisle en favor de “los territorios, de la agricultura y ganadería local, extensiva y ecológica, y de una alimentación de calidad que reduzca nuestro consumo de carne a la mitad”.

No, si Europa legisla… Pero ¿hasta dónde llegan sus leyes? No hasta las granjas de mujeres de Ucrania. Ah…, ¿que no lo sabían? Pues sí, existen instalaciones en el corazón de la civilizada Europa dedicadas a gestar bebés para su venta al extranjero. Algo a lo que ya estamos acostumbrados a oír de otros países como la India. Son vientres de alquiler por encargo o maternidad subrogada, según el último eufemismo que los modernos nos hemos dado para maquillar la conciencia como quien se pone el rimmel. Colectivos feministas han denunciado ante la Fiscalía el primer caso de un matrimonio que viajó a Ucrania para fecundar con el esperma del marido a una mujer. El precio fueron 18.000 euros más todos los gastos de la inseminación, embarazo y parto. Se han llegado a pagar hasta 100.000 dólares en este mercado de mujeres y bebés. Pero como Ucrania no es parte de la Unión Europea…, dudo que estas mujeres tengan la protección con que amparan a los cerdos nuestras directivas.

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